–¡Hay que detenerlo! Si tiene el artefacto de Schrödinger, es prueba suficiente para arrestarlo, ¿no? –preguntó Janeth, temerosa.
–Si es que lo encontramos. No tenemos razones suficientes para catear su casa. Necesitamos una pista más sólida que ésta. No podemos llegar y decir que hablamos con Linda. Se descubrirá todo y me expondría –explicó Pedro, mortificado y débil por la magia que estaba usando.
–Entonces, ¿debemos sólo decirle a Albus sobre nuestra «sospecha» y dejar que él haga algo? A Jaime ya no le importó nada. Mató a más de una docena de gente inocente. Hay que proceder ya o más gente morirá.
–Es cierto. Deben darse prisa –comentó Linda, llamada la atención de los vivos–. El artefacto de Schrödinger que posee Jaime tiene un elemento legendario dentro de ella: una llama mágica pura –explicó Linda, cosa que dejó atónitos a los presentes.
–¿Fuego naranja sagrado? –cuestionó Pedro con completa incredulidad.
–Eso mismo –respondió Linda, preocupada.
–¿Qué…? No entiendo.
–¿No lo sabes? Existen siete llamas sagradas en el universo. Cada una tiene una función específica y la naranja… ¡Por el Creador! Es eso lo que estaba haciendo –concluyó Pedro, asustado.
–¿Detective?
–La máquina es capaz de almacenar mana. Seguramente Jaime usa el hechizo de drenar mana para introducir dicho en el artefacto y así alimentar la llama mágica. Esa debe ser la representación de la acumulación de todo el mana robado hasta el momento, o tal vez se trate de la llama de Schrödinger.
–¿Para qué querría alimentarla?
–Tal vez para liberar al maldito de ese cubo –teorizó Linda de momento–. Recuerda que Schrödinger está en un estado inerte dentro de la caja. Nadie sabe si está vivo o muerto. Con el poder de esa llama mágica, no dudo que pueda liberarlo y, quien sabe, hacerlo más fuerte de lo que es. –De pronto, la imagen de Linda parpadeo, mientras que Pedro caía sobre una rodilla al suelo, débil y con poco mana.
–¡Linda! ¡Detective!
–No puedo más, Janeth. Ella debe irse.
–Por favor, resista un poco más. Yo…
–Está bien, Jan –dijo la voz de la mujer con un tono apacible, lista para marcharse–. Me dio mucho gusto hablar contigo una última vez. Sé que cremarán mi cuerpo y esto no volverá a suceder. No debió pasar, incluso. Pero ahora que sabes la verdad, sé que harás lo correcto.
–No, Linda. Espera. Albus y los demás también desean hablar contigo –explicó la chica entre lágrimas, a lo que Linda sólo respondió con una frágil sonrisa.
–Diles que los amo y que jamás los olvidaré. Los llevo en el corazón siempre, incluso después de la muerte. Gracias, por favor, cuida a Albus por mí, hermana. –La imagen de Linda se desvaneció en el aire, junto con la tormenta y la luz de la magia de Pedro, quien apenas y podía respirar del cansancio.
–Hay que movernos… Con toda esa magia, puede pasar una locura… ¿Janeth? –El mapache vio a la chica, cuyo rostro había cambiado de uno triste a otro estoico, lista para actuar.
–Necesitamos evidencia, ¿no es verdad? Yo iré a la casa de Jaime y sustraeré esa información. Haré que el maldito se delate. –Las palabras de Janeth estuvieron llenas de seriedad, al mismo tiempo que se dio la vuelta y salía, aunque Pedro trató de detenerla.
–¿Estás loca? ¡Es suicidio!
–Prepare entonces todo, detective. Tan pronto me dé algo, entren a arrestarlo, póngame a salvo.
–¡No puedes hacer eso! ¡Es una orden! Si vas estarás en desacato.
–No me detendrá. Sé su secreto. Apóyeme o nos vamos los dos al pozo. –El mapache se vio a si mismo acorralado, débil al tratar de ponerse de pie para hacer entrar en razón a la mujer.
–Si mueres, ¿cómo cumplirás con lo que te pidió Linda? Debe de haber otra forma. ¡Sé sensata!
–Sí, sé que la hay, pero no tenemos tiempo. No se preocupe, iré con Albus. Él confía en mí. –Janeth salió del lugar, dejado Pedro ahí, sólo. En eso, aquel se comunicó con su equipo para moverlo a casa del profesor Jaime y así apoyar a Janeth.
Por su parte, la asistente trató de contactar a Albus, pero su teléfono sonaba fuera de línea. La chica creyó que lo había apagado, por lo que prefirió entonces ir sola. Tomó su propio móvil, marcó a Noir y éste le respondió de inmediato.
–¿Chicos? Perdonen las molestias, pero ¿tienen forma de grabar esta llamada y enviársela por teléfono al detective Pedro?
–Sí, Janeth. ¿Pasa algo?
–Avisen a Albus tan pronto puedan que se reúna conmigo en casa de Jaime Galván. No se preocupen, estaré bien. Sólo hagan lo que les digo, por favor. –Noir y Tony se vieron el uno al otro confundidos, pero accedieron de inmediato. Usaron el equipo de Mikai que tiene en su habitación y consiguieron grabar la llamada, a la par que el teléfono de Pedro sonó, escuchada la voz de Janeth del otro lado. –Todo lo que se escuche aquí está siendo grabado. Detective, tan pronto encuentre el material, de la orden.
–Así será. –Janeth por fin llegó hasta la casa de Jaime, pagado el taxista antes de irse, avanzado el paso de la mujer hasta los policías que estaban afuera del hogar del profesor.
–Buenas noches, oficiales. Me temo que debo entrar al hogar del profesor Jaime para hacerle unas preguntas. Espero no haya problema con eso. –Ambos colegas se vieron el uno al otro, extrañados, para luego regresar la mirada a la asistente del detective.
–Señorita Jensen, el profesor debe estar ya dormido. No creo que le responda.
–No se preocupe. Él lo hora. Vendrán más unidades pronto por parte del detective Pedro. Tal vez el mismo se presente. Por favor, apóyenlos sin dudar. –Aquello preocupó un poco a los policías, por lo que el segundo no tardó en preguntar, mortificado.
–¿Algo que debamos saber?
–No por ahora. Si todo sale bien, lo sabrán. Preparen sus armas. –Eso alertó a los oficiales, quienes de inmediato se prepararon, no sin antes mencionarle a Janeth algo más.
–Señorita Jensen, el detective Albus marcó hace unas horas. Preguntó por el profesor y sus últimos movimientos. ¿Tiene que ver con esto? –Aquello dejó perpleja a la chica, por lo que se detuvo, reflexionó y contestó.