Asesinando a los pretendientes

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Que frio...

Las ráfagas de vientos frio hacían un tipo de cosquillas dolorosas a su nariz, por reflejo levantó más el nivel de su bufanda que cubría una parte de su boca cubierta por la mascarilla facial. Ahora le cubría la mitad del rostro, haciendo que detectar su identidad fuese algo casi imposible.

Las calles por estas zonas eran muy concurridas. Entre la multitud, el joven no destacaría... o eso debió de suceder.

Su realidad era un poco diferente.

¿...Tengo algo en la cara?, el joven pensó mientras le devolvía la mirada a una persona que pasaba a su lado. No era la primera vez. Desde que entró en la concurrida zona de calles, las personas a veces le miraban. Por supuesto, con la mitad del rostro cubierto, lo que destacaba de él era otra cosa: sus características.

El cabello de color negro no era en absoluto raro de ver, desde su salida hasta en donde estaba ahora, pudo ver más personas de las que podía contar con varios conjuntos de dedos. Aun así, su cabello tenía una coloración más oscura, como si absorbiera toda la luz entrante, lo que resultaba algo llamativo para las personas.

Sumado a eso, tenía un par de ojos eran igual o más oscuros, como dos agujeros negros en su rostro.

Tal vez salir con esta ropa fue un error. Me lo pensaré más tarde, mientras anotaba en su mente, miró a su móvil. Ahí encontró una serie de mensajes, tanto de ida como de vuelta.

Todos fueron dirigidos y recibidos de la misma persona. Fue una vieja amiga que conoció en la escuela primaria.

Ya han pasado tres años, huh. El joven, tratando de ignorar las miradas, se sumió en sus pensamientos.

De muchos recuerdos de aquella persona, su figura se superpuso.

Recordó un cabello marrón claro tal cual el color del café de caramelo. Labios color rosa que daban la impresión de ser muy dulces de saborear. Un rostro casi sin imperfecciones en la piel, de un color porcelana, suave, natural y brillante.

Aquella amiga de hace años era una belleza del instituto que atraería la mirada de cualquier hombre. Sin embargo, su principal encanto eran dos cosas.

Uno, sus ojos avellana. Con una aparente superficialidad en ellos, sacaban a relucir los deseos más profundos del ser que los viese. Los párpados caídos le hacían parecer tener siempre sueño.

Y, su voz, suave y lenta y breve, como una campanilla, algunas veces asemejando el ronroneo de un gato. Incluso una orquesta de los más hermosos instrumentos, a duras penas sería capaz de opacar tal voz.

Desde niña, la chica conocida como Eleanor Lycoris, "Ela" para el joven, era lo suficientemente llamativa como para presagiar un futuro brillante.

Sin embargo... ella es realmente lamentable, él recordó. Tenía ciertos conocimientos sobre la situación de su amiga más preciada.

Aunque tuvo una infancia normal, con padres amorosos y mucha felicidad, todo cambió repentinamente. No sabía con exactitud lo que había pasado, pero algunas veces la sonrisa de Ela era forzada.

Incluso con todas esas cosas, Ela se mantuvo sonriendo. Tal vez esperando que todo acabara.

Pero nunca acabó. Desde el punto de vista ajeno, era una racha de mala suerte y giros en su vida.

.

¿Este es el lugar?, mientras el joven miraba una vez más su celular, comprobaba en dirección de un edificio que se encontraba al otro lado de la calle.

Había estado caminando durante un tiempo y se hizo de noche, sin embargo, la cantidad de personas que caminaba no paró de aumentar y al final decidió esconderse en un callejón que parecía vacío.

Había estado mensajeando a Ela con cierta delicadeza. Finalmente, después de una conversación decentemente larga, pudo obtener el nombre del hombre al cual buscaba, por supuesto, la persona que había manchado la flor más hermosa.

¿Un prostíbulo...?, mirando hacia el edificio, era una estructura de cuatro pisos, sin embargo, destacaba un poco por los colores y neón que poseía, principalmente los colores morado y rojo. Aunque no los conocía realmente, pudo identificar que este era de esos lugares donde los hombres pagaban para tener placer carnal.

Fue Ela quien le dio esta dirección. Parecía saber bien en que tipo de lugares se estaba metiendo su actual novio.

¿Cómo ella...? No, esto se acerca a lo esperado..., él sabía bien que tipo de comportamientos tenía su amiga. También sabía que tipo de hombres eran los que se le acercaban.

Una persona lamentable, nada más. Su apariencia y voz encantaban a los hombres indecentes y cuyas existencias se reducían a placer carnal. Desde siempre había sido así. Sumado a su comportamiento sumiso, Ela era un imán de bichos raros.

Y por eso... me encargaré de quien sea que la haga infeliz.

—¿...? —unos minutos después, pudo captar una figura de entre las personas que a veces salían del edificio.

¿Ese es?, era un hombre, un poco mayor que el joven. Creo que lo recuerdo..., de las relaciones que Ela contraía (todas fallidas), este era uno de los últimos hombres con los que la vio salir.

Supongo que la convenció... no, la obligó a estar con él.

—Bueno, no hay que perder el tiempo.

Dio un paso hacia en frente, y se dirigió casi corriendo hacia el hombre.

...Y se tropezó con él.

—¿Qué mier-? ¡Oye bastardo! —el hombre, que apestaba a alcohol, agarro de los hombros al joven cuando este tropezó con él, casi haciéndole perder el balance.

¿Supongo que no es suficiente?

Él tenía un objetivo. No lo pudo pensar mucho, sin embargo, en el poco tiempo que estuvo vigilando, pudo pensar un plan. Que el hombre en cuestión esté ebrio facilitaba las cosas.

Cerró su mano, haciendo un puño y la balanceó hacia el hombre que se recuperaba del shock repentino.



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En el texto hay: asesinato y un asesino suelto

Editado: 06.02.2023

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