“So watch me strike a match on all my wasted time.”
Fred Weasley no durmió.
No porque estuviera preocupado, eso implicaría aceptar que algo lo había afectado, sino porque cada vez que cerraba los ojos aparecía la misma imagen, insistente y molesta: una chica de Slytherin mirándolo como si él fuera ruido de fondo. Como si no valiera el esfuerzo de una reacción más elaborada que un simple rodar de ojos.
Había pasado años perfeccionando su capacidad para ser memorable. Para ocupar espacio. Para asegurarse de que nadie pudiera ignorarlo incluso cuando quería. Y sin embargo, Rowena Rosier lo había hecho con una facilidad insultante.
Ridículo.
Se dio vuelta en la cama por última vez antes de rendirse. El cielo aún estaba oscuro cuando se levantó, pero Hogwarts nunca dormía del todo. El castillo respiraba, crujía, murmuraba secretos entre sus muros antiguos. Fred se vistió en silencio y salió de la torre de Gryffindor con pasos ligeros, impulsado por una inquietud que no quería examinar demasiado.
Caminó sin rumbo durante varios minutos, cruzando pasillos vacíos y escaleras que parecían moverse con lentitud deliberada, hasta que terminó donde menos solía estar.
La biblioteca.
El lugar olía a pergamino viejo y a orden excesivo. Fred avanzó entre las estanterías con la vaga sensación de estar invadiendo territorio enemigo. Y ahí estaba ella, exactamente donde su intuición había insistido que estaría.
Rowena Rosier ocupaba una mesa lateral, lejos del resto de estudiantes. Tenía varios libros abiertos frente a ella, dispuestos con una precisión casi obsesiva, y un pergamino cubierto de anotaciones escritas con una letra pulcra y elegante. Su postura era recta, contenida, como si incluso sentarse fuera un acto deliberado.
Parecía completamente ajena al mundo.
Fred se apoyó contra una estantería cercana, cruzándose de brazos.
—Vaya —dijo— una Slytherin madrugadora. ¿Eso no va contra algún código secreto de tu casa
Rowena no levantó la vista de inmediato. Terminó de escribir una línea, cerró el tintero con calma y recién entonces lo miró. Su expresión no fue sorpresa ni molestia abierta. Fue evaluación.
—¿Siempre anuncias tu presencia o es solo conmigo
—Depende —respondió él— ¿Siempre finges que no te importa lo que pasa a tu alrededor o es algo personal
Ella entrecerró los ojos apenas.
—No tengo tiempo para esto, Weasley
—Curioso —replicó— porque parece que tienes tiempo para absolutamente todo lo demás
Rowena cerró uno de los libros con un golpe seco. El sonido resonó más de lo esperado en el silencio de la biblioteca.
—Di lo que quieras decir
Fred sonrió, pero la mueca le quedó tensa.
No estaba acostumbrado a que lo miraran como si no valiera la pena la discusión.
—Anoche no estabas paseando —dijo— estabas esperando algo. O a alguien
—Eso no es asunto tuyo
—Lo fue en el momento en que casi nos topamos con algo que claramente no quería ser visto
Rowena se puso de pie con un movimiento controlado. No alzó la voz. No necesitó hacerlo para que la tensión se disparara.
—Escucha bien —dijo— no me debes explicaciones y yo no te debo respuestas. No somos aliados. No somos amigos. Y definitivamente no somos—
—¿Del mismo lado —interrumpió Fred— Créeme, eso quedó claro desde que rodaste los ojos en el Gran Comedor
Un destello de ira cruzó el rostro de Rowena, rápido pero inconfundible.
—Tú crees que todo es un espectáculo —dijo— que basta con reírte fuerte para que las cosas se arreglen solas
—Y tú crees que basta con calcular cada movimiento para tener el control —replicó— Spoiler: no lo tienes
El silencio entre ellos se tensó, afilado como vidrio.
—No sabes nada de mí —dijo ella finalmente
—Entonces explícame —respondió Fred— por qué estabas sola en un pasillo restringido la noche en que el Torneo se salió de control
Rowena lo observó durante un largo segundo. Algo en su mirada cambió. No se suavizó. Se volvió más peligrosa.
—Porque alguien tenía que asegurarse de que ciertas cosas no salieran peor de lo que ya estaban
Fred soltó una risa breve, incrédula.
—Ah, claro. La heroína de Slytherin. Eso sí que no lo vi venir
—No me importa lo que pienses —respondió ella— me importa que no interfieras
—Mala noticia —dijo Fred, inclinándose un poco hacia adelante— interferir es más o menos mi marca registrada
Rowena comenzó a guardar sus cosas con movimientos rápidos y precisos. Cada gesto parecía diseñado para marcar distancia.
—Mantente lejos de mí, Weasley
—¿O qué
Ella se detuvo frente a él.
—O descubrirás que no todos los incendios se apagan riendo
Fred sostuvo su mirada. Algo parecido a la admiración cruzó por su expresión, y eso lo irritó todavía más.
—Tranquila, Rosier —dijo— no eres tan importante como para afectarme
Ella no respondió. Pasó a su lado sin mirarlo y salió de la biblioteca.
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El resto del día transcurrió con una tensión persistente. En clases, Fred apenas escuchó. El Torneo era el tema central de cada conversación, pero su mente volvía una y otra vez a la biblioteca, a la forma en que Rowena había esquivado preguntas sin mentir del todo.
Eso lo inquietaba más que una mentira directa.
La volvió a ver esa noche, cerca del invernadero tres, discutiendo en voz baja con un prefecto de Slytherin. Cuando él se fue, Fred no dudó.
—Tienes talento para aparecer en lugares inconvenientes
Rowena giró sobre sus talones.
—Y tú para ignorar advertencias
—Me crié con gemelos —respondió— es parte del entrenamiento
Ella suspiró, visiblemente cansada.
—¿Qué quieres
Fred se tomó un segundo antes de responder.
—Quiero saber por qué alguien como tú está metida hasta el cuello en algo que claramente no es un juego
Rowena lo miró fijamente.
—Porque si no lo hago yo, alguien va a salir herido