Asalto: Vulpes

Segundo misterio: Rencor

Tras una noche larga, con el estómago vacío, la chica mitad zorro se levantó un poco más temprano de lo habitual.

El sol todavía no salía, por lo que la penumbra estaba presente, aunque aquello no era problema para la joven, pues su vista nocturna la guio sin problemas hasta el primer piso del hogar donde ahora vivía en búsqueda de algo que comer, por lo que se dirigió a la cocina, notado que la puerta parecía estar cerrada con llave.

Para su suerte, sólo era la apariencia, pues aquella se hallaba abierta, por lo que, con cuidado, se pudo introducir hasta el sitio y caminar al refrigerador, en donde pudo encontrar bastantes cosas que podría consumir. Había varios dulces, mas prefirió tomar una rebanada de jamón y una manzana que se hallaba sobre una mesa, en un frutero.

Al dirigirse a la salida, la chica casi pega un grito al ver que, en ella, se hallaba Eronika, con un rostro de extrañez, soltada la manzana hasta caer ésta en el suelo por el susto.

–Joven Linda. ¿Qué hace a esta hora levantada? –preguntó la sirvienta, mortificada.

–Tenía hambre. ¿También bajaste por comida?

–¡Oh, no! A esta hora comienzo a organizar todo para el desayuno y los primeros deberes del hogar.

–¿A las cinco de la madrugada?

–A las cuatro, señorita. Es sólo que no hago mucho ruido.

–Ya veo –expresó la joven al ver cómo la ratona recogía la manzana y pasaba a lavarla con cuidado, secada después para regresársela–. Disculpa si te molesté con esto.

–Nunca me ha molestado, señorita. Por favor, si tiene hambre, no dude en buscarme y le prepararé algo de su gusto –contestó cálida la sirvienta al entregar la fruta con cariño a la chica.

–Gracias, pero está bien.

–No lo creo. Anoche no bajó a cenar. No debería perderse de una comida tan importante. Menos ahora que está en crecimiento y cambiando de vida –enunció preocupada Eronika, cosa que apenó a la hibrida.

–¿La señora Swift se enojó?

–Para nada. Parecía más preocupada que otra cosa –explicó la ratona, seguido de un suspiro de Linda.

–Regresaré a mi habitación a tratar de dormir al menos una hora más. Te veré luego.

–La levantaré en un par de horas si sigue dormida. Descanse, señorita. –Sin más, la mitad zorro regresó a su habitación para comenzar a comer la manzana, pensativa sobre todos los cambios que había vivido tan pronto y en su madrastra que tanto despreciaba. Una parte de ella creía que no era mala, pero la mayoría de su ser no quería verla otra vez en su vida.

Con el estómago menos vacío, la chica consiguió dormir un poco más, hasta que fue levantada por la servidumbre. Con ello, una vez más comenzó su día y pasó a desayunar con la señora del hogar, la cual se notaba normal a pesar de lo sucedido la noche anterior.

Pocas palabras fueron intercambiadas entre ambas, y antes de Linda retirarse, Lavanda puso muy en claro que ayer sería la última vez que la joven se perdería la cena. Ante esto, la adolescente sólo asintió y se disculpó, cosa que impresionó un poco a la dueña del hogar, para luego agradecer por la consideración de la menor.

Cazares llevó una vez más a la chica al colegio, en donde pasó el día de manera común, hasta que llegó el receso. Era habitual que Linda llevara comida de su casa a su antigua escuela, pero ahora sólo tenía que ir al comedor y pedir lo que sea, pues ahí el almuerzo de los alumnos ya estaba pagado con la colegiatura.

Tímida, la joven pidió a los cocineros preparar algo delicioso y sencillo, cosa que fue hecho sin mucho apuro, recibido un clásico platillo de Angraterra, donde se observaba pescado, verduras, tubérculos y una crema deliciosa que la alumna disfruto en soledad, hasta que Kimberly llegó con sus amigas, sonrientes y expectantes.

–¡Linda! ¿Por qué estás sola? ¿Podemos sentarnos? –preguntó la «líder» casi invadiendo el espacio vacío de la banca, a lo que la híbrida asintió sin problemas, colocadas las cuatro chicas enfrente y al lado de la joven–. Buen provecho a todas. Espero este filete sí sepa decente, no como el pescado horrible que siempre dan –continuó Kimberly al ya estar cómoda, notado que Linda tenía justo de lo que se quejó en su plato–. ¡Amiga! Es tu primera vez comiendo aquí. Tu hazte tus propias opiniones. No me hagas caso. Es sólo que estoy acostumbrada a una trufa riquísima y estos saben a nada –explicó la adolescente, notada una sonrisa incomoda de Linda, misma que comió el pescado.

–Sí está un poco desabrido.

See! I told you! La comida de aquí es mala. Sé que no tienen un chef como los de nuestros hogares, pero esto también ya es criminal –expresaba Kimberly un tanto despectiva de los alimentos, cosa que en realidad no molestaba a Linda–. Déjame presentarte a las chicas. Ella es Britany Smith, Valerie Harvees y Agatha Shoemaker. –Las jóvenes apuestas saludaron, notado que sólo Agatha era una bestia, una hiena muy bella.

–Encantada. He escuchado el apellido de Valerie.

–Sí, papá es ministro y quiere saltar a un puesto más importante. Lo han entrevistado mucho –respondió la joven de cabello castaño, feliz–. Él pelea por gente como tú. –Aquello hizo que todas vieran preocupadas hacia Linda, con sus sonrisas borradas, a excepción de Valerie que continuaba alegre, visto cómo la híbrida bajaba la mirada y se notaba triste.

–¡Valie! ¡No digas eso! –regañó la joven pelirroja de piel oscura a su amiga, avergonzada.

–¿Qué? No tiene nada de malo, Brit. Es la verdad.

–Sí, Valie. Pero no vas por ahí diciéndole a la gente ese tipo de cosas. La puedes incomodar –enunció Kimberly, molesta, cosa que hizo a Britany entristecerse, incomoda Linda por ello–. Perdónala, Linda. No lo hace con mala intención. Muy por el contrario, creo que lo único que quiere es que sepas que estamos contigo –explicó la joven con cautela, asintiendo las demás luego de eso.

–Muchas gracias. No tienes por qué sentirte mal, Britany. Agradezco que haya personas como tu padre que levante la voz por gente como yo. Es bueno saber que hay personas que confrontan problemas así en lugar de hacer comentarios hirientes –mencionó Linda, algo que impresionó a todas.




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