Asfixia

Capítulo V

Amber subió al asiento del copiloto mientras yo arrancaba el motor y comenzamos a dirigirnos hasta donde se situaba el taller de mi hermano. 
Ethan se había encargado de enviarle un mensaje a mi amiga para avisarla de que podría recoger su todoterreno a lo largo del día. 
Durante el camino, trató de convencerme de que fuera lo que fuese aquello que tenía que contarle, lo soltara. Sin embargo, yo no estaba segura de confesarle el desastre que se nos había presentando cuando apenas quedaban unos minutos para llegar a la nave. 
–Tienes que prometerme algo, entonces. 
Ella me miró expectante y se cruzó de brazos. 
–Una vez que te lo cuente debes hacer como si nunca lo hubiese hecho. Podríamos meter en problemas a mi padre y estropear lo que sea que esté planeando. 
–¡Qué sí! Dalia, me estás sacando de qui... 
–Logan robó tu coche el sábado. 
Su cara era todo un poema. Había apretado los puños hasta clavarse sus uñas con fuerza en las palmas de las manos mientras notaba como todo su rostro se tensaba con rapidez. 
–Mira, si es una broma… 
–No, te lo aseguro. Mi padre me ha enseñado las grabaciones de Nick. Es tu coche –sus ojos enfocaron con detenimiento la puerta del taller. Desde nuestro sitio podíamos ver el todoterreno listo para que ella se lo llevara –. Creemos que las llaves podrían haberlas cogido porque las perdiste en el bosque. Es la única solución que encuentro. Por eso estaban en la taquilla el lunes. 
–Qué hicieron con él. 
Su tono era neutro, sus dedos se habían envuelto en la manilla del coche para abrir su puerta en cualquier momento. Yo dudé en responder. 
–Metieron una lona en el maletero. Estaba con los chicos que me dijiste esta mañana. 
Amber ni siquiera me escuchó terminar. Se bajó del Seat con prisa y comenzó a avanzar en pasos fuertes hasta la entrada de la pequeña pero acogedora nave de mi hermano. 
–Amber, espérame. 
Una vez entró, quitó al bloqueo del coche y se aproximó hasta la parte trasera, abriendo la puerta de un tirón y examinando su interior. Yo llegué justo unos segundos después. El maletero, claramente, estaba vacío. 
–No me entra en la cabeza que a tu hermano le roben un coche, Dalia. Lo siento pero aquí algo no me cuadra. 
Mordí mis labios con nerviosismo y traté de no mirarla. 
–Tú sabes algo más –me crucé de brazos mientras miré de soslayo el despacho de mi hermano por medio de la cristalera. No parecía haberse inmutado de que habíamos llegado –. Dalia… –prosiguió con un tono amenazante. 
–Puede que Ethan tenga algo que ver, pero todo apunta en este momento a que él no sabe nada. Lo único que los relaciona a él y a Logan es que estuvieron en el mismo sitio, los dos han portado la misma lona y en este momento mi padre se encuentra buscándola. Si le dices algo a mi hermano todo esto puede venirse abajo. 
Mi amiga hizo una mueca de desaprobación y se encaminó hasta abrir la puerta del conductor. 
–Amber, prométeme que estarás callada. 
–Mi coche ha estado en la escena de un crimen, con un sospechoso que se encuentra detenido y está captado por unas cámaras a disposición de la policía, ¿cómo pretendes que me quede callada? Además, ¿te das cuenta de que aunque él esté en comisaría los demás siguen sueltos? George va de sobrado si se piensa que va a encontrarla tan fácilmente. 
–Lo sé. Ellos siguen en la calle. Pero debo confiar en mi padre, y ahora tú también. 
–¡Chicas! No os había escuchado llegar. 
Ethan apareció de repente, frotando sus manos con un pañuelo y dedicándonos una sonrisa. Amber cerró la puerta de su todoterreno al instante y bajó la ventanilla de su coche para mirarnos a mi hermano y a mí. 
–Te haré la transferencia esta noche. 
Y se marchó sin decir nada más. 
 

Tomé con una de mis manos la correa de mi bolso y la dejé caer en el suelo en cuanto mis pies tocaron la tarima de la entrada. 
Me dirigí hacia la cocina, donde mi padre colocaba algunos platos sobre la mesa. 
—¿Qué tal la universidad? 
—Inexplicablemente entretenida. Solo se hablaba de la detención de Logan. 
—Puedo imaginármelo. Eso quería. 
–¿Él o tú? – sus ojos se posaron sobre mí con un semblante extrañado –Parecía estar encantado de que te lo llevaras. 
– Sí. He de confesar que todavía espero su próximo movimiento tal y como creo que lo hará. Pero puede que simplemente estuviera esperando a que lo detuviese.
Me senté a su lado en la mesa mientras me servía agua en un vaso. El carraspeó su garganta tomando asiento a mi lado. 
–Quiero que hagamos un trato. 
–¿Sobre qué? 
Mi padre tomó una de mis manos y la cubrió con las suyas: 
–No vuelvas a ocultarme de nuevo tus alucinaciones. Sabes que es importante contarlas en la fase en la que te encuentras, ¿de acuerdo? 
–¿Y qué se supone que gano yo? –pregunté en un tono entre burla e incredibilidad. 
–Evitar hacer tonterías como la de anoche. 
Tuve que soltar un suspiro y asentí conforme a su petición. 
–No quiero volver a verte en una situación como en la que estuviste expuesta a no ser que sea totalmente necesario y solo entonces me tendré que fastidiar porque eso significará que estarás subida al barco conmigo. Mientras tanto, necesito que evites arriesgarte. 
Un nudo se atoró mi garganta cuando vi la mezcla de enfado y pavor llevado en sus palabras y que las escupía con los ojos casi cerrados, apretando sus puños, aumentándome ese dolor en el pecho que apareció en cuanto lo vi en aquellas duras condiciones. 
Su testarudez, denominado por él como la madera de su trabajo, le prohibía mostrarse como realmente era y como se sentía, que en su mayoría no le permitía demostrar lo que después de todo era: humano y padre. 
¿Demostraba cariño como tal? No, no solía. Pero estaba tan segura de tener su hombro siempre que lo necesitase, aunque él se negara a afirmar que era todo un blando —que lo era—, pero simplemente era capaz de tragarse la bilis de sentimientos antes que decírtelo. Era tan desgarrador como insólito cuando se permitía demostrarme el dolor que sentía. 
—Estoy bien, ¿vale? No me ha pasado nada. Tienes a un sospechoso y tienes a tu hija aquí contigo. Se acabó. 
Mi mano envolvió la suya sobre la mesa y una sonrisa afligida fue su respuesta, tomando aire más tarde y cambiando su semblante lentamente a uno más sincero. 
Cuando su pecho se hundió e instantes después el aire fue soltado de entre sus labios, sabía que en el fondo había logrado apaciguar aquella bola de malestar emocional que lo solía envolver cuando la situación le sobrepasaba. Afortunadamente, en aquel entonces, no siempre tenía que pasar por situaciones similares a esa. 
—Por cierto, —dijo con sus ojos abiertos y dejando unas ligeras palmadas sobre el dorso de mi mano —la casa de Logan está limpia. La hemos registrado de arriba abajo. Ni rastro de la lona. 
—¿Y si la guardan los demás que iban con él? 
—Es lo más probable. Tan solo seguiré atento de que el plan siga su curso. 
—¿Cómo está Logan? 
Mi padre alzó las cejas al oírme, concentrándose en algunos papeles que contemplaba alternativamente. 
—Está tranquilo. Despreocupado. —lo observé —No sé si tomármelo como que ya se tenía mentalizado lo que iba a pasar o de que tal vez piense que va a salir. 
—¿Le conocías de antes? 
Él asintió 
—Conozco más a su padre, Dorian Hyde. Aún así, he tenido que retenerle algunas veces en comisaría. Nunca nada importante. Es por eso que me cuesta creer y no me siento tampoco seguro de decir que realmente tenga que ver de manera directa con la muerte de Jack. No le veo de esa madera. 
—¿Qué quieres decir? 
—Logan puede ser peligroso, pero me creería cualquier cosa antes a que ha cometido un homicidio. 
—Es un asesinato con demasiadas conjeturas en su contra, ¿tanto hay que indagar? —la voz parecía tambalearse desde mi garganta, y en una muestra de auto-apoyo entrelacé mis dedos con nerviosismo y los apreté con fuerza. 
–Preguntas demasiado, ¿es que algo te inquieta? 
—¿Sabes algo sobre el paradero de Tyler? 
Mi padre soltó un suspiró y negó lentamente con la cabeza. 
–No me gusta decir esto pero… –dejó los papeles a un lado y me dedicó una mirada enseriada –necesitamos ser realistas, Dalia. Tyler lleva más de 48 horas desaparecido, las cruciales cuando se produce un secuestro. No hay pistas, ningún tipo de rastro sobre su paradero. Las últimas personas que lo vieron fue antes de la fiesta y otras ni siquiera se acuerdan. 
Quise decirle que dos pensamientos no abandonaban mi cabeza por las noches antes de dormir, una era una inquietud y la otra una confesión. Dado a que estábamos solos y que era consciente del tremendo error que cometí, quise ser sincera sobre lo poco que sabía. 
–Yo vi a Tyler, papá. 
–¿Cómo? 
–Después de salir del bosque. Estaba esperando a Ethan para que me recogieran con mi coche y tuvimos una conversación. No me dijo nada importante, pero sé que la última vez que le vi fue en la carretera, casi a la entrada del bosque. Justo donde los coches aparcaron. 
—¿Por qué no me lo dijiste antes? 
–Creo que me asustó el hecho de pensar que presencié la escena de un asesinato y que fuera yo la última persona en ver a un desaparecido. 
Y tal vez por mi culpa Tyler nunca pudo ser encontrado. 
Él me miró por unos segundos y asintió lentamente. Supe que quiso evitar decirme algo. 
–Te informaré si averiguamos algo sobre él, ¿de acuerdo? 
Y ahora venía la inquietud. 
–Necesito que seas sincero ahora, papá. 
Me sentí pequeña ante su mirada profunda, expectante a lo que tenía que decirle. Juro que por unos segundos se me había olvidado. 
–¿Hay un asesino en la ciudad? –se removió en su asiento –Porque llevamos meses viendo como gente desaparece sin rastro alguno hasta el día de hoy. Sé que te empeñas en intentar ocultarlo hasta que sepas de qué se trata pero los vecinos están atemorizados. 
–No es el momento de esta conversación. 
–Y siento que en este caso te estás involucrando como nunca antes te había visto –resopló con cansancio –. Sé que no son mis asuntos, pero por más que intente entender y defender todo lo que haces me lo complicas muchas veces. No sé si es porque piensas que Ethan puede que tenga algo que ver, o si tal vez es porque todo esto ha empezado por mí. 
Él estampó las manos sobre la mesa, sobresaltándome completamente. Se levantó de su silla y con un semblante desafiante, me contestó: 
–¿Quieres entenderme y que te dé razones para defenderme? Pues ven. 
Sus pasos agigantados avanzaron hasta el pasillo que comprendía desde el recibidor hasta una puerta en el final de éste. Una vez abierta la puerta, nos adentramos en su despacho y tras dejar los papeles que ojeaba en la cocina sobre su escritorio, dejó a relucir una pizarra cuadrada de 2 metros por lado. La habitación era un caos en sí de documentos y aquel que juzgaba a George Mercury como un descuidado y corrupto, tenía que estar entre aquellas cuatro paredes para entender el verdadero peso que se acumulaba cada día sobre su espalda. 
–Esta es la realidad, Dalia. 
Señaló con sus dedos los garabatos dibujados. Yo intentaba leerlos a una velocidad inaudita. 
–Rixton lleva sufriendo secuestros y muertes desde hace 17 meses, en los cuales siempre la desaparición se comprende entre los días 2 y 7 –comenzó a señalar las fechas grabadas en líneas torcidas – 12 y 19, 23 y  25. Los cuerpos aparecen en los días restantes y dependiendo del número de mes fallecen de 2 a 5 días antes de ser encontrados.



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En el texto hay: romance, terror, psicosis

Editado: 12.05.2020

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