Asalto de Cartago

3.1 Primeros golpes: el asalto a las murallas de la ciudad

Cuando los primeros rayos de sol atravesaron las densas nubes que cubrían el cielo sobre Cartago, la ciudad ya se llenaba de inquietud. Los sonidos lejanos de la batalla, que crecían como un trueno atronador, anunciaban la amenaza inminente. Las legiones romanas, reunidas en el horizonte, se acercaban cada vez más, y sus escudos rojos reflejaban la luz, dando la impresión de que la propia tierra temblaba bajo su poder.

Sobre las murallas de Cartago, impregnadas de miedo y determinación, se encontraban los guerreros preparados para defender su ciudad. Entre ellos estaba Marco, un joven legionario cuya alma ardía en ambición. Observaba al enemigo que se aproximaba, sintiendo cómo su corazón latía al ritmo de la guerra. En sus pensamientos se entrelazaban los sueños de gloria y los horrores que podrían convertirse en realidad. Cada golpe que resonaba a lo lejos reverberaba en su conciencia, recordándole el precio que tendría que pagar.

Mientras tanto, en la ciudad, Alicia, madre de tres hijos, sentía cómo la tierra temblaba bajo sus pies. Corría por las calles buscando un refugio para sus pequeños. Su corazón latía al compás de cada golpe que resonaba desde las murallas. Sabía que la guerra no dejaría piedra sobre piedra, pero su instinto maternal la impulsaba a luchar por la supervivencia de su familia. Alicia observaba a los vecinos cerrando puertas, intentando proteger a los suyos, mientras la desesperanza se apoderaba de su alma.

Los primeros golpes que azotaron las murallas de Cartago retumbaron como un trueno anunciando el final. Piedras volaban por doquier, y los gritos de la gente se mezclaban con el estruendo de los derrumbes. La ciudad, que alguna vez fue símbolo de grandeza y prosperidad, se transformaba en una arena de caos. Alicia se detuvo, observando los escombros caer, y lágrimas se asomaron a sus ojos. Sabía que cada golpe no solo significaba destrucción, sino también pérdida de esperanza, pérdida de futuro.

Marco, observando el ataque, sentía cómo la inquietud llenaba su corazón. Sabía que la guerra no era solo cuestión de victoria, sino también de pérdidas. Sus pensamientos volvían a su madre, que lo esperaba en casa, y se preguntaba si volvería a verla. Pero el deber que le correspondía no le permitía retroceder. Estaba decidido a formar parte de la historia, aunque el precio a pagar se hacía cada vez más evidente.

Cuando las primeras flechas romanas comenzaron a surcar los cielos sobre sus cabezas, el pánico se apoderó de la ciudad. La gente corría en todas direcciones buscando refugio, mientras algunos permanecían, dispuestos a defender su tierra. Alicia, reuniendo todo su coraje, decidió no esconderse. Se acercó a una ventana para observar lo que ocurría. Su corazón se apretaba de miedo, pero al mismo tiempo sentía que debía ser más fuerte que sus hijos.

Los primeros golpes continuaron retumbando, y la ciudad, que alguna vez fue hogar de muchos, comenzó a derrumbarse. Miedo y valentía se entrelazaban, formando un cuadro de horror. Marco y Alicia, aunque separados por la distancia, eran testigos de la misma despiadada realidad. No sabían lo que les esperaba, pero sentían que aquello era solo el inicio de una gran tragedia.

En ese instante, cuando los primeros golpes sacudieron las murallas de Cartago, quedó claro que la guerra no dejaría a nadie indiferente. Este episodio establece la base para el desarrollo de los acontecimientos posteriores, subrayando las consecuencias inmediatas del asalto. Las vidas, antes llenas de esperanza, se transformaban rápidamente en ruinas, y los destinos de los héroes se entrelazaban en medio del caos que apenas comenzaba.



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En el texto hay: roma, cartago

Editado: 17.12.2025

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