Asalto: Lupus

Vigésimo segundo Expediente: Sugestión

Martha, decidida a acabar con Noir, apunta a la cabeza con su escopeta, en medio de los ojos de un venado resignado y, al apretar el gatillo, la victima cierra sus ojos y escucha el «click», pero no sale ningún tipo de bala del arma.

–¿Qué? ¿Por qué? –Se preguntó la mujer al momento de tratar de disparar múltiples veces, a lo que entra Tony por un arma y apunta a la mujer, quien estaba, en teoría, indefensa.

–¡Alto! ¡Baje esa arma y levante las manos! –ordenó el zorro, cosa que la mujer pensaba rechazar, pero al momento de dar la vuelta para huir, Noir alcanza a meterle el pie y consigue que la mujer caiga, montada sobre ella Tony para de inmediato arrestarla, notado que delante de ella, dentro de la habitación, estaba la pistola con la que estaba disparando antes.

–Maldición… Se acabó por fin. –El zorro gris volteó hacia su amigo, quien se veía adolorido y ensangrentado, pero, a su parecer, estable. –Dime que estás bien.

–No, pídeme una ambulancia. Mi chaleco antibalas me ayudó, pero algunas si alcanzaron a abrirme la piel. Espero no mucho –explicó el venado, para luego toser algo de sangre.

–Ya hay una afuera. Están recogiendo a los humanos que estuviste baleando. Aunque hay uno…

–Fue la loca esa. Yo no le disparé –interrumpió en el momento, respondido por Martha.

–¡Mentira! ¡Jamás dispararía a mi gente! ¡Tú fuiste quien le disparaste a todos ellos!

–Se veía mal, Noir… ¿Estás listo?

–Siempre. –El tono de ambos era de preocupación y desagrado, mientras esperaban a los paramédicos y las autoridades oficiales para que se llevaran tanto a Noir como a Martha, arrestados ambos de momento.

Linda y Janeth ya estaban siendo atendidas. Por suerte, la mitad zorro también portaba un discreto chaleco antibalas. Por lo que no recibió un daño severo, sólo en su pierna, misma que, por suerte, no fue lastimada tan duro como pareció.

–Lamento tanto que las cosas se salieran de control así. Hasta terminamos lastimadas –explicó Janeth, arrepentida, revisado su brazo por un doctor y algunas enfermeras.

–No es tu culpa. Albus y yo quisimos acelerar esto por lo relacionado al caso. Te debemos una disculpa. Pudimos morir todos –explicó Linda, arrepentida.

–Su brazo no salió tan lastimado como esperábamos. Tuvo mucha suerte –aclararon los médicos a la asistente–. De todas maneras, la lleváremos al hospital a que le pongan un soporte y unas vendas. Le llevará una o dos semanas recuperarse por completo –concluyó el doctor, subida Janeth a la unidad médica móvil–. Su pierna también necesita unas puntadas y una cirugía menor. Podrá correr también en poco tiempo. –Con eso dicho a Linda, ambas mujeres abordaron la ambulancia y se dirigieron al hospital, no sin antes ver que llevaban en una camilla a Noir, el cual se veía más grave.

En la comisaria, la teniente Hellkite y su esposo hablaban con Albus en la antigua oficina de Kenneth, sentado el comandante Hellsong en la silla de éste, parada al lado su esposa.

–Pido de antemano una disculpa si la ASM no le dio información sobre la secta Anthropos, o si no le advertimos de nuestros avances en ella. Como lo sabrá, nuestra organización trabaja en total cubierto. Nadie dentro de las líneas fuera de los lideres de cada institución de seguridad estatal sabe sobre nuestros movimientos. Es coincidencia que la teniente Hellkite lo sepa y sea mi esposa, mas eso no quita que sabíamos sobre su infiltración, e incluso, su posible adentrado al sitio tan pronto dio con uno de nuestros propios miembros. –Al decir eso, alguien tocó la puerta, permitido pasar por el león, a lo que se abrió la entrada y Albus quedó perplejo ante lo revelado.

–Agente Nehn, bienvenido –dijo la teniente al saludar a Ernesto Henn, el hombre que despreció desde el inicio al lobo.

–¡Wow! Eso si no lo vi venir. Nehn, un anagrama de Henn, ¿cierto? He escuchado de usted hasta en Angraterra. Jamás creí que fuera tan buen actor –explicó Albus, impresionado.

–Actuar y mezclarse a la perfección es un trabajo que no cualquiera puede hacer, detective Albus. Agentes como yo pertenecemos en el anonimato por una buena razón –dijo el hombre trajeado y altanero, algo que no le agradó al lobo.

–Veo que no actuó mucho en su personalidad –destacó Albus.

–Hago mi trabajo. Sólo eso –denotó el hombre, puesta su vista en su jefe–. Comandante. Los miembros de Anthropos importantes han sido todos capturados. Las evidencias están ya en su correo electrónico y las físicas empaquetadas por la forense de la ASM. Mi informe estará mañana temprano a su disposición y estoy listo para ayudar en los interrogatorios tan pronto me lo pida.

–Gracias, agente. Tan eficaz como siempre. Estaremos listos en unos momentos. Sólo deseaba explicarle al detective Albus sobre nuestra labor. Si es tan amable.

–Por supuesto. Antes de la aparición de «el cazador», la secta Anthropos ya había hecho uso de secuestros, violencia, asesinatos y de más actos racistas contra bestias. Estábamos casi listos para desmantelarlos hasta que cesaron gracias a la persona que buscas. Nos retrasó un total de ocho años, y aunque seguían cometiendo crímenes desastrosos, no encontrábamos ni a la cabeza verdadera, ni siquiera un crimen más que pudiera ligarnos a ellos. Por suerte, me gané la confianza de Martha y apenas el año pasado me reveló que era ella la líder, la que fundó todo. Pensé en arrestarla y acabar con ello, pero se me pidió ser paciente y esperar el momento adecuado cuando hicieran una movida y así, de forma irrefutable, conseguir arrestarlos. Como ya sabe, las bestias enfrentan sus juicios con más dureza y los humanos salen muy seguido impunes de los crímenes en contra de estos. Hay mucho racismo, detective Albus. En su país también –aseguró Nehn, cosa que provocó al lobo bajar la mirada, asqueado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.