Asalto: Vulpes

Décimo Tercer Misterio: Soledad

Las cosas en casa estaban en extremo tensas. Lavanda, por su parte, trataba de hacer que todo regresara a la normalidad al pedirle a los gemelos disculparse con su esposo, pero Wyatt estaba avergonzado y disgustado. A pesar que aceptó las disculpas, se notaba molesto con todos sus hijos.

Linda era quien siquiera le volteaba a ver. No estaba segura, pero todo lo sucedido, además de ponerla triste, le había despertado un hambre voraz de saber qué estaba sucediendo en la universidad como para que escalara tan alto de esta manera. Le daba la impresión de que su padre y el profesor Schrödinger ocultaban algo.

La semana pasó rápido. La chica hizo su trabajo como lo es habitual en el colegio y reportó todo a Luoisa en tiempo y forma, algo que le extrañó un poco a su compañera, pero prefirió ignorarla de momento. Sabía que algo había pasado, o ya había entendido que no iban a permitirle hacer lo que sea que quisiera con el favor de la sociedad de alumnos.

Sin avisarle a los gemelos, Linda fue hasta Batbridge y se metió en los baños cercanos al edificio. Estuvo ahí al menos unas tres horas, hasta que su teléfono empezó a sonar. Eso provocó que lo colgara con rudeza al ver que eran sus hermanos.

De la nada, la chica escuchó el rugido. Fuerte y sonoro, como si el león estuviera a su lado. Esto le ocasionó un terror tremendo, soltado el teléfono y recogidos sus pies sobre el inodoro en donde estaba arrinconada, al final del baño del edificio principal de la facultad de ciencias de la tierra.

Con sus rodillas abrazadas, el corazón de Linda empezó a palpitar con más velocidad. Sabía que había empezado el evento y debía ir a buscar a John Wesker, pero tenía mucho miedo. Algo que no creyó que le pasará, pues se percibía a sí misma como valiente.

Pronto, unos pasos se hicieron presentes en la entrada del baño de chicas. Parecían lentos y cuidadosos, como si no quisieran que los escucharán. Podía oírse las garras en ellas, lo que significaba que eran patas, con una alta posibilidad de pertenecer a un carnívoro, como lo fue John.

Era extraño, porque los pasos comenzaron cautelosos, pero luego avanzaban dos veces y luego se detenían. Se escucharon otros cuatro pasos, y una vez mas nada, cada vez más cerca. Linda se tapó la boca con ambas manos y estaba a punto de llorar, aterrorizada al escuchar que la cosa había llegado hasta su cubículo, oído un fuerte olfateo desde el otro lado, sonando su teléfono una vez más, cosa que la delató y casi le causa un infarto a la chica.

–¿Linda? ¿Estás ahí? –La adolescente sintió tanto alivio de escuchar a Anthony que fue como si su corazón, de pasar a estar en su garganta, cayera hasta su vientre. Respiró con placer, bajó los pies de la taza y abrió la puerta, visto que eran sus hermanos, Alfred detrás cuidando que nadie se acercara.

–¡Gracias al Creador! Son ustedes –emitió la joven, aliviada.

Are you out of your mind? ¿Qué haces aquí? ¿Esperas que pa nos mate? –preguntaba en voz baja Alfred, molesto.

–¿No lo entienden? Hoy padre y el profesor Schrödinger siempre trabajan hasta tarde. Sé que pusieron a vigilar mejor la zona por lo que pasó, pero siempre dura una semana el «entusiasmo» –explicó la híbrida, volteado Alfred a Anthony, el cual le respondió.

She’s right –emitió el gemelo que tenía enfrente a la chica–. ¿Cuál es el plan, hermana?

–¿No lo escucharon? –preguntó la joven, cosa que ambos zorros negaron con la cabeza–. ¿Qué demonios? Juro que lo escuché justo al lado mío. ¿Puede ser que…? –De inmediato, Linda abrió el cubículo que tenía en seguida, mas no había nada, por lo que se apresuraron los tres a salir del baño de las damas, aunque nadie iba a ellos a esas horas.

Ya en el techo del edificio, los Swift trataron de pensar en qué deberían de hacer antes de proseguir, llegado a la conclusión que lo mejor que se puede hacer es esperar a que se vuelva a escuchar el rugido y lamentos de John.

–Bueno, ¿cómo ha ido todo en la sociedad de alumnos? ¿Algo malo? –preguntará Anthony, respondido luego de un suspiro por parte de la híbrida.

–No, nada de eso. Luoisa es una imbécil, pero fuera de eso, no me han atacado de manera directa. Respetan mi lugar y todo está en orden –explicó la chica, lo que dejó tranquilos a los gemelos–. ¿Qué tal ustedes? Ambos tienen clases con Schrödinger, ¿no?

–¡Uy! Ni que lo digas. Han sido momentos complicados.

–El profesor se ve más serio de lo común al vernos. Es obvio que sigue molesto –dijeron Anthony y Alfred en respectiva.

–Supongo es normal. Espero todo esto acabe pronto.

–Pues no estamos a portando a ello.

–Es cierto. Aunque sea divertido –expresó Anthony luego de Alfred, sonriendo ambos al terminar dicha frase, escuchado el rugido que tanto esperaban, espantados los tres porque se escuchó en extremo cerca.

Los jóvenes de inmediato se agruparon y comenzaron a mirar alrededor, ya que creían que el espectro se había manifestado ahí donde se encontraban, hasta que Alfred lo pudo ver.

–¡En la jardinera! –Apuntó de inmediato el zorro, visto por sus hermanos que era verdad. Un león de una edad aproximada a la de los gemelos se hallaba sentado en el primer piso, llorando sin consuelo alguno, hincado.

Rápido, los tres Swift bajaron para acercarse, escuchado cada vez más fuerte el sollozo del fantasma, hasta que consiguieron estar frente a él, a unos pocos metros de distancia.

Era increíble, podían ver a John ahí, abatido, con una especie de aura fantasmagórica y cuya apariencia se notaba un tanto traslucida, como si fuera humo en el aire. El sonido de su llanto, por otro lado, se notaba fuerte y un tanto disperso, como si se oyera a través de ecos a la distancia. Esto era muy extraño, pues tenían en frente a quien lo emitía.

–¿Es él? ¿John Wesker? –preguntó Linda, con el corazón casi en la mano de lo rápido que palpitaba.

–Es él. No hay duda. –Al contestar Anthony, el espectro levantó la mirada hacia los jóvenes, notadas las cuencas de sus ojos vacías en una negrura profunda absoluta, de donde salían lágrimas de sangre.




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