–Ma-martita. Por favor, no tiene porque llegar a estos extremos –comentó la joven al paralizarse de miedo, cosa que extrañó a las bestias que la escuchaban.
–¡Oh! Claro que va a llegar a estos y más extremos, maldita furry. ¿Crees que no noté cómo mirabas al lobo asqueroso ese? Es la misma cara que mis hijos ponían al ver a esas malditas criaturas peludas. Era obvio, pero quise creer. Quería confiar en que eres un doble agente de verdad. Que te infiltraste por orden, pero que, al final, nos entenderías y serías el agente que tendríamos en nuestras filas para saber qué demonios tramaban las malditas bestias que vinieron desde Angraterra. ¡Eres una traidora! –exclamó Martha, molesta y revelando que lo sabía todo.
–Por favor, baje el arma. –En ese momento, la manada de Albus que escuchaba se alarmó, a lo que Linda pensaba ordenarle salir, pero Noir se le adelanta y habla con Janeth primero.
–Ponte de pie lento con las manos en alto si la tienes lejos. –Ante aquella orden, Janeth hace justo lo que el venado dice.
–Ya está, Martha. No pienso lastimarla ni mucho menos arrestarla.
–No puedes hacer eso. ¿Crees en verdad que no tenemos gente en la policía? ¿Qué Anthropos es tan débil?
–Sí ya estas de pie, entonces busca un espacio al cual lanzarte en caso de agravarse las cosas. No dejes de mirar a Martha, usa tu campo visual. –Con esfuerzo, Janeth logra identificar un sitio.
–La entiendo a la perfección, Martha. Está asustada y desea hallar seguridad, la misma que no pudieron proveerle cuando sucedió el siniestro. En verdad deseo empatizar con usted, unirme a su causa –trató de convencer a la mujer mayor, pero aquella sonrió, sin dejar de apuntar a la joven.
–La ayuda va en camino –dijo Noir antes de soltar el comunicador y preparar sus armas, pero al salir de la van por detrás, se topó con varios policías que les apuntaron a todos desde afuera, quienes los estaban esperando, comandados nada más y nada menos que por Keneth.
–Me temo que no van a ir a ningún lado. Nuestra matriarca nos dijo que estaban jugando a los espías, y me temo que no pueden hacer eso en nuestra ciudad, bestias –explicó el comisario, confiado, cosa que dejó a Noir molesto, Mikai asustado y Linda seria, la cual ya había pedido ayuda sin que los demás se dieran cuenta.
Por otro lado, Martha y Janeth continuaban hablando, a lo que le marcaron a la mujer mayor, quien respondió de inmediato.
–¿Qué pasó, comisario? –Aquello dejó sin palabras a Janeth, a la par que escuchaba en el altavoz la voz del hombre.
–Los tenemos, señora Martha. Los secuaces de Albus ya no causarán problemas.
–Elimínelos, comisario. Es tiempo de enseñarles a estas bestias que podemos ensuciarnos las manos si queremos.
–¡No! ¡Por favor no lo haga!
–¡Silencio, traidora! –exclamó la anciana, acercada al arma más a la joven–. ¿Lo ves? Nunca estuviste de nuestro lado.
–No, usted está llevando esto a extremos. Desprecia a las bestias por lo que hicieron a su familia y está a punto de igualarles el tablero. ¿No ve que se está volviendo en un monstruo como ellos? –Eso hizo enfurecer a la mujer, quien le mostró un rostro de desprecio total a la chica.
–¿Cómo te atreves a decir tal barbaridad? ¡Mátenlos! ¡Maten a todos! –ordenó la mujer, cosa que Keneth se estaba pensando, mas, al final, su fanatismo y fidelidad a Martha le hizo tomar su postura.
–Aunque vayamos a la cárcel, no quedará bestia sobre Asfalto que desee vivir aquí. ¡Adiós, adefesios! ¡Fuego! –En eso, justo cuando los policías apuntaron a la manada del lobo, el sonido de un andar veloz fue percibido, primero por las bestias, luego por los humanos, y justo en el momento que se abrió fuego, Albus se interpuso entre las balas y sus amigos e invocó un escudo mágico que detuvo el acero proyectado con anterioridad, lo que salvó a las bestias del acribillado.
–¡KENETH!
–¿Albus? –preguntó Janeth, lo que distrajo a Martha y le dio a la chica la ventana que necesitaba para saltar y salir del campo de visión de la vieja. Aquella trató de seguirla tan pronto pudo, pero la joven consiguió escabullirse hasta otra habitación, apenas vista por la dueña de la casa, misma que no se lo pensó dos veces en disparar, evadida la bala por la asistente del lobo.
Eso le dio señal a los vecinos aliados de acercarse a ver qué pasaba dentro de la residencia de su matriarca, por lo que la puerta delantera del hogar estaba rodeada, algo que Janeth vio desde donde se encontraba, dirigida a las escaleras para avanzar al segundo piso.
–¡No tiene caso huir! ¡Estás muerta, maldita pervertida asquerosa! –gritó la mujer, abierta la puerta para que los demás entren y vayan a por ella.
Por otro lado, Albus, lleno de ira, lanzó un poderoso hechizo de arresto a los oficiales con armas, cuyas cadenas mágicas consiguieron detenerlos, excepto a Keneth, quien tomó un arma y continuó disparando, cosa que no le hizo nada al lobo, el cual enfureció más y mostró sus caninos de rabia ante el comisario.
–Ya decía yo que el descubrimiento de Janeth como oficial y su aceptación dentro de la secta fue demasiado buena. Estaba listo para que uno de ustedes fuera el traidor, mas nunca creí que fueras tú, Keneth –mencionó Albus al caminar hacia el oficial, defendido por otro escudo que apenas invocó.
–Te crees muy listo, lobo. Pero no eres más que otro animal tonto y engreído que va por ahí abusando de los demás. ¡Eres una basura! –En eso, Keneth saca una barra extensible de acero y corre hacia Albus para golpearlo, mas el lobo lo esquiva y le tira un golpe en el rostro al superior, el cual da en el blanco de manera limpia.
La batalla continua con Albus acertando golpes rápidos y finos sobre Keneth y éste tratando de golpearlo, como si el alfa jugara con él, hasta que Linda toma el comunicador y habla con Janeth.