Asalto de Cartago

4.2 Alicia: las consecuencias de la guerra sobre sus hombros

Entre las ruinas que alguna vez fueron su hogar, Alicia sentía cómo algo dentro de ella se quebraba bajo la presión de un dolor indescriptible. El viento que atravesaba las paredes destruidas le recordaba a aquellos que había perdido. Los niños, que hasta ayer jugaban despreocupadamente en las calles, ahora eran solo fantasmas que la perseguían en cada paso. Cada sonido, cada suspiro le recordaba sus risas, cómo corrían persiguiendo los rayos del sol, que ahora parecían tan lejanos.

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Cerrando los ojos, trataba de recordar sus rostros, pero en lugar de eso solo veía sombras. Sombras que danzaban sobre las paredes, destruidas por el fuego y los bombardeos. Alicia sentía cómo el dolor la envolvía como una ola que no dejaba espacio para respirar. ¿Por qué había sucedido esto? ¿Por qué la guerra le había arrebatado lo más valioso? No había respuestas, solo un silencio sordo que aplastaba su pecho.

Su lucha interna entre el deber hacia su patria y el amor por sus hijos se volvía cada vez más intensa. Alicia recordaba cómo alguna vez se había erguido orgullosa para defender su ciudad, cómo creía en la justicia de su causa. Pero ahora, cuando la guerra solo traía sufrimiento, empezaba a dudar de sus convicciones. ¿Valía la pena luchar por una ciudad que ahora yacía en ruinas? ¿Era esta una lucha por la libertad o solo por la ilusión de la victoria?

Cada recuerdo de tiempos felices contrastaba con la realidad presente. Recordaba cómo recogía flores en el prado con sus hijos, cómo reían jugando al escondite. Esos momentos de felicidad, robados por la guerra, se habían convertido en un peso insoportable, al igual que la pérdida de los propios hijos. Alicia sentía cómo su corazón se rompía de dolor y las lágrimas recorrían sus mejillas, mezclándose con el polvo que se levantaba del suelo.

Alicia trataba de encontrar sentido a su dolor, pero cada pensamiento solo profundizaba su desesperación. ¿Podrá algún día volver a sentir alegría? ¿Podrá reír otra vez? La guerra la había cambiado, había quebrado su espíritu. Se había convertido en una sombra de sí misma, una madre que había perdido todo por lo que había luchado. Su alma estaba llena de un vacío imposible de llenar.

Sabía que debía encontrar fuerzas para seguir viviendo, pero ¿cómo? ¿Cómo vivir cuando se ha perdido todo? Alicia encontró a otras madres que también habían perdido a sus hijos. Se sentaban juntas, intercambiando miradas que decían más que las palabras. En sus ojos había comprensión, una profunda empatía que las unía en esta tragedia compartida. Se convirtieron en apoyo mutuo, pero incluso eso no podía silenciar por completo el dolor.

Alicia sintió cómo su corazón se llenaba de esperanza, aunque débil. Sabía que debía luchar no solo por ella, sino también por la memoria de sus hijos. Debía convertirse en la voz de quienes ya no podían hablar. Esto se convirtió en su nuevo propósito, en un nuevo sentido de vida. Comenzó a recopilar información sobre otros afectados por la guerra, para juntos buscar la verdad, juntos buscar la justicia.

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Esta lucha interna de Alicia se convirtió en un símbolo de su valor. Comprendió que incluso en los tiempos más oscuros se puede encontrar la luz. La guerra la había cambiado, pero no permitiría que destruyera lo que quedaba. Alicia decidió que lucharía por su memoria, por la memoria de todos los que habían muerto. Y aunque el camino era difícil, sabía que debía seguir adelante, porque la vida no solo trata de pérdidas, sino también de esperanza, de lo que puede traer el mañana.



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En el texto hay: roma, cartago

Editado: 17.12.2025

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