Asalto: Vulpes

Noveno Misterio: Paseo

Durante el fin de semana, luego de una exhaustiva jornada de estudio en la cual Linda se había esforzado para subir sus calificaciones, Lavanda junto a Cazares se preparaban para salir hacia Saint Frosteye en favor de recoger a la estudiante. De ahí, pasarían a la universidad, donde verían a los gemelos, pues ese día saldrían tarde por actividades extracurriculares, aprovechado esto por la muchacha para ir a ver a su padre a su trabajo y así salir a cenar fuera de casa con él y su demás familia.

Por lo tanto, Linda se encontraba fuera de la entrada de su colegio junto con Monique y su hermano, mismos que decidieron esperar a que llegaran por ella. Aunque la joven les repitió un par de veces que era innecesario, sus amigos insistieron en hacerle compañía.

La realidad es que Linda deseaba que se quedaran para convivir más con Ethan, algo que Monique desaprobaba, pero no evitaba. La híbrida pensaba: «si va a pasar algo malo, que sea por su mano para que aprenda una buena lección». Esto cada vez que Linda le sonreía a su apuesto hermano luego de decir cualquier cosa por más tonta que sea.

Luego de un rato, Lavanda llegó en el auto, bajando de aquel bastante apenada, pues se había retrasado diez minutos.

–Linda, discúlpame. Había un trafico terrible por un choque que hubo en la séptima avenida. Espero no haya sido muy molesto esperarnos –dijo la mujer sin perder su semblante duro–. ¡Oh! Ustedes deben ser Monique e Ethan Earthson. Mucho gusto, soy Lady Lavanda Swift –anunció la mujer con su título, como es debido, impresionados los hermanos de saber esto.

–¡Lady Swift! Its our pleasure to meet you, milady –anunció Ethan al inclinarse, al igual que Monique.

–¡No nos dijiste que tu madre es una noble! –reclamó entre dientes la híbrida a su amiga, cosa que le hizo girar sus ojos.

–Papá también lo es, pero no es algo que me guste resaltar. Además, estamos muy lejos de la familia real. Sólo somos una especie de socialité. –Esas palabras provocaron una leve sonrisa Giocondana en Lavanda, para luego proseguir.

–No es necesario tener tanta formalidad. Han sido buenos con Linda, así que los considero ya de la familia. ¿Dónde viven? –preguntó la mujer, a lo que Ethan se adelantó a su hermana, avergonzado, y respondió.

–En Pebbletown. No se preocupe, milady. Llegaremos allá in no time –expresó la zarigüeya, pues temía que les ofrecieran llevarlos y le daba mucha pena aceptar.

Non sense! Suban al auto. Tenemos tiempo para llevarlos, ¿cierto, Cazares?

–Así es, lady Swift! –aseguró el chofer, apenados por esto ambos, más el mayor, hasta que Linda les hizo la misma invitación, conseguido que subieran a duras penas, arrancados para su destino.

En el camino, la platica fue bastante sencilla. Lavanda hizo preguntas educadas y comunes a los jóvenes, algo que los empezó a relajar y hacerlos sentir seguros al recibir muchos halagos de parte de la zorro. En un parpadeo, llegaron al hogar de los Earthson, el cual era bastante pintoresco.

–Muchas gracias por traernos. Ha sido un honor y nos sentimos halagados –dijo el mayor una vez abajo del vehículo, todavía un tanto apenado, emergida la madre de los jóvenes del hogar al ver dicha escena.

Oh, lord Creator! What the hell is happening? ¿Hicieron algo malo este par? –preguntará la carismática zarigüeya de pelaje oscuro, regañando a sus hijos.

–Buenas tardes. Soy Lady Lavanda Swift, y sus hijos no hicieron nada. Al contrario, se han portado muy bien y son amigos de mi hijastra, Linda. Les ofrecí traerlos por quedarse a esperar a que llegara gracias a un infortunado retraso –explicó la adulta, sorprendida y apenada la señora Earthson por eso.

My lord! Lady? ¡Oh, no se hubiera molestado, milady! He escuchado mucho sobre Linda y lo buena muchacha que es. Agradezco demasiado que se hayan tomado la molestia de traerlos hasta acá. Por favor, acépteme una taza de té. No tiene que ser ahora si lleva prisa, cuando guste, mi humilde hogar está abierto para su familia –expresó la madre de Monique, provocada una bella sonrisa sincera en el rostro de Lavanda, cosa que impresionó mucho a Linda, pues pudo notar con certeza lo bella que se veía sonriendo su madrastra.

–Me halaga con su oferta. Tenga por seguro que compartiremos mesa pronto, mrs. Earthson. Por ahora debemos irnos. Un gusto conocerle.

–El placer fue nuestro –dirá la zarigüeya, retirados del lugar los Swift en el auto una vez que todos se despidieron de manera apropiada.

–Los Earthson son personas bastante amables, educadas y buenas. Me siento bendecida de saber que has hecho buenas amistades en el lugar –expresó Lavanda con una ligera sonrisa, casi difusa.

–Yo me siento aún más afortunada. Se siente bien tener a alguien que te entienda a la perfección y con quien puedas hablar. –Cuando dijo eso, Lavanda pensaba decir algo, pero sin que Linda lo notara, decidió callar, pues no deseaba ser intrusiva.

–¿Ya sabes a dónde quieres ir a cenar? –preguntó la mayor, lo que puso pensativa a la adolescente.

–No lo sé. Me gustaría que papá eligiera.

–En ese caso sé a dónde iremos.

Latinianis –enunciaron ambas casi al unísono, para luego verse la una a la otra y Linda reír. Lavanda también tenía ganas de hacerlo, pero sólo miró al exterior con una ligera sonrisa, tranquila.

–Nunca entenderé porque tu padre ama la comida Latinia.

–Supongo que es porque es algo muy diferente a lo que se come aquí. Además, debe ser el tomate.

–¿En serio? No sabía que le gustaba tanto.

–¡Oh, no! No es que le guste, pero… –En eso, la joven decidió detenerse, y antes de continuar, decidió decir una mentira. –A mí me gusta mucho –expresó Linda, algo que extrañó a Lavanda, sospechado de la verdad que se le había ocultado.

–¡Claro! Eso tiene más sentido para mí –enunció la mujer, para luego suspirar y continuar viendo hacia la ventana.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.