POV: Emily
Mi primer día de clases. Mis amigos suelen emocionarse con la idea del nuevo año; yo, en cambio, solo puedo pensar: vaya, qué divertido —fíjense mi sarcasmo. Todos los años lo mismo: el discurso tedioso, las mismas materias que ya prometen drama y los profesores con la misma rutina de siempre. No es que odie la escuela; lo que me agota es todo lo que la rodea. Aun así, en el fondo me encanta ver a mis mejores amigos todos los días. No se imaginan lo importantes que son para mí.
Miro la hora: las 6:20 a. m. —voy tarde— y sé que Noah no tardará en escribirme, así que corro al baño. Me ducho en cinco minutos, me cepillo los dientes y me lavo la cara. Me pongo los lentes (sí, no uso contactos: los detesto; entra polvo, pican, son un problema). Mi mamá cree que los contactos son lo mejor y gastó para que los probara, pero yo nunca los pedí. Los lentes comunes me van bien: ya forman parte de mí.
Me visto con el uniforme justo cuando suena el celular. Es Noah:
NOAH (BFF): —¡Buenos días, luz de mi alma! ¿Lista para el año?
Yo: —Eso creo. 😓
NOAH (BFF): —¿Por qué no estás emocionada?
Yo: —Ya no es emocionante empezar algo que con el tiempo deja de serlo.
NOAH (BFF): —Princesa, no sé por qué no te emocionas; a mí sí me da hype.
Yo: —Déjame adivinar… ¿chicas?
NOAH (BFF): —¡Claro! Hay chicas nuevas y tengo que comprobar si son lindas.
Yo: —¡NUNCA CAMBIAS!
NOAH (BFF): —Bueno, princesa, me voy a alistar. Paso por ti a las 7:00. Recuerda: “volver a empezar no es fácil, pero muchas veces vale la pena”.
Yo: —Frase de Internet, ¿verdad? 🧐
NOAH (BFF): —¿Cómo crees? 🙄 Bueno, sí, pero se llama motivación.
Yo: —OK, bye 🌟
Veo que son las 6:40 a. m.; me sorprendo, termino de arreglarme y bajo a desayunar con mi mamá.
—¡Buenos días, fresita! —me recibe ella.
Ese apodo me persigue desde que tengo memoria. No me gusta, pero protestar ahora sería inútil.
—¡Buenos días, mamá! —respondo—. ¿Waffles hoy?
—Sí, tus favoritos —dice sonriendo.
Corro al comedor y salto los últimos escalones casi como niña. Mi mamá, al verme, bromea:
—¡No sabía que tenía de hija a un gato!
Nos reímos. En segundos tengo delante un plato con waffles: puede que sean los más exquisitos del mundo; hechos con amor, claro. Mi mamá sabe cómo consentirme.
Justo al terminar, oigo la entrada de Noah: llega con su estilo ruidoso de siempre.
—¡Vengo a secuestrarte para llevarte a la escuela, princesa! —grita al entrar.
—Buenos días —dice mi mamá—. ¿Con qué derecho vienes a secuestrar a mi fresita?
Noah y yo nos miramos y reímos; mi mamá finge molestia, pero no tarda en sonreír. Antes de salir nos pide:
—Déjenme tomarles una foto.
Aceptamos; Noah y yo nos vemos bien con el uniforme.
El trayecto en su auto dura unos quince minutos. Al bajarnos, lo primero que noto es el patio enorme de la escuela. Cuando digo que es grande, es grande en serio.
—No recordaba lo grande que es el patio —dice Noah—. Creo que las vacaciones me dejaron la cabeza frita.
—Seguro que solo son las vacaciones —respondo—. ¿De verdad sigues en modo rompecorazones a las siete de la mañana?
—Nunca es demasiado temprano para molestarte —contesta con sonrisa.
Al acercarme, veo a Rebecca sentada, concentrada en un libro, y a Phoebe hablando a su lado con esa energía contagiosa que siempre tiene. Phoebe se levanta y me abraza con entusiasmo.
—¡Emms! ¡Te extrañé tanto!
Rebecca se acerca con calma.
—Qué bien que llegas; llevo media hora escuchando las historias vacacionales de Phoebe —dice, medio en broma.
—¡NO SON ESTÚPIDAS, SON DIVERTIDAS! —protesta Phoebe, riendo.
—¿De verdad te parece entretenido contar que un día te levantaste, desayunaste, te volviste a acostar y pensaste que el tiempo se había detenido? —pregunta Rebecca con ironía.
Noah se queja, teatral:
—¿Y yo? ¿No me saludan a mí? ¿Acaso ya no soy su amigo favorito?
—Noah, no te pongas así; claro que eres de los mejores —responde Phoebe.
Rebecca asiente en silencio; yo me río. Entonces suena la bocina: la escuela convoca a todos al auditorio para el discurso de bienvenida, la entrega de horarios y la presentación de los profesores.
—Ugh, otro discurso que en lugar de motivar, da sueño —dice Rebecca.
—Tienes razón —le digo—. Y lo dices como si no fueras la que siempre se queja.
—Por cierto —interviene Phoebe—, Emily, ¿por qué desde segundo grado siempre das el discurso de bienvenida?
—Fácil —respondo—. Soy la que tiene el promedio más alto. Esos son los “beneficios”.
—Haz lo de siempre: sonrisa fingida, leer lo que está en el papel y listo —sugiere Noah.
—Perfecto. Mejor llegar temprano —decido—. Quiero estar en primera fila para asegurarme de que nadie me tire papeles.
Caminamos del patio al auditorio. Entre la multitud, me distraje con las voces y los anuncios y, de repente, sentí un golpe en el hombro. Tropecé hacia atrás y casi pierdo el equilibrio.
Al levantar la vista, me encontré con lo último que quería ver en mi primer día de clases: Él. Una de mis mayores molestias en esta escuela.
El año apenas empezaba… y ya estaba comenzando mal.
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Editado: 17.09.2025