Al despertar supe que me había quedado dormida sobre el asiento del auto.Miré por la ventana. Había caído la noche y aún estaba muy lejos de casa y de todo lo que conocía. Debía regresar.
Seguía decepcionada y un tanto triste, era inevitable, pero poco a poco entré en un estado neutral que funcionaba para no permitir que, en lo que quedaba de día, otra situación pudiera afectarme. O al menos eso quise creer.El estómago me rugió del hambre, pero no llevaba nada de comer conmigo.
Más razones para volver a casa.
Contemplé el libro de Levi en el asiento de al lado y por un instante me arrepentí de haberlo encontrado. Había estado muy bien antes de él, porque había logrado aceptar que me encontraba sola e intentaba hallar razones para que ese hecho no me afectara más, pero al leer sus palabras había pisado el borde de un abismo, todo se había desequilibrado y de nuevo sentía la depresión tratando de hacerme caer a un precipicio. Volví a sentirlo reciente, a sufrir porque todos se habían ido, como si tuviera dieciséis años y aún no pudiera asimilar la muerte de la humanidad.
Entre tantas cosas, de repente recordé el objeto.
¡Por supuesto!
Rebusqué en la mochila y lo saqué. Era aquel relicario que había tomado del cadáver en la casa de Levi H y que había ignorado por completo hasta ese momento. Lo abrí con cuidado y vi las fotos que había en él.
El niño.
Una pequeña sonrisa se dibujó en mi rostro porque en ese instante lo entendí. Sí conocía a Levi H, y estaba mirándole en ese preciso momento. En la foto se mostraba como un pequeño muy sonriente de lacios y despeinados cabellos oscuros con grandes ojos color aceituna.
No sabía a qué edad Levi había escrito su diario y tampoco podía adivinarlo, pero me llenó de alegría ver una parte de él, aunque fuese tan pequeña. Examiné con mayor detenimiento el relicario y vi que en la parte posterior había un grabado:
FELIZ DÍA DE LA MADRE, TE AMO. CON CARIÑO,
LEVI.
Guardé el objeto dentro de la mochila y tomé el libro del asiento. Podía echarle otro vistazo, ¿por qué no? Sus escritos eran entretenidos, el problema era yo que no terminaba de entender que lo que había en ese cuaderno era parte del pasado.
Anotación de Levi:
Hay algo totalmente hipnotizador en la forma que una mariposa vuela. Ese movimiento ascendente y descendente es increíble. Me gustan mucho los animales, los insectos y todo lo que sea contrario a la vida humana. A veces quisiera también poder volar, así podría huir de esta tortuosa vida y qué se yo, ir hacia algún lugar mejor. Hay veces en las que imagino a una enorme pantera negra, eso es algo más de mis rarezas, pero... no lo hago porque quiero, sino porque viene a mí. Es una pantera muy misteriosa, se mueve con soltura, con detenimiento, y tiene esos ojos felinos que parecen hechizar. Bueno, hay demasiadas cosas en mi mente, no sé qué sucede conmigo. Sin duda soy lo raro dentro de la rareza.
Cuando me tranquilicé por completo, coloqué la mejor canción de Panic! At The Disco y seguí la carretera rumbo a casa.
Nunca había conducido por la noche. Estando con los demás supervivientes, confiarles el auto a los más jóvenes sucedía solo en casos de emergencia. Mi experiencia conduciendo era media, pero conduciendo a oscuras era nula. Al menos tenía las luces delanteras del auto para iluminar la carretera, pero no podía mentirme, estaba nerviosa.
Traté de sosegarme, pero fue inútil porque a mitad de camino el auto comenzó a fallar hasta que, repentinamente, se apagó.
Había olvidado llenar el tanque de gasolina.
Me sentí estúpida.
Intenté cuanto pude ponerme en marcha, girando la llave y tratando de encenderlo, pero no dio resultado.
—Creo que ni al Pato Lucas que tiene la peor suerte del mundo, le habría pasado esto —bufé al girar la llave por última vez.
Después de que me rendí, miré a través de las ventanas. Alrededor no había más que terreno vacío, algunos árboles y la continuación de una carretera solitaria.
Suspiré e intenté de nuevo encender el auto, pero no lo logré, así que me dispuse evaluar mis opciones. Podía quedarme ahí hasta que el auto encendiera —algo que probablemente no iba a suceder— o podía bajarme y caminar hasta encontrar otro para poder seguir.
Con suerte algunas veces se encontraban autos en las calles que llegaban a funcionar, lo malo era que olían muy mal porque algunos tenían cadáveres dentro, sin embargo, no todo el tiempo eran conducibles.
Lo medité por unos segundos. ¿Qué podía sucederme si caminaba por la carretera entre la noche? Pues nada, porque estaba sola. A veces era tan cobarde que tenía que recordarme a mí misma las sabias palabras que mi padre me había dicho un día:
«El mayor peligro en la tierra es el hombre, y cuando ya no exista habrá verdadera paz».
Sin humanos no había peligro. Pensar que podía sucederme algo, era ridículo. No había nada que temer, nada podía dañarme.
Guardé en la mochila todo lo que necesitaba, volví a ponerme la máscara y salí del auto cerrando la puerta tras de mí. Casi escuché un eco.
Avancé justo por el centro de la calle. Después de media hora, aún no había señales de algún otro auto. Ya había pasado por esa carretera, pero por alguna razón no recordaba en donde había visto uno por última vez.
Me detuve en donde había un árbol para poder descansar las piernas. Pensé en sentarme durante unos minutos, pero mientras estudiaba los alrededores mirando a todos los ángulos posibles, algo llamó mi atención.
En el tronco del árbol había un grabado. Cuatro letras que se cruzaban como si alguien las hubiera tallado para formar algo significativo. En cuanto alumbré con la linterna, detallé a la
perfección lo que decía:
L. R. A. I.
Me pareció raro. Para mí lucía como algo simbólico. Era una «L» de… ¿Levi? No. ¿Por qué lo relacionaba todo con él? ¿Por qué no solo lo dejaba pasar? Pero y si era de Levi, entonces, ¿las demás letras qué significaban?