Asalto: Vulpes

Séptimo Misterio: Compartir

El nuevo tetramestre dio inicio, y tan pronto fue hora del receso, Linda se apresuró a ir hasta el gimnasio abandonado, cuyas ruinas se notaban consumidas por el fuego ya estando cerca. La pintura chamuscada, las marcas del fuego en los cimientos y la inevitable ceniza pegada a las paredes hacían de aquel lugar uno por completo tenebroso.

La chica sentía un mal augurio proveniente del sitio. Era como si algo oscuro le llamara desde adentro, mas el temor de siquiera dar un paso más hacia el lugar la inundaba. Más porque notó que no había guardias cerca. A pesar de ser un lugar prohibido, nadie lo cuidaba.

Sus hermanos le advirtieron sobre lo que ellos mismos habían visto y escuchado, dicho de manera encarecida que no entrara al sitio por nada del mundo, mucho menos tratar de escabullirse en la noche.

De pronto, la joven notó algo. Vio una silueta detrás de una de las puertas rotas de la entrada. A plena luz del día, como se le dijo, parecía que el espíritu de Samwell la observaba desde el otro lado, curioso. Lo peor es que, cuando ella se dio cuenta de esto, la figura respondió y se empezó a revelar más y más, lo que aceleró el pulso de la chica, paralizada al no poder creer lo que sus ojos estaban percibiendo.

–Disculpa… –La voz de alguien sonó a espaldas de la joven, lo que la hizo saltar del susto y gritar rápido, cayendo al suelo al darse la vuelta sin control, notado un grito de la otra persona que le habló también.

Fort he Creator’s sake! ¡No hagas eso! ¡Me espantas… te! –dijo la híbrida al notar que la chica a la que estaba viendo se trataba de una chica que compartía similitudes con ella.

–Lo siento, es que te vi y no pude evitar acercarme, porque eres la única híbrida que he visto por aquí –confesó la joven mitad zarigüeya, avergonzada.

–¡No! Perdóname tú a mí. Estaba distraída con… –En eso Linda regresó la mirada al gimnasio, mas ya no había nada allá. –¡Ah! Whatever! Soy Linda Swift.

–Monique Earthson. Un gusto conocerte –responde la chica.

–Créeme, el placer es mío. El tetra anterior estuve sola. De hecho, no hablo con nadie, en realidad. Luego del asalto supongo es normal –mencionó la joven, triste.

–¿Asalto? ¡No puede ser! ¿Fue en aquí lo de la discriminación al híbrido?

–Sí, y ya victima fui yo.

Oh my gosh! No way, gurl!

–Tienes un acento muy lindo. No eres de aquí, ¿cierto? –preguntó la mitad zorro, cosa que sonrojó a Monique.

–Así es. Soy de USE. Vengo del otro lado del océano, sis –explicó la chica de piel oscura, impresionada Linda por ello.

–¡Ya veo! Ya decía yo que ese hablar se me hacía familiar.

–Espera. Antes que nada, quisiera mostrar mi solidaridad con lo que te pasó. Fue terrible y espero jamás vuelva a sucederle a nadie. De verdad –expresó la chica mortificada al tomar las manos de su compañera.

–Muchas gracias. ¡Oye! ¿No te da miedo estar en Saint Frosteye al enterarte de esto? Digo, sé que se omitió donde ocurrió en los diarios y que esta escuela tiene renombre, razón por la cual no tenías ni idea de ello. Ahora que lo sabes, no me sorprendería que te fueras.

–No, tu sigues aquí. Se nota que eres alguien pudiente y, a pesar de lo sucedido, no te has cambiado. Creo que estaré segura en este colegio ahora que eso pasó. ¡Qué horror que haya tenido que ocurrir para que la escuela sea segura! Pero jamás dejaría a una sis sola –expresó la extranjera, sonrojada Linda por lo dicho–. Por cierto. ¿Qué le pasó a ese gimnasio y por qué lo estabas viendo? ¿Ocurrió ahí el asalto?

–¿Ah? ¡No, para nada! Es que escuché leyendas sobre cosas que aparecían o se escuchaban ahí y me dio curiosidad.

–¿Qué? ¿Fantasmas? ¡Qué horror! Mejor si me cambio de escuela –expresó la muchacha, impresionada y decepcionada Linda al saber que Monique le tenía más miedo a los muertos que a los vivos.

Well… No es como que vayas a entrar ahí. Sólo mantente alejada. No es para tanto.

–Sí, además es de día. Nunca se viene en la noche, ¿o sí?

–No –respondió Linda, omitiendo que las cosas que se ven y oyen también se aprecian en el día.

–Menos mal. Por cierto. ¿Sabes dónde está esta aula? –preguntó la extranjera al mostrar una hoja a Linda, feliz la mitad zorro al leerla.

–¡Estaremos en el mismo salón! ¡Qué suerte!

Really? ¿No será que metieron a las raras juntas por eso mismo?

–¡Ja, ja, ja! ¡Ojalá! Nos hacen un favor –emitió Linda jovial, iniciada la caminada hacia el aula por ambas, no sin antes darle un último vistazo al gimnasio abandonado.

–¿Tienes familia estudiando aquí? –cuestiona Monique, curiosa.

–No, mis medios hermanos ya se graduaron. Estudian en Batbridge.

–¡Wow! Prodigios, ¿eh?

–No lo dirías así si los conocieras –mencionó la chica con un rostro que denotaba cansancio y decepción.

–Yo tengo un hermano mayor, pero va a Bullford –dijo orgullosa la mitad zarigüeya.

–¡Hey! Esa es una muy buena universidad también. Seguro le alcanzas allá.

–¡Nah! Planeo ir a Batbridge.

–¡Eso está mejor! Porque es justo a donde quiero ir también.

–Creo que este es el inicio de una muy buena amistad.

–¡Ja, ja, ja! ¿Te gusta el rock?

¡Duh! Los Beaters fueron buenos, pero creo que King es mejor ya.

–¿Cómo te atreves a decir que alguien superó a los Beaters? –enunció Linda sonriente y ofendida.

–¡Ya fueron! John Lemur nunca debió meter a Yoko Mono en el proyecto. Esa fue la caída.

–Todo mundo dice eso, pero Paul McKitty es la razón verdadera de porqué han «caído» como tal. Mira… –La platica continuó llena de alegría y discusiones amistosas. Las jóvenes sin dudas empezaron a congeniar muy bien, pasadas las clases de forma más amena por parte de Linda, quien sin dudas había encontrado en Monique no sólo una amiga, sino a alguien en quien salvaguardarse en contra de quienes sin dudas la miraban diferente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.