Asalto: Vulpes

Epílogo

Quince largos años dieron su paso. Con ello, las personas se diversificaron y moldearon sus vidas para volverse quienes son hoy.

Linda, todavía viviendo en casa de su madre Genova, ahora una mujer adulta soltera, se levantó para arreglarse en un día común. Notó que estaba sola, por lo que pasó a prepararse de desayunar, ingerir dichos alimentos y darse los últimos detalles antes de partir, no sin antes pasar a su pequeño altar en donde ahora estaba agregada la imagen de Eronika.

Fuera, el viejo vecindario se había vuelto una gran colonia prestigiosa, con casas hermosas, grandes jardines y mucha seguridad, al igual que gente joven que estaban teniendo hijos como lo eran ella, híbridos, sin temor a nada.

Luego de un largo camino, la joven llegó hasta la estación de policía mágica, en donde saludó a todos los empleados, quienes le regresaron el gesto con una enorme sonrisa, gustosos de ver una vez más a la ahora mujer sin gafas.

Al arribar al escritorio, su jefe, el capitán Amadeus Black, la llamó, encontrándose en su oficina también con un coqueto y adulto Albus, mismo que tenía toda la facha de ser un famoso detective.

Good morning! ¿Todo bien? –preguntó la híbrida, para luego el zorro negro mostrarle la pantalla que tenía en el lugar y pedirle que cierre la puerta.

–Linda, el caso de Schrödinger fue abierto hace poco. Una experta en lectura de labios fue ascendida a comandante de una unidad común y nos hizo el favor de ver el video de tu padre y César. Nos envió lo dicho. Espero estés lista –explicó Black, notada la mirada estoica de la mujer.

–Adelante, por favor. –La cinta fue reproducida, y la comandante empezó a poner su voz en lugar de los presentes.

Se acabó, César. No puedo creer que todo este tiempo me hayas engañado. Confié en ti, te abrí las puertas de mi casa y me pagas con la muerte de mis hijos. –Ambos se detienen en la escena, quedando frente a la cámara, pues parecía que ya venían discutiendo desde la otra habitación.

No lo entiendes. La mayoría de ustedes no lo entiende. La magia nos puede volver libres. Puede hacer de este mundo algo más especial. Durante años, mi familia ha estudiado los grimorios del dragón de Urnbal, mismo que asegura existe una forma de preservar la vida más allá de lo que creemos. Podemos ser más resistentes, más resilientes ante el «inevitable» fin. La muerte podría ser sólo un comienzo más de algo grandioso. ¿No lo ves?

¿Y para eso me hiciste construir artefactos que pudieran almacenar mana? ¡Dijiste que era el futuro! Usar mana para mejorar la vida de las personas, no para profanarlos.

La magia necrótica cura. Es sólo que ustedes están cegados por los wizards que no ven la verdad. Los clérigos pueden sanar, pero los necromantes podemos ir más allá.

¡Basta! Todos debemos morir. ¡La vida y la muerte deben ser contrarias, no complementarias!

¿Quién dice que no? En la torre de cobre, las escrituras sobre la tierra de los dioses hablan de los siete reinos. Uno de ellos está habitado por fantasmas, zombis y otras criaturas que han abrazado a la muerte. ¿La existencia eterna es mala, Wyatt? ¡Grandes personas podemos aportar por siempre a nuestro pueblo! Podría tu hija ver un día donde no la traten mal por ser ella.

¡Mi hija llora porque mataste a sus hermanos! –En eso, Wyatt sacará su pistola, apuntará a Schrödinger y continuará llorando. –¡Eras mi amigo, César! ¡Yo te quería como a Peter! ¡Me traicionaste!

No, Wyatt. Ellos pueden revivir. ¿Quieres hablar con ambos? Puedo hacerlo realidad. Y con mi experimento, cuando tenga suficiente mana, podré hacer que jamás mueran.

¡Silenc…! –Pero antes de cualquier cosa, por detrás, Harrison sujetará al zorro y lo dejará sin posibilidad de moverse.

Lo siento tanto, amigo. Tenía esperanza de que tuvieras mi visión –comentaba Schrödinger al momento de tomar unos guantes y colócaselos, al igual que sujetaba la caja de cristal, misma que tenía una especie de luces danzantes dentro.

¡Estás loco! ¡Te detendrán! Si me matas, se acabó. Si me dejas libre, se acabó. Al menos junta méritos para no morir.

Yo voy a morir. Y ese será mi año cero. Adiós, Wyatt. Tal vez, cuando regrese como un ser supremo, pueda traerte de regreso para que veas el maravilloso mundo que construiré. –Sin más, Schrödinger absorbe el mana del zorro, para luego caer muerto.

Maestro… Él tenía razón. Están cerca y…

No te preocupes, Myriam. Iniciaré el ritual. La hora está cerca, las leyendas en la torre de cobre son todas ciertas. La muerte es sólo el paso más importante a la verdadera inmortalidad y hoy, yo lo tomaré. Al despertar, te mostraré que tu fe ha sido recompensada. –Después, Schrödinger usa aquel conjuro que lo metió en la caja.

–Ya veo. Así que eso fue lo que dijo. Maldito Schrödinger… Al final, papá si lo descubrió –enunció la híbrida, apagado el monitor.

–Linda, ¿recuerdas a Jaime Galván? –preguntó Albus, cruzado de brazos.

–¿El antílope? What a freak! Claro que lo recuerdo.

–Hace un par de semanas me contactó para ver si podía apoyarlos en Mozhikon con un caso muy famoso de un asesino que lleva siete años causando problemas allá en su hogar, la ciudad de Asfalto.

–Hogar de la «torre de cobre» –agregó Linda, impresionada.

–¿Qué dices? Tal vez lo que buscamos está allá.

–Lo harán. Quisiera de verdad que investigaran eso –expresó Amadeus, serio–. Pero lo de Schrödinger va después de cumplir con encontrar a este psicópata. ¿Entendido?

–Entendido… –respondió Albus desganado.

–¡Sí, capitán! –Luego de eso, ambos salieron de la oficina y fueron a un balcón del edificio para más privacidad, algo disgustado Albus.

–No puedo creer que no confié aun en nosotros. ¡Vaya viejo amargado!

–Ponte en su lugar. ¿Te darías libertad al cien por ciento?




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