En una de las habitaciones de interrogatorio, sentados frente a la pantalla de la laptop de Linda, se hallaban Albus, Janeth y la dueña de la máquina, mismos que observaban el video del interrogatorio de Hermet Moreno por primera vez.
–Nombre completo, por favor –mencionó el oficial a cargo, respondido por un Hermet cruzado de brazos, sentado de manera incomoda en su silla.
–Hermet Moreno. Tengo treinta años de edad y trabajo como administrador en el hotel Zeenu Bait durante la mañana. Estoy actualmente soltero. –El hombre dio un suspiro y retiró la mirada. –Vivía con mi padre, pero falleció hace dos años. Mi madre está en otra ciudad con otra familia. Yo estoy por mi cuenta en Asfalto –concluyó el hombre y continuó el interrogatorio.
–¿Dónde estaba en el momento que sucedió el siniestro?
–Estaba con Agatha. La acompañé a hacer las compras para ayudarle con las bolsas del mandado. Lo hago con todas las personas de la colonia que me piden ayuda –contestó seguro, con una mirada desafiante.
–¿Era cercano a Caddace Marina? –La pregunta hizo al hombre agachar la mirada y suspirar profundo, de nuevo.
–No, de hecho, nunca nos llevamos bien. Siempre estaba enojada, evadía siquiera saludarme y una vez lanzó una piedra a mi ventana. Era una muchacha problemática, pero no era mala. Amaba mucho a su madre y a su amigo, Leonard –explicó el hombre, para luego continuar el oficial.
–¿Sabe quién pudo haberle hecho esto? –El hombre, tras escuchar la pregunta, se quedó pensando, como si de verdad supiera algo, mas luego levantó la mirada y sonrió ante el oficial.
–Sé nombres. Muchos de ellos, mas no podría apuntar a alguien. Sí, mucha gente la envidiaba, otros la despreciaban, pero no merecía lo que le pasó. Dudo que alguien que la conociera quisiera que la desmembraran hasta matarla de desangrado, ¿no lo cree, oficial? Los jóvenes se pelean por tonterías, y hasta donde yo sé, la chica no provocó a nadie para que le tocara dicho destino. –Luego de eso, la cinta pasó a otros interrogatorios de los familiares y la madre, cosa que Albus decidió omitir.
–Entonces, ¿qué dice, detective? –preguntó Janeth de momento, pensativo el lobo al escucharla.
–Es obvio que mintió dos veces –explicó el hombre–. ¿En qué respuestas lo hizo, JJ? –La mujer, extrañada, pensó unos momentos, para luego responder.
–Cuando suspiró, ¿cierto? Lo hizo dos veces y retiró sus ojos de los oficiales.
–Entonces no está soltero y tenía una mejor relación con Caddy.
–O tal vez la odiaba de verdad. Es algo ambiguo –resaltaron Linda y Janeth, respectivamente.
–Habrá que averiguarlo esta noche cuando el hombre salga de trabajar. Hice mi parte y sale hasta las nueve de la noche, por lo que tenemos todavía nueve horas para seguir investigando el caso. ¿Alguna sugerencia? –La pregunta generó un poco de silencio, hasta que habló la asistente.
–Leonard. ¿Quién es Leonard? –De inmediato, Linda tomó su laptop y buscó al Leonard que estaba involucrado en el caso del primer asesinato.
–Leonardo Hamilton. Era un año mayor que Caddy cuando sucedió. Aquí está su declaración. –La mujer puso el video y los restantes colocaron toda su atención en la nueva grabación que parecía haber sido hecha el mismo día que la de Hermet.
–Leonardo Hamilton. Soy Lenny para mis amigos, como lo era para ella –mencionó con una voz rota y lágrimas en los ojos, afectado por lo sucedido.
–¿Qué era de Caddy?
–Yo… Sólo éramos amigos.
–¿Sólo eso?
–Sí, señor.
–Tengo reportes de que te le confesaste hace unos días en su escuela con una gran pancarta y flores. ¿Qué pasó ahí? –Al decir esto el oficial, el joven miró a un costado y apretó sus puños sobre sus rodillas, al igual que sus labios, tanto como pudo al evitar llorar.
–Yo la amaba –confesó el joven, destrozado–, pero ella sólo me veía como un amigo –lamentó el chico, extrañados los oficiales del presente al verlo llorar de una manera extraña.
–¿Cómo fue su reacción ante esto? ¿Cómo reaccionó Cadd…?
–¡Ustedes saben qué hizo! –interrumpió el joven, neurótico–. ¡Se burlo de mí! ¡Me hizo quedar en ridículo enfrente de todos! –exclamó enrabietado, puesto de pie y lanzada su silla al momento, agresivo.
Varios oficiales se acercaron a él para someterlo, pero el chico cayó de rodillas, con el rostro cubierto por ambas manos y llorando, ayudado por los policías a regresar a su asiento.
–Perdón, hijo. Pero nos tienes que contar todo. Sé que es difícil, mas tenemos que saber lo que sucedió después. Antes de que sucediera el siniestro, ¿dónde estabas? –El chico respiró más rápido, para luego repetir el oficial la pregunta, más lento e insistente. –Leonardo, ¿dónde estabas cuándo sucedió el siniestro? –En ese momento, el chico levantó el rostro, molesto y asustado, y antes de que pudiera responder, una lágrima abandonó su ojo derecho.
–Estaba en casa de Caddy antes de que sucediera, y seguí ahí hasta que pasó. Lo siento mucho, pero no vi quién lo hizo. –Los oficiales en el presente se vieron los unos a los otros, extrañados, continuado el video.
–Por favor, Leonardo. Cuéntanos todo lo que viviste. –Después de eso, el joven habló, dijo todo lo que vivió en el momento.
–Caddy me mandó un mensaje. Me dijo que su mamá iba a salir y que se quedaría sola, por lo que podía ir a su casa. Llegué tan rápido como pude, y en lugar de hacer lo de siempre… –En ese momento, el oficial lo interrumpió.
–¿Qué es «lo de siempre»? –Al decir eso, el joven bajó la mirada y se encogió en su asiento, tímido. –Leonardo, lo que digas aquí no lo va a ver nadie más que el personal policial. No tengas miedo de decir la verdad. Nadie te va a juzgar, a menos que nos mientas y ocultes algo. –Luego de eso, el joven dio un profundo respiro y continuó.