Asalto: Lupus

Sexto Expediente: Regreso

El hotel Zeenu Bait era reconocido en toda la ciudad de Asfalto por ser la sede principal de importantes reuniones, alojamiento de grandes celebridades y por tener la mayor altura entre la línea de rascacielos visibles en el centro de la gran ciudad.

El alfombrado blanco, las paredes marmoleadas con oro y los hermosos adornos platinados volvían el interior del sitio un verdadero paraíso que era digno de visitarse por quien sea que viviera en la ciudad, aunque la entrada estaba limitada al restaurante para quienes no tuvieran asuntos importantes o una reservación en el titánico edificio, por lo que el acceso no estaba permitido a cualquiera.

En el auto del detective, estacionado a las afueras del hotel, se encontraba Albus, Janeth y Linda, mismos que esperaban tranquilos a que apareciera la hiena que necesitaban interrogar, apenas siendo las nueve de la noche, horario en el que el hombre salía de su trabajo, por lo que, era posible, todavía faltaban unos minutos para salir.

–¿Estás segura que saldrá por enfrente? Siempre hay una puerta de empleados, JJ –cuestionó Albus, cosa que hizo reír a Janeth.

–El hotel tiene la política de hacer que los empleados salgan por la puerta de enfrente. No entiendo por qué, pero es algo que cualquiera en Asfalto sabe –respondió la chica, para luego el teléfono de Linda sonar, contestado de inmediato por ella.

Hello? Oh! Yes, is with me Ms. W. I puttin’ him right now –dijo la mujer, cosa que puso nervioso al lobo–. It’s your mother, Albus –explicó la mujer, tomado el teléfono por el lobo, todavía algo inquieto.

Hello, mother! How is Angra? What? Are you sure? Well, I guess they can, but… Alright, mother. Leave me take care of them. No, don’t worry, they’ll maybe be helpful after all. Oh, please! Stop that cheeky chat of yours! I can bloody tell! Love, mother. See you later. –Luego de eso, el lobo colgó y suspiró un tanto decepcionado, cosa que llamó la atención de Linda.

Are they…?

They bloody are. For Creator’s sake! –Se quejó el hombre, algo que Janeth no terminaba de entender, pues, aunque dominaba muy bien la lengua extranjera, el pesado acento de los Angraterros era difícil de comprender tan pronto, por lo que mejor decidió preguntar.

–¿Pasó algo malo? –Lo dicho hizo a Albus sonreír un poco, respondida por Linda.

–La madre de Albus nos advierte que pronto recibiremos visitas de Angraterra. Nada que deba preocuparte –explicó la zorro, lo cual hizo suspirar de nuevo al detective.

–Justo eso. Será mejor concentrarnos en…

–¡Ya salió! –exclamó Linda al ver cómo Hermet caminaba fuera del hotel mientras saludaba a los guardias, quienes parecían despedirse de él de manera amable, cuya apariencia del hombre era la de una persona ruda y problemática. Al ver esto, Albus de inmediato salió del auto, seguido por las mujeres hasta que alcanzaron a Hermet, presentados todos por el detective como es costumbre luego del saludo, al cual el hombre reaccionó de una manera común, con un rostro apático y tranquilo.

–Buenas noches. ¿En qué puedo ayudarles, oficiales? –preguntó la hiena, a la par que sacaba un cigarrillo, lo ponía en su boca y lo prendía con un encendedor de acero.

–Resulta que tenemos algunas preguntas sobre el caso de Caddy Marina. Si es tan amable de acompañarnos a la comisaría para ello, o le ofrecemos llevarlo a su casa mientras hablamos de esto, todo con el afán de investigar sobre los siniestros que ocurren en su ciudad, por supuesto –explicó alegre el hombre, con una mirada seductora y dando ligeros pasos hacia la hiena, mismo que se le quedaba viendo fijo.

–¿Sabe algo, detective? No me gusta pertenecer a manadas –aclaró Hermet, para dar un largo sorbo a su cigarro y expulsar el aire hacia abajo–. Por lo tanto, no me gusta que me sometan o seduzcan, así que absténgase de hacerlo.

–Una bestia solitaria. Ya veo. No se preocupe, no hay necesidad de ello si no está corriendo de nosotros o negando su colaboración –comentó el lobo, lo que hizo reír un poco a Hermet.

–¡Por favor! Puedo oler sus hormonas desde aquí. Está más que listo para proceder –dijo el trabajador, fastidiado–. ¡Puta madre! Si que tienes madera de líder. Mi instinto me dice que me rinda hacia ti de inmediato. ¡Vaya alfa de mierda que eres! –describió Hermet, cosa que impresionó a Janeth, pues notó que Linda también estaba sonrojada. Parecía que Albus estaba, de alguna manera, tratando de seducir a las bestias cercanas con todo lo que tenía.

–¿Entonces? ¿Por qué no nos vamos a un lugar más cómodo? –propuso el lobo al ponerse frente a Hermet, no obstante, aquella hiena puso una mano sobre el pecho del lobuno y lo alejó de él, resistido a la tentación.

–Ya le dije, detective. No me gustan esas estupideces. ¿Puede dejar de intentarlo de una puta vez? Hablaré con ustedes sin mentir, lo juro. –Lo dicho sorprendió a todos, tanto que la cola de Albus, que estaba erizada, se cayó al instante, tranquilizadas las demás bestias de inmediato–. Lléveme a casa. Me parece la mejor opción –respondió Hermet al continuar fumando, mostrado el camino por Albus y seguido por las mujeres que subieron ambas a la parte de atrás, sentado en el copiloto la hiena, quien se impresionó a ver el auto del hombre.

–¿Pasa algo, mr. Hermet? –preguntó el lobo, observado el testigo cómo tocaba el auto.

–Beastar 1910. Tiene un muy buen gusto, detective. –El hombre finalmente se acomodó y Albus arrancó el auto.

–Perteneció a mi abuelo. Cuando falleció, me lo heredó.

–Así que viene de una familia adinerada –concluyó la hiena, cosa que hizo reír al lobo.

–Famosa, mejor dicho. El auto fue un regalo of our highness, en conmemoración al nacimiento de mi old sister. –Eso hizo reír a Hermet. Éste terminó de fumar y puso la colilla en el cenicero del auto. Aquel parecía estar un tanto sucio.




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