Asalto: Lupus

Vigésimo tercer Expediente: Inmundo

Tan pronto se reveló la identidad de los informantes del asesino, y se hizo público que la secta Anthropos estaba ya en custodia de la ley, Hermet Moreno, trabajador del hotel Zeenu Bait, desapareció al instante. Nadie en el hotel, los vecinos o amigos sabe algo sobre él. Parecía como si se lo hubiera tragado la tierra en un parpadeo, por lo que la policía y la ASM (Agencia de Seguridad de Mozhikon) pusieron manos a la obra en bloquear cada salida de la ciudad en búsqueda del hombre. Se repartieron imágenes de su rostro y referencia, habida una gran probabilidad de seguir éste dentro de Asfalto.

Albus es quien dirige la operación, aunque parece no tener éxito a pesar que ya ha pasado casi la semana desde que inició dicho movimiento, pues ha habido otro problema de por medio en todo el asunto que no lo deja concentrarse del todo en ello.

La secta Anthropos se encuentra en juicio gracias a sus múltiples crímenes. La evidencia reunida gracias a agentes como Nehn ha hecho que los jueces, en su mayoría humanos, no puedan evitar darles fuertes condenas a la mayoría de los miembros de aquella agrupación, aunque algunos han logrado salir casi impunes, sólo con advertencias y castigos leves. Por otro lado, las grandes cabezas y ejecutores si han sido cargados con sentencias grandes, sobre todo Martha, la cual fue condenada a cadena perpetua en simpatía con su avanzada edad, en lugar de sentenciarla a la muerte.

Entre ello, y para sorpresa de Janeth, más que todos, uno de los enjuiciados y llamados al estrado, a pesar de su condición un tanto preocupante, fue Noir, pues se le acusó de haber disparado con intenciones asesinas a los miembros de Anthropos por razones racistas y vengativas, ya que la secta tuvo que ver hace años con su salida del país sin que se diera cuenta que se trataba en realidad de ellos, pero las pruebas parecen dictar lo contrario.

Además, uno de los afectados entre el tiroteo en la casa de Martha murió, acusado por todos haber sido el venado quien le disparó al hombre, cosa que era falso, pues fue la misma anfitriona quien le dio el balazo para tratar de acabar con el intruso, aunque eso es un poco fácil de comprobar, el juez no estaba dando oportunidad a la bestia de defenderse del todo. Parecía que deseaba encarcelarlo o ejecutarlo a toda costa, algo que mortificaba a su manada y a Janeth.

En el estrado, se encontraba Noir con ropa de recluso, los cuernos cubiertos por esponjas, sus patas superiores e inferiores esposadas y con un bozal en su hocico. Éste tenía espacio suficiente para dejarlo hablar. Sus amigos y la teniente Hellkite se hallaban entre el público presentes, observado todo sin poder hacer mucho.

–Si la defensa no tiene nada más qué aportar, entonces me temo que deberé tomar un veredicto en la proximidad del juicio. El señor Noir Maldonado, quien es un Mozhikonito, deberá de enfrentar el peso de la ley de su alma mater a pesar de tener fuertes lazos con Angraterra, donde radica actualmente. La corte está consciente que pertenece a la manada de Albus Wilson, y su cercanía con la política, pero eso no lo exonera de sus crímenes, señor Maldonado. Asesinar a un humano de esa manera, cuando pudo evitarlo con sólo dispararle en la pierna, me parece que es considerado un crimen en toda la extensión de la palabra –alegó el juez, cosa que frustraba a todos los presentes, sobre todo a las bestias.

–Su señoría. Seguimos esperando las pruebas de las armas que le confiscaron a mi cliente –habló la defensa de Noir, quien era un abogado serpiente bastante hábil, pero parecía estar nervioso por los sucesos–. ¿Cómo es posible que el campeón de tiro presente haya decidido matar a sólo uno y por la espalda? Las pruebas dicen…

–No hay testigos que digan lo contrario. Ya llamó a toda la manada y otras personas que conocen al señor Maldonado, pero nadie vio el incidente. En nuestro país no usamos la magia para interrogar, confiamos en el buen habito del hombre y las personas involucradas. Todas han dicho lo mismo: el señor Maldonado tomó el arma y disparó a este hombre que trataba de huir. No hay nada que dicte lo contrario mas que el testimonio del acusado. Ambos abogados, tanto de la víctima como del acusado, acérquense. –Los dos sujetos, el humano y la serpiente, se colocaron cerca del juez para discutir sobre lo sucedido, mientras detrás, Albus, Linda y Janeth, las últimas dos vendadas, parecían estar preocupados.

–¿Cree que es el fin? –preguntó la humana, mortificada.

–No, ese hombre debe de poder hacer algo. Es un experto en defensa injusta de bestias. Pero el juez se está mostrando demasiado a favor de la «víctima». El hombre tiene un hijo en la política muy conservador, con tintes racistas hacia las bestias. Debe de querer hacer quedar bien al maldito porque las elecciones se acercan, y que mejor que sentenciando a una bestia que asesinó a un humano –explicó la teniente, pensativa.

–Pero no es justo. Varios de los miembros de Anthropos fueron sólo llevados a prisión y se les comprobaron a muchos que mataron incluso a infantes. ¿Por qué…?

–Porque los humanos nos odian –dijo Albus, molesto, llamada la atención de la chica–. Perdona lo dicho, pero es la verdad. En Angraterra no es muy diferente. En ninguna parte del mundo lo es… Las bestias son tratadas con más dureza sin importar qué. Hay países donde somos prácticamente esclavos. Las hembras son mutiladas de su órgano sexual y los machos castrados, ocultos bajo velos, puestos para la servidumbre humana. Personas como Linda son asesinadas tan pronto son descubiertas, de las maneras más horribles imaginables. Nuestro mundo ha avanzado, pero sigue siendo un asqueroso agujero. Lo he visto muchas veces. Cómo, por cualquier tontería, las bestias somos ejecutadas o sentenciadas a pasar de por vida en la cárcel. En Angraterra un círculo de la verdad ya hubiera resuelto esto, pero como Noir es nativo de Mozhikon, no podemos trasladar el juicio a allá –explicó con coraje el lobo, frustrado.




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