Asalto: Lupus

Décimo séptimo Expediente: Alarde

Durante su regreso a su hogar, el profesor Jaime salió de su auto, interceptado por oficiales de la policía, mismos que de inmediato se identificaron ante el antílope para luego hablar con el amable caballero que estaba algo extrañado con su presencia.

Por otra parte, en la casa de los Keeves, la señora Almar atendió el toquido de la puerta, encontrados cuerpos policiales frente a esta, lo que llamó la atención de su marido, Joel, mismo que se puso de pie y fue a con su esposa para revisar qué necesitaba la policía. Todo visto por Eliazar desde las escaleras hacia el segundo piso.

–Buenas noches, señora Keeves. Señor. Venimos de parte de la comisaria de la ciudad Asfalto, tenemos órdenes del comisario Kenneth para ofrecerles protección y vigilancia –mencionó uno de los oficiales luego de identificarse.

–Disculpe mi ignorancia, pero ¿sucedió algo? –preguntó el hombre, respondido de inmediato.

–Nos gustaría no asustarlos, pero suponemos que es mejor que lo sepan para que estén al pendiente. Por favor, uno de ustedes quédese con mi compañero y su hijo mientras al restante le explico todo. –Fue así que el hombre se quedó con el hijo y el policía, mientras la mujer salía con quien parecía estar al mando de ambos oficiales. –Lamento decir esto, pero el asesino conocido como «el cazador» tiene en la mira a su hijo.

–¿Qué? ¿Por qué? ¿Ya saben cómo elige a sus víctimas? ¿Cómo es posible? –cuestionó asustada la mujer, a lo que el hombre trató de tranquilizarla.

–No sabemos con exactitud las razones, pero las probabilidades de que Eliazar esté en la mira son altas. Por favor, no deje solo a su hijo un momento. Enviaremos elementos a estar todo el tiempo con su hijo si usted y su esposo deben trabajar y él tiene que quedarse sin su supervisión. No se preocupe, todas las víctimas fueron atacadas por encontrarse en soledad. Mientras esté con alguien, Eliazar estará bien.

–¡Por el Creador! Esto debe ser un error. Mi hijo… yo no… –La señora Almar estaba a punto de desvanecerse, pero el hombre la sostuvo y la hizo entrar en razón. Aquella miró en sus ojos confiados y recuperó un poco la postura.

–Queda bajo su jurisdicción decirle a Eliazar o no. Sabemos que ya es mayor de edad, pero no nos parece bien atemorizar a una persona, más cuando todavía depende de ustedes. Manéjelo como usted lo vea mejor. –Con esas últimas palabras, ambos decidieron reunirse con los demás para acordar los términos de la guardia, presenciado aquello por quien estaba en peligro.

Frente al hogar de Jaime, el profesor discutía con los oficiales, sorprendido de la información que le acababan de dar, pensativo frente a ambos. Se notaba que estaba analizando lo que le habían compartido, como si quisiera entender algo.

–Ya veo, entonces a esa conclusión llegó Albus. Una propuesta bastante interesante y desafortunada para él y, por consecuente, para mí. Nunca creí que mi estancia y relación con Angraterra me pondría a un asesino detrás. ¡Vaya desdicha! –anunció el hombre cabizbajo.

–Señor Galván, no tiene de qué preocuparse. La policía ha ofrecido resguardarlo todo el tiempo para que no se quede solo por un instante y así no caiga en las garras del «cazador». Por favor, siéntase tranquilo, usted sabe que solo las personas solitarias terminan siendo asesinadas.

–Me queda claro, pero, ¿sabe? Les voy a facilitar el trabajo. Resulta que vivo con una amable señora que me ayuda con el aseo de mi hogar, así que nunca estoy solo en casa. En la facultad me hallo rodeado de personas. Y como si esto no fuera poco, tengo instaladas cámaras de seguridad en mi habitación, para que puedan cuidarme mientras duermo en soledad. ¿Qué les parece si les comparto esa línea de transmisión? –ofreció el antílope, cosa que alegró a los oficiales.

–¿Sería tan amable?

–¡Por supuesto! En seguida les daré la información para que puedan conectarse. Eso les facilitará muchísimo su labor y me hará sentir más seguro –anunció Jaime, a la par que invitaba a los policías a entrar en su hogar.

Por su parte, Albus continuaba en la oficina, donde revisaba con cuidado su pizarra, preocupado por lo que pudiera suceder más adelante.

–Ahora que sabemos un poco más sobre la selección de las víctimas, nos toca dilucidar: ¿qué es lo que lo ha llevado a asesinar personas que tengan algo que ver con Angraterra? Debemos ser cautelosos, puesto también estamos en la mira, pero, al mismo tiempo, hay que usarlo como una ventaja para llegar al desgraciado que buscamos –mencionó el lobo blanco frente a Janeth y Linda.

–Por ahora debemos de cuidar que los otros tres tontos no se separen ni un segundo. Supongo que quien está cometiendo los siniestros es alguien que tiene acceso a cierto tipo de información. No sólo de quienes viajan, sino de personas que tienen contacto con Angraterrenses –secundó la mitad zorro, pensativa.

–Puede ser que sea coincidencia que haya descubierto con quien me acosté, pero no debemos descartar cualquier posibilidad. Tal vez los jóvenes lo presumieron o pusieron algo en sus redes sociales. Mikai está trabajando en eso por ahora, nos toca hacer investigación de campo. Iremos a la facultad de enfermería y la de odontología, a donde pertenecían Marco y Roger respectivamente, las cuales, a su vez, son casas de estudios vecinas. Es probable que de ahí se hayan conocido en primer lugar.

–También cabe la posibilidad de estar siendo vigilado por él, detective –agregó Janeth, algo que mortificó tanto a la secretaria como al lobo.

–Lo sé. Estaremos más atentos desde ahora, JJ. Todos, de pronto, se han vuelto sospechosos –aseguró Albus con una mirada fría, la cual paseó alrededor de la oficina, notado que todos los demás oficiales parecían ocupados en su labor, hasta que tomó sus cosas y salió del lugar acompañado de las chicas, a lo que varios voltearon a verlos, curiosos de su movimiento.

Los tres oficiales llegaron hasta la universidad, en donde, de inmediato, estacionaron el auto del lobo, descendieron y se vieron frente a ambas facultades de medicina. Ahí, Albus se detuvo con sus subordinadas detrás de él, listo para darles órdenes.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.