Asfixia

6

Cuando desperté por tercera vez, la habitación era más grande y no me encontraba sola en ella.

Incluso con la vista borrosa, reconocí al doctor Julian situado cerca de la puerta. Parecía estar teniendo una charla con otras dos personas: una mujer de espesos y rizados cabellos rojizos; y un hombre alto, fornido, de cabello castaño y postura recta. Ambos vestían pantalones verdes y camisas negras cuyo estampado en el pecho mostraba las iniciales que ya sabía que representaban a La RAI.

No tuve intenciones de moverme para avisar que había despertado, así que solo parpadeé esperando que mi vista se esclareciera por completo. A pesar de eso, ellos no notaron que ya estaba consciente y continuaron su charla:

—¿Y Carter cómo reaccionó? —escuché.

Mis sentidos despertaron apenas escuché ese nombre, y dirigí mi atención a la conversación que se llevaba a cabo.—No dijo nada, solo se fue —respondió Julian negando con la cabeza—. Cuando lo supo no tuvo más que marcharse.

—Su reacción no es para menos —intervino el hombre de cabello castaño. Tenía los brazos cruzados—. Él está encargado de interrogar a cualquier prisionero, y más aún a cualquiera que se le descubra infiltrándose en la ciudad. Solo hacía su trabajo.

—¿Ustedes en verdad creen que El Imperio enviaría a alguien a infiltrarse de esa forma tan obvia? No lo subestimen —repuso el doctor, utilizando un tono más bajo.

El hombre de torso fornido sonrió.

—Pues en eso tiene razón. Creo que a Carter le faltó usar más la lógica. Desde que estamos aquí ha querido torturar a alguien y no ha podido. No es que nos llegan infiltrados muy a menudo.

La mujer de los rizos le dedicó una mirada fulminante a su compañero de uniforme. No le habían agradado sus palabras.

—Los métodos de Carter son brutales, muy efectivos si somos conscientes. Pero como dice Julian, al ser la primera persona que se encuentra queriendo infiltrarse, debió haber llamado al comandante sin perder tiempo —puntualizó ella.

—¡Pudo haberla matado! —exclamó el doctor con cierta indignación—. ¿Se imaginan? La primera persona inmune y… Carter pudo haberla asesinado. —Suspiró con algo de culpa—. Lo peor es que ella suplicó que le creyeran. Me siento culpable en cierto modo, yo dejé que se la llevaran por segunda vez. Tampoco le creí en un principio.

—Nadie le habría creído en un principio, y si no actúas rápido nadie le habría creído nunca. Habría pasado como infiltrada y de seguro terminaríamos por eliminarla —dijo la pelirroja. Sonaba severa—. No tienes que sentirte culpable, porque si lo pensamos bien suena absurdo, ¿un inmune a ASFIXIA? Parece muy irreal.

Julian miró al suelo.

—En tres años no hice esta búsqueda. Nunca escuché de tal proyecto, ni de un grupo de personas sometidas a experimentos contra ASFIXIA, pero al buscar en el sistema fue como… como si mi mente me dijera qué era lo que tenía que encontrar —confesó, pensativo. Luego alzó la cabeza y mostró una sonrisa triunfal—. ¿Lo ven? Fue una magnífica idea reactivar el sistema de archivos extraoficiales.

—No lo dudamos, doctor —asintió el hombre fornido.

La puerta de la habitación se abrió de golpe y un hombre entró al lugar. Por un pequeño instante pude jurar que el brillo en sus ojos se me hacía familiar, pero tenía la mente tan revuelta y los pensamientos tan confusos que no quise detenerme a saber la razón de la familiaridad que me inspiró.

Llevaba el mismo uniforme que los demás, pero sobre su mata de cabello negro reposaba una boina dorada con las iniciales de La RAI perfectamente bordadas. Pareció desconcertado por la forma en que sus espesas y oscuras cejas se hundieron formando una ligera arruga sobre su nariz, y por la manera en cómo sus labios poco generosos crearon una línea muy fina.

Toda la atención recayó en él.

—Comandante —le saludó el doctor Julian.Así que era él. Ese era el comandante que había mencionado en la sala de torturas. Se veía tan diferente al especialista. No inspiraba miedo, pero su presencia era imponente.

—¿Qué fue lo que sucedió? —inquirió el comandante.

Su voz era cálida pero fuerte. No sonaba amenazante, sino neutral e impecable.

—La encontraron en la sala superior de la fosa del este. Estaba inconsciente, tenía fractura de clavícula y unas heridas menores —informó el doctor Julian—. La examinamos y está sana, pero Carter la llevó a la sala de interrogatorios después y… ya sabe, estuvo haciendo su trabajo.

El hombre se abrió paso hacia mí. Se dio cuenta de que estaba despierta y muy atenta a la conversación. Se situó a un lado de la camilla y me escudriñó con la mirada. Sus ojos eran de un profundo color verde. Parecía demasiado joven para ser un comandante. Entonces, ¿era el comandante de qué?, ¿de La RAI entera o de una parte de ella?, ¿qué tan grande era el grupo?

—¿Y cuál es su nombre? —indagó sin dejar de observarme.

Yo le respondí a las miradas, muy quieta, parpadeando cuando era necesario.

—Su nombre es Drey —anunció el doctor.

—¿Y es inmune? —preguntó mientras se daba vuelta para encarar a los presentes—. ¿Es eso posible? ¿Estás completamente seguro?

—Pues, esto me tomó por sorpresa —dijo Julian al mismo tiempo que se acercaba a un estante dispuesto contra una pared. Tomó una carpeta amarilla de él y se la entregó al comandante. Él no dudó en cogerla—. Nunca escuché sobre un proyecto para desarrollar personas inmunes a ASFIXIA, pero como sabe, a nosotros no nos decían demasiado. Justo después de que se la llevaron para interrogarla por segunda vez, revisé el sistema que está conectado al antiguo sistema de archivos extraoficiales del Pentágono y encontré un informe que había sido recibido desde un organismo privado. Dice muy poco porque parece rutinario, es posible que haya sido enviado para ser almacenado en el registro, pero su nombre figura en él y no solo el suyo, sino el de diez personas más. De esas diez se menciona que tres murieron durante los procedimientos. Solo siete sobrevivieron exitosamente a los métodos utilizados. —Julian desvió una mirada condescendiente hacia mí—. En sí, el objetivo que se planteaba era crear personas inmunes a los efectos del proyecto ASFIXIA, por esa razón lo llamaron proyecto INMUNOEFICIENCIA. El término ni siquiera es correcto dentro de algún área científica, pero parece definir muy bien lo que buscaban lograr.



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En el texto hay: juvenil, distopia, ciencia

Editado: 05.12.2019

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