A Leif y Ana María por amarme.
A Digna y Angie por desesperarme sin medida.
A Gerardo y a Dilia por creer en mí.
A Neidymar por siempre estar ahí para leer todo lo que escribo o dejo de escribir.
A aquellos en la plataforma naranja que leyeron y comentaron esta historia antes de que fuera publicada.
Y a mí, porque, aunque pareció imposible muchas veces, lo hice.
Porque ante todo somos humanos.
Y el ser humano es miedo y soledad,
pero también valor y compañía.