Asesino de Fantasía

CHP 18

 

 

Theo

—¡Venga ya! Dejen de quejarse, ya estamos llegando —Grita Jeremy mientras caminamos entre la nieve. Llevamos media hora caminando hacia un supuesto refugio para pasar la noche y no veo la hora de llegar.

—¡Hombre no es fácil caminar entre la nieve de noche! —Grita Derek mientras intenta no quedar enterrado en la nieve.

Yo no me quejo porque ya estoy acostumbrado a cualquier tipo de clima, las quejas de esta gente son un martirio, yo solo pienso en volver a la tierra.

—-Llegamos... —Dice frente a una casa —Aquí es donde he vivido estos dieciséis años —Saca una llave de su bolsillo y abre la puerta —Vamos entren. —Entramos a la casa y Lay es el primero en tirarse al sofá seguido de Derek.

La casa es igual a las que hay en la tierra, es moderna, de dos plantas y por dentro está muy bien decorada.

—Lo mejor es que pasemos la noche aquí y en la mañana empecemos a buscar una salida de este mundo —Dice Derek.

—Extraño la tierra —Dice Lay haciendo pucheros -Me acostumbré a vivir en ella, extraño dormir en una cama, extraño molestar a Cezy, extraño los panqueques de Tracy.

—Pienso igual —Dice Derek, se sienta en el sofá y me mira fijamente —Theo no quiero volver al infierno, me gusta la tierra, me gusta Cecilia y extraño a Tracy. Yo sé que tu vida está allá abajo y por eso no te voy a pedir que te quedes con nosotros, pero por lo menos piénsalo...

—Derek... —Estaba por hablar, pero un temblor nos sorprende, nos ponemos en alerta, las cosas se empiezan a caer dentro de la casa y salimos a ver qué sucede.

Al abrir la puerta lo primero que encontramos es a quince caballeros apuntándonos con sus armas. De entre ellos aparece el caballero que nos atacó.

—Por orden de su majestad la reina, quedan bajo arresto y serán condenados a muerte bajo el pecado de violar la ley número 15 de Cali-... —Suelto una carcajada sin poder aguantar la risa. —¿Que te hace tanta gracia? —Pregunta molesto.

—Somos demonios inmortales, no podemos morir...

—Theo Müller...me sorprende que no estés enterado —Ríe —Desde hace años se usa la magia oscura para matar a engendros como tú y tus amigos, hubiera preferido matarlos con mis propias manos...ya que...

—¡¿Quién eres tú maldito?! -Grito enojado.

—Benet...recuerda mi nombre Müller, recuerda el nombre del caballero que acabo con tu vida y próximamente con la vida de Madeleine —Sonríe con sorna.

—¡Llévenselos! —Grita otro caballero, se acercan a nosotros y nos preparamos para atacar, pero sin previo aviso nos rocían un líquido morado. Empiezo a toser por la falta de oxígeno, siento que mi garganta se cierra y empiezo a ver todo negro.

—Tracy... —Susurro su nombre mientras caigo a la fría nieve. ¿En qué momento empecé a ser tan débil? –Maldición...




Horas después

Me siento cansado, me duele la espalda, por la posición en que estoy lo más seguro es que tenga torticolis, escucho ruidos a mí al rededor y con pereza abro mis ojos, lo primero que veo son unas sucias paredes de piedra con unas runas extrañas escritas en ellas.

Miro hacia abajo y el suelo está lleno de sangre y huesos, aparentemente de humanos. La voz de Derek me hace reaccionar, miro a mi izquierda y veo a los chicos encadenados a la pared como unos moribundos.

—¿Dónde estamos? —Es lo primero que pregunto, mi garganta se siente seca y me duele todo.

—Qué bueno de despertarte —Dice Jeremy —Estamos en el castillo, en los calabozos para ser más precisos.

Lo miro confundido y luego a los grilletes en mis manos y pues, intento removerlos, pero estos no ceden, me levanto e intento romper los de mis manos, pero me detengo cuando unas runas blancas aparecen en ellos.

—Al parecer los humanos han aprendido a usar la magia a su favor —Dice Lay. —Déjalo ya intentamos de todo.

—¿Intentaron romperlos con magia?

—Sep, también morderlos, sacarlos con y sin magia, con fuerza bruta, Derek intento quitarme los míos, pero no funcionó —Dice Jeremy. —La única opción viable es cortar las manos y pies, pero dudo que puedan regenerarse.

—Eso no tiene nada de viable. Las runas son muy antiguas, me parece haberlas visto en algún lugar —Digo y me acerco para verlas más de cerca. —No, creo que me estoy confundiendo.

—¿Eso crees? —Se ríe Lay. —Vamos admítelo, profanaron el pedestal del rey demonio, me sorprende que aún sigan con vida.

—Yo escuché que la reina envejece el doble de rápido que el resto de las personas, por eso no se muestra tanto en público. –Dice Derek. —No se si sean las consecuencias de profanar el pedestal del rey, pero me parece muy poco para ser él.

—¿Qué hay del rey de Calika? —Pregunto.

—El rey no presenta nada de eso, dicen que está que muere de depresión desde que la difunta reina murió —Dice Jeremy susurrando.

—Debemos salir de aquí o nos van a matar, no he vivido nada aun, ¡mil años no son nada! —Dice Lay dramatizando, se echa al suelo y finge llorar. Estoy por decirle que se calle, pero se detiene de repente y se levanta mirando por la pequeña ventana del calabozo.

—¿Que sucede Lay? —Pregunta Derek.

—Percibo un olor familiar...huele a... —Se queda callado unos segundos —Olvídenlo, creo que me equivoqué —Se sienta en el suelo con las piernas cruzadas al estilo mariposa y empieza a mirar las runas.

No hablamos durante media hora, en esa media hora se hace un silencio sepulcral en el calabozo, cada uno se dedica a ver las runas, debe haber alguna que quite el sello.

Escuchamos unos pasos viniendo hacia acá, la puerta del calabozo se abre de repente y entra un caballero.

—Serán ejecutados frente al pueblo de Calika bajo la sentencia de haber matado a la princesa Diana de Calika.

Todos abrimos los ojos sorprendidos, mi enojo aumenta en un segundos y estoy por tirármele encima al caballero pero las grilletes empiezan a brillar y me queman los pies haciéndome caer al suelo. El idiota se ríe de mí y nos sacan a todos arrastrándonos, tratamos de soltarnos, pero mientras más resistencia ponemos, más duelen los grilletes.

Desde los pasillos se escucha el grito del pueblo enojado, nos acusan de matar a la princesa y eso que está más viva que yo. Pasamos por una puerta y el sol me pega directo a la cara impidiendo me ver.

—¡¡Asesinos!!

—¡¡Monstruos!!

—¡Merecen morir en un estanque de lava ardiente!

Los ciudadanos nos gritan cientos de insultos mientras nos llevan a la cámara real de la princesa Diana.




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