Asesino de Fantasía

CHP 30

 

 

Theo

La escena se desenvuelve ante mis ojos como una tragedia cinematográfica. El polvo de la batalla se asienta, y el rugido de la bestia de Lay se desvanece en el eco de la victoria. Sin embargo, la victoria se siente hueca mientras veo a Tracy caer en cámara lenta, como una mariposa herida en vuelo.

La respiración se me corta, y el mundo a mi alrededor parece desvanecerse en una neblina de incredulidad. Lay, con su cola, intenta suavizar la caída de Tracy. Cae en cámara lenta, y cada segundo se estira como si el tiempo mismo lamentara lo inevitable.

—Dios, Tracy —Susurro, mi voz apenas audible. Me levanto con esfuerzo, mi cuerpo aún marcado por la batalla, y junto a Dereck llegamos a ella. Caigo de rodillas junto a su cuerpo, siento la tensión en el aire mientras sus palabras, "Ganamos", se desvanecen en el silencio.

Su sonrisa, una despedida adornada con un atisbo de triunfo, se desdibuja al cerrar los ojos. Un nudo se forma en mi garganta mientras contemplo el rostro pálido de Tracy. Ganamos, pero a un costo insoportable.

—No, Tracy —Murmuro, sin poder contener el nudo en mi garganta. Mi mirada se desvía hacia Lay, cuyos ojos reflejan la misma desesperación que siento. —No puede ser el final. No ahora.

Dereck y yo la rodeamos, como si nuestro simple deseo pudiera despertarla de nuevo. Lay emite un rugido lastimero, una mezcla de tristeza y rabia. Quiero gritar, quiero luchar contra la realidad que se cierne sobre nosotros, pero todo lo que puedo hacer es sostener su mano fría y aferrarme a la esperanza de que algún milagro la traerá de vuelta.

La victoria está eclipsada por la pérdida, y en medio de la alegría por la derrota de Baaalberith, Tracy yace quieta, como un testamento doloroso de lo efímera que puede ser la victoria en el juego de la vida.

¿Cómo podemos celebrar la victoria cuando el precio es tan alto? El silencio se cierne sobre nosotros, solo interrumpido por los sollozos ahogados y los susurros de consuelo que flotan en el aire. La batalla pudo haber terminado, pero el verdadero peso de la guerra se siente ahora, mientras enfrentamos la realidad sin la luz y la risa de Tracy Jones.

La desesperación se apodera de mí mientras tomo su rostro entre mis manos, palmeando sus mejillas en un intento desesperado de despertarla. Pero Tracy permanece inmóvil, su pecho convirtiéndose en un sombrío telón de fondo donde la vida parece escaparse.

—¡Necesitamos ayuda! —Grito, mi voz resonando en el campo de batalla que minutos antes estaba lleno de rugidos y estruendos. Mis ojos escudriñan el entorno, buscando cualquier indicio de un sanador o un médico, pero la guerra ha dejado su marca, y la calma postbatalla es ensordecedora.

El corazón me martillea en los oídos mientras escucho el llamado desesperado de Lay, el eco de un amigo que ha perdido toda esperanza. Mi mano se aferra al colgante alrededor de su cuello, como si pudiera encontrar respuestas en ese objeto que, minutos antes, había brillado con luz y esperanza.

—¡Tracy, por favor! —Exclamo, poniendo mi oreja sobre su pecho en un intento vano de escuchar el latido de su corazón. Pero el silencio pesado me golpea, y la falta de latidos se convierte en una sentencia que me rompe.

La guerra nos ha dejado cicatrices visibles e invisibles, y en este momento, la pérdida de Tracy es la herida más profunda. Sus labios no pronuncian más palabras, y su figura yace quieta, una sombra de la fuerza y vitalidad que emanaba.

—¿Cómo puede ser esto real? —Murmuro, sin esperar una respuesta. Todo lo que queda es el eco de nuestras propias voces y el peso aplastante de la derrota. En medio de la celebración por la victoria, la pérdida de Tracy Jones se vuelve un lamento silencioso que nos envuelve a todos.

Jeremy, Casandra y Arlequín se aproximan con alegría, anunciando la victoria y el fin de la guerra. Pero la sonrisa desaparece de sus rostros al ver la escena frente a ellos. Jeremy, al notar la ausencia de la chispa en mis ojos, se inquieta.

—¿Que-...que le pasó a Tracy? —Dice con miedo.

Dejo caer mi mirada al suelo. Mi cabeza está cabizbaja, no soy capaz de mirarlo a los ojos y ver su dolor, por qué esa misma expresión es la que debe de tener yo en el rostro.

—¡Muller que le pasa a mi hermana!

—Jeremy, Tracy...ella —Trata de decir Dereck, pero no logra.

—Ella… —Murmuro, incapaz de articular palabras más claras. Las lágrimas amenazan con emerger, pero las contengo mientras evito la mirada de Jeremy. El pesar envuelve el aire, y la victoria queda empañada por la pérdida de Tracy.

Jeremy se arrodilla junto a Tracy, su expresión mezcla de tristeza y desconcierto. Casandra y Arlequín, al percibir la atmósfera sombría, bajan sus cabezas en respetuoso silencio. La batalla ha dejado cicatrices imborrables, y la pérdida de Tracy es una herida que no se puede ocultar.

—Lo siento, su majestad... —Murmura Arlequín, rompiendo el silencio. El peso de la derrota se siente más fuerte con cada palabra pronunciada.

Casandra coloca una mano en el hombro de Jeremy, mostrando apoyo en la forma que puede, aunque las palabras parecen inadecuadas frente a la magnitud de la pérdida.

La tristeza se cierne sobre nosotros, transformando la victoria en un amargo logro.

La agonía se desata en lágrimas oscuras, mezcla de dolor, arrepentimiento y desesperación. La imagen de Jeremy cayendo de rodillas resuena con la crudeza de la pérdida. Me abrazo a Tracy con fuerza, como si pudiera retenerla en este momento, como si mi abrazo pudiera cambiar el destino ya sellado.

No hay palabras que puedan consolar este dolor, ninguna explicación que alivie la carga de perder a la persona que mas he amado en toda mi maldita existencia.

Jeremy llora a gritos, y sus sollozos llenan el aire con la intensidad de la pena. Arlequín, Casandra y yo compartimos un silencio pesado, incapaces de ofrecer consuelo real en este momento de desolación.




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