Linda y Monique se encontraban en casa de la primera, tratando de resolver una difícil tarea que les encargaron en pares, la cual era representar uno de los exitosos experimentos sobre la electricidad que formaron las bases del electromagnetismo, con materiales caseros, por supuesto.
En medio de la tormenta de ideas, la sirvienta Eronika vio a las chicas batallar en saber qué usar. No pudiendo tentarse el corazón, avanzó hacia ellas y trató de ayudar.
–¡Hey! ¿Qué pasa, jóvenes? ¿Algún problema que no puedan resolver? –preguntó la mujer, sorprendida Monique por la confianza del personal, no de manera despectiva, sino porque al verlos la primera vez, pensaba que eran más temerosos a acercarse a quienes le contrataron y sus familiares.
–La verdad, sí, Eronika. Verás, tenemos que construir un generador de Van de Grawll, pero con materiales no convencionales. Nada de pedir a un soldador que nos haga la bola de aluminio que va a arriba.
–Tampoco la banda de fricción que genera la electricidad. Debe ser todo con nuestras manitas, y lo entregamos mañana –explicó la visita, cosa que hizo pensar a la mujer.
–¿Me pueden mostrar al menos cómo se ve? –Las jóvenes le pusieron la ilustración y explicaron a la perfección cómo funciona, cosa que impresionó a la ratona. –Bueno, tengo dos recipientes de cobre en la cocina. ¿Podrían ser útiles? Si los juntamos, casi forman un círculo.
–Pero… ¿Cómo los reuniremos? –preguntó Monique, preocupada.
–Hay cinta metálica. Tengo entendido que conduce la electricidad porque está hecha de una especie de aleación especial. También tengo un cinturón de goma que podríamos cocer y usar como la fuente de energía. Poleas y palanquillas son fáciles de armar. ¿Qué dicen? –Las chicas estaban fascinadas, y luego de aceptar, fueron a la cocina y por toda la casa junto a la adulta para recoger los materiales con mucho entusiasmo.
Entre el trabajo, las risas y la diversión no hicieron falta, notado por Monique que, sin lugar a dudas, Eronika era cercana a su amiga, por lo que, una vez que el generador quedó terminado, funcionó a la perfección y la sirvienta, agradecida, se retiró para dejarlas solas, la híbrida no dudó en preguntarle a Linda por aquella.
–No quiero ser indiscreta, pero se nota que te llevas muy bien con Eronika –expresó Monique, algo nerviosa, pues no quería sonar grosera.
–Ella es como una segunda madre para mí. –Linda hizo una pausa, se levantó y cerró la puerta de su habitación, para luego colocarse al lado de su amiga y hablar con la voz más baja posible, casi al oído de su compañera, en favor de que nadie las escuchara. –Cuando mi madre falleció, Eronika fue quien se quedó cuidándome por seis años mientras papá continuó trabajando en la universidad junto con otros profesores, e incluso, creo que fue Schrödinger quien le ayudó a ascender en dicho lugar, porque siempre que se le cuestiona que le ayude tanto ahora, menciona que está muy agradecido con él por ayudarle en momentos muy oscuros desde siempre.
–Ya veo. Entonces fue tu nana –concluyó Monique, cosa que le hizo reír un poco a Linda.
–No creo que sea así. Sé que en estos momentos vivo en una mansión lujosa y tengo servidumbre, pero antes las cosas en mi vida eran muy diferentes. Mi madre era de un barrio humilde que se haya a las afueras de la ciudad, y era vecina de Eronika. Amigas de toda la vida. El día que falleció, mi padre no sabía qué hacer, y ella se ofreció a cuidarme mientras él no estuviera en casa. Ha sido mi amiga y guardián desde entonces, y la amo muchísimo, como si fuera de mi propia familia –explicó la joven, cosa que extrañó a Monique.
–What the hell? Why she is working here, then?
–Bueno, cuando mi padre regresó con la señora Lavanda, le dijo a Eronika que podía venir a visitarme cuando quisiera. Siempre sería bienvenida, mas ella rechazó la oferta. No tenía el corazón para decirme adiós, ni yo para irme. De hecho, yo no deseaba abandonar mi casa allá en Dirtburg, pero tuvimos que hacerlo, por el bienestar de todos, dijo mi padre. Fue entonces que Lavanda le preguntó a Eronika si tenía empleo o lazos que la sujetaran al barrio. Ella dijo que no, y le ofreció trabajo, un techo, sueldo y un plato de comida todos los días, así como libertad para hacer lo que deseará cada cinco días. Aceptó sin pensarlo, y ahora se comporta como si fuera mi sirvienta, porque teme que la señora Lavanda la reprima, aunque el día libre se la pasa conmigo como lo que es: Mi mamá «postiza». –En eso, Linda ve la cara de Monique y nota que está hecha un mar de lágrimas, moqueando y toda la cosa.
–Sis… That’s the most beautiful story I ever heard!
–C’mon! No es para tanto. ¡Tranquilízate! –expresó Linda al entregarle el pañuelo que le dio Lavanda, mismo que ya estaba limpio.
–¡Oh! Tiene el escudo de los Swift. ¿Es tuyo?
–Supongo que lo es, pero me lo dio ella.
–Tu madrastra. –Linda afirmó con su cabeza, soltado un suspiro luego de eso–. Girl! Tell me the T! Hablemos de nosotros como… ¡De verdad de nosotras! ¡Somos amigas y quiero saber toda la mierda que pasa por esa cabeza para entenderte y ayudarte mejor, sis!
–Para eso voy al psicólogo. Te lo recomiendo –expresó la joven, sonriente, cosa que hizo a Monique girar los ojos. Luego, Linda rio y se acercó a su amiga–. Justo ella me dijo que normalizara lo que me pasó, lo cual sería un gran paso para mí. Déjame contarte mi historia entonces, pero primero tú –condicionó la mitad zorro, impresionada Monique, pero lista para hablar.
–Hold your horses! Que esta historia de amor es un desastre. Tanto, que parece más una historia de horror –explicará la chica, para luego empezar a hablar:
«Fue ya hace mucho tiempo cuando esto comenzó. Mi madre es de Moosessuri, un lugar que está repleto de bestias y humanos de piel negra. Justo como lo son mis padres, algo que no agrada mucho a la gente de USE, pues la mayoría son unos racistas de porquería, y los humanos blancos de Moosessuri no son la excepción.