Asalto: Lupus

Prólogo

En la fría noche de otoño, las luces de las calles en el perímetro parpadeaban sin tener símbolos de cesar pronto. Las personas, curiosas, se amontonaban en el perímetro, deseosas de saber los detalles de aquel escandaloso crimen. En el fondo, estaban aterrorizados por ello gracias a las terribles noticias sobre aquello que continuaban apareciendo en los diarios día con día.

La policía vigilaba a los civiles al estar detrás de las numerosas bandas de plástico amarillas, colocadas sus armas de fuego en sus manos, atentos a cualquier señal de peligro.

No hubo nada nuevo por varios minutos, sólo parloteo, ruido de las personas e insistencia de los diferentes medios de comunicación locales por enterarse de qué había pasado. Hasta que, detrás de la multitud, se estacionó un vehículo negro bastante elegante, abierta la puerta del piloto para salir de ésta un alto detective lobuno de pelaje blanco, ojos dorados y sonrisa confiada.

El lobo caminó hacia la amalgama de gente, apartada ésta al notar que se trataba de un oficial, pues éste mostraba su placa, orgulloso, puesta aquella detrás del chaleco negro que portaba. Dicho fue observado mientras se abría paso hasta las orillas de la escena del crimen, donde se le reconoció y saludó.

–Detective Albus. La teniente se encuentra dentro esperándolo –mencionó uno de los oficiales con orejas de gato, lo que causó la sonrisa pícara del lobo.

–Perfecto. Gracias, Jiménez. –Luego de eso, el detective pasó la cinta policial sin problemas y encaró el centro del lugar, donde halló a su superior dándole la espalda–. Teniente Hellkite. Creí que estaría cenando con su esposo el día de hoy –comentó alegre el can, sacó un cigarrillo y pretendió prenderlo, mas la teniente, regia y con un rostro que detonaba una increíble dureza, arrebató el tabaco de la boca del lobo y lo puso en una bolsa de pruebas que entregó a uno de los forenses.

–¡No puede fumar aquí, detective! –regañó la mujer al sujeto, cosa que le provocó agachar sus grandes orejas–. Justamente tuve que interrumpir la cena de aniversario para venir. Esos sujetos no me dejan descansar –dicho eso, la mujer suspiró y notó el rostro travieso del canino.

–No se preocupe, teniente. Puede regresar a su cena ya que estoy aquí. Me encargaré de conducir la operación y Linda hará el papeleo. –Esas palabras provocaron que la superior bajara la mirada, viera la escena y decidiera retirarse, no sin antes decir unas últimas palabras.

–Mañana espero que tenga algo, detective. Hay que detener esto de una buena vez. Para eso lo llamaron. Esta es su carta de bienvenida real –ultimó la mujer, finalmente abandonado el sitio por ella.

El detective de pelaje blanco, curioso, se colocó sobre una rodilla y olfateó cerca del sitio cerrando los ojos, percibidos muchos aromas curiosos, entre ellos uno que le parecía bastante familiar.

Al separar sus parpados pudo apreciar el montón de sangre y vísceras que tenía enfrente, todo perteneciente al joven mutilado que había sido víctima de un terrible acto de asesinato. Uno que no sería reconocible a simple vista, pero el detective usaba más que eso.

–Roger Balenciaga. ¡Vaya tragedia! –mencionó para sí mismo, preocupado, mas su rostro formó una ligera curva de felicidad, emoción o excitación. Un gran caso estaba listo para ser descubierto y estaba ansioso por descubrir a quien estaba detrás de ello.




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