Asalto: Vulpes

Vigésimo Misterio: Paciencia

Sola en su habitación, la cual estaba en completa penumbra, sólo alumbrada por la luz de su ventana, se hallaba Linda, postrada frente a dicho lugar, observando el claro exterior y las nubes blancas que, por alguna razón, en esa ocasión estaban apartándose.

En Bliztanberg, era raro que el clima fuera soleado. En todo Angraterra, en realidad. Por lo que ver el sol tan brillante y el cielo celeste a cachos, era bastante inusual. Parecía un fenómeno que acompañaba los acontecimientos recientes.

La puerta de la habitación fue tocada un par de veces, para luego entrar en ella Wyatt, el cual se notaba preocupado por su hija, misma que no volteó o siquiera respondió al llamado.

–Linda, regresaremos a la estación de policía a hacer unos trámites. Por otra parte, Alfred estará con Anthony en el hospital todo el día. Lo relevaremos hasta en la noche. Preguntaremos si nos puedes acompañar –explicará el padre, cosa que ni siquiera hace voltear a la joven–. Hablaremos luego. Por favor, come algo –pidió el zorro al ver el plato de comida intacto encima de la pequeña mesa que hay en la habitación de su hija, para luego cerrar la puerta y escucharse el sonido de la llave ser puesto.

Fuera, un oficial de policía aguardaba, custodiada la entrada por éste, además de otros en la casa, ya que la chica había sido puesta en detención domiciliaria hasta aclarar los sucesos que se habían presentado.

Por su parte, la familia Earthson estaba devastada. No sólo había muerto el hijo mayor, sino también su hermana, la cual era un híbrido, cosa que tenía a la detective Harrison y a su capitán trabajando duro en el caso, pues temían que habían tomado la oportunidad para asesinar a la chica con la excusa de la depresión por perder a Ethan.

Linda no supo responder ante eso. No sabía si Monique tenía razones suficientes como para querer suicidarse, pues no parecía que era ese tipo de persona, mas había vivido experiencias similares a la de ella, y denotó que, tal vez, el suicidio pasaba por su cabeza más veces de las que debería considerarse normal.

A todo esto, su terapeuta se presentó ante la policía para dar un informe de la chica, algo que fue sin dudas el parte aguas para decidir que debía permanecer en casa bajo estricta vigilancia. Por protección y por su propia seguridad, ya que esto podría llevarla al mismo camino que su otrora amistad.

La híbrida estaba devastada. No sabía qué pensar acerca de sus habilidades con los fantasmas. Sentía que había tenido suerte, pues Aelas le reveló que los espectros no tienen una mente como tal y sus memorias son sólo fragmentos de lo último que les pasó o pensaban. Entonces, por obvias razones, nunca contestaban sus preguntas y sólo decían lo que vieron antes de morir, algo que le pareció congruente.

Aun así, su corazón le decía que algo tenía que ver con el misterio de Saint Frosteye. Estaba casi segura que el necromante que vieron en esa ocasión, el mismo que todos aseguran existe, es el que debe estar causando destrozos una vez más. Para ello, tenía que hablar con el espectro de Samwell Best, ya que podría darle pistas de quién demonios era la persona que lo asesinó, o incluso, podría decirle quién demonios era, la cual de seguro se trataba de alguien que está rondando cerca sin ser detectada.

El tiempo pasó y Linda escuchó cuando su padre se fue del hogar junto con Lavanda, por lo que tocó la puerta y pidió que llamarán a Eronika. El oficial aceptó y fue por su madrina, misma que se hizo presente al instante, introducida a la habitación, mortificada al saber que su ahijada no estaba comiendo bien.

–Madrina, seré breve. Sé que suena estúpido y una locura incluso, pero hace muchos años, una persona murió en mi colegio. Samwell Best, un chico que entró por promedio a Saint Frosteye. –Comenzó a explicar la chica, cosa que preocupó todavía más a la ratona.

–Sí, el caso fue muy conocido. Lo recuerdo muy bien de los diarios.

–Estoy segura que he visto su espectro en el gimnasio donde murió. Necesito hablar con él. –Eronika, preocupada, bajará la mirada, triste, sin saber qué decirle a Linda.

–Ni siquiera puedes salir de aquí, Linda. Lo siento mucho, pero no puedo ayudarte si es lo que necesitas.

–No, madrina. No quiero que me ayudes escapando o algo así –aclaró la chica, extrañada la ratona–. Quiero que lo sepas para que no te preocupes. Antes hacía esto porque sentía que me conectaba con mamá, con mis pesadillas, las cuales me dicen que, algún día, esta ciudad se llenará de muertos que deambularán por la calle como un ejército de ultratumba. Ahora ya es por las personas que amo y siguen vivas. Hay un asesino allá afuera, es posible que un necromante, y no voy a esperar a que las burocracias de la policía y la Magical Court le den espacio para continuar asesinando personas. –La declaración dejo a la ratona sin palabras, para luego sonreír y asentir con la cabeza.

–Te pareces demasiado a tu madre. Has heredado su valor, sin duda alguna. Espero de corazón encuentres la verdad, mi niña.

–«Ne luxqen dio llo deien». ¿Quién le enseñó está frase a mamá?

–Tu padre. ¿No lo sabías? –Ante eso, Linda se sintió avergonzada y todavía más arrepentida, para luego sonreírle leve a Eronika y pasar a abrazarla.

Everything will be fine. Just like the old times. –Al separarse, la ratona besó la frente de la joven y pasó a retirarse, pedido por Linda que cuando el sol empezara a meterse, llamara a Cazares a la habitación.

Las horas pasaron, y cuando el sol estaba a punto de tocar el filo del horizonte, el cernícalo fue hasta la habitación de Linda, justo como se le pidió por ella. Pronto, aquel entró a aquella, notado que la joven vestía por completo de blanco, sentada en su cama con la pierna cruzada y una mirada que sin dudas denotaba ira.

–Linda, mi más sentido…

–¿Por qué no me contaste que el fantasma de George Bearrson también aparece en el colegio? ¿Acaso se te olvidó? –preguntó de manera directa, cosa que puso algo nervioso al chofer.




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