Así Soy [saga Arévalo #8]

Capítulo 7

Especial Lena

— ¡Santo Dios!, era literal—agachó mi cabeza y frunzo el ceño — ¿Están bien?

Escuchó a las chicas medio decir si, sacó el móvil y llamó a Salomón.

—"¿Las balas no te dicen que un pobre cristiano puede morir?"

Se queda en silencio por un momento, crea piensa es una adivinanza

—¿Lena de qué hablas? Estamos en los corrales de las vacas.

—Estamos siendo atacadas como en el viejo oeste y aquí está Julieta.

—¿Dónde rayos están?—su voz suena asustada y escuchó a los hombres hablar un poco lejos.

— Fuera de la casa de Ezequiela... —muerdo mi labio, joder con la Arévalo, es literal que ataca a balazos.

—Son unas locas de remate, tenían que esperar cuando las trajeramos —me encogo de hombros, ya estamos acá

—Aquí estamos, haz algo —lo oigo suspirar con frustración y luego corta la llamada.

—Chicas la caballería vendrá por nosotras —echo un vistazo a mis hermanas y Julieta, quienes están agachadas y con cada bala dan brinquitos de susto.

Bien, me agradaba conocer a está mujer que nos tenía en el suelo del auto, sabía que disparaba para asustarnos y no lo hacía directamente hacia nosotros.

Ezequiela

Cargó otra vez mi escopeta, el auto está ahí quieto, como si no hubieran pasajeros, no conozco ese auto y hasta el momento todos los Areválos están dentro, el intruso debe marcharse.

—Ezequiela, ¿que rayos haces?—desvió la mirada y me encuentro con la mirada de Sébastien o Salomón.

—Echó al intruso—lo veo enarcar una ceja.

—Son nuestras esposas— Entrecierro los ojos y miró al gemelo.

—¿Qué?

—Lo que oyes, baja esa escopeta y vamos a hablar—bajo la escopeta y cruzó los brazos mientras el gemelo saca su móvil y las llama, desvío la mirada y veo el coche avanzar, cierro los ojos, lo menos que deseo son mujeres vacías en mi casa, hablando del último grito de la moda o viéndome como un bicho raro.

Apoyo mi hombro en un pilar del porche y quiero ver a las huecas de las esposas de mis primos, son ricos así que debieron casarse con mujeres ricas que solo piensan en la moda, sonrió porque deben venir furiosas y temblando del susto, veo bajar a la conductora una rubia muy bonita pero vistiendo de vaquera, es muy elegante lo dije... frunzó el ceño al ver bajar a otras dos... idénticas... joder son trillizas y las otras dos son preciosas también una rubia y una pelirroja.

Ellas se acercan y espero que me vean con altivez y encima de su hombro, pero me sorprendo al ver a la rubia que parece ser la líder con una sonrisa bien ancha.

— Dios, Ezequiela, yo disparó bien, pero un arma y tú un rifle el cual lo usas de maravilla, debes enseñarnos a usar el rifle— enarcó una ceja, ¿saben disparar?— pero que maleducada, mi nombre es Lena— extiendo mi mano, pero Lena no la estrecha me atrae hacia ella y me abraza...

Se separa de mi y me sonríe.

—Al fin te conozco, hemos deseado venir a verte de inmediato, pero los hombres estaban emocionados de conocerte y no compartirte con nosotras—desvía la mirada y mira molesta al gemelo—Chicas presentense.

Sonrió.

—Soy Elena y la esposa de Max —me abraza igual, joder tanta dulzura me dejará empalagada.

—Soy Eloise y mi esposo no ha llegado aún, está atendiendo el restaurante— igual me abraza.

—Soy Nina la esposa de Damien—es tan adorable está chica parece un ángel, me abraza.

—Soy Julieta, la esposa de Salomón—la pelirroja me abraza, se separa de mi y camina hacia el gemelo quien la empieza a revisar.

—¿Estás bien amor?—ahora me doy cuenta que esté es Salomón el financiero.

—No exageres no les disparé directamente a ellas— Salomón entrecerró los ojos.

—No te preocupes Ezequiela, hemos vivido de todo, así que unas cuantas balas no nos hacen temblar—enarcó una ceja, no son lo que pensé, ninguna bajo del auto llorando o temblando.

—Pasen chicas— Salomón las hace pasar, pero detengo a Eloise.

—Dime, tú esposo el Arévalo que no conozco por que me doy cuenta que todas cayeron rendidas a sus pies, ¿a que se dedica?

Eloise me mira con una sonrisa de burla.

—Soy la única que no cayó rendida a los pies de un Arévalo, mi esposo se llama Adrián Santos.

—¿Santos? —Eloise asiente.

— Si, los Santos de Coronado—me quedó en mi sitio y la veo.

— ¿Coronado el pueblo?— Eloise asiente.

— ¿Los conoces?— niego y me doy la vuelta, pero oigo su voz.

—¿Hay alguna vinculación de los Santos de Coronado y los Areválos?— me detengo, pero no me giró.

—Eso creo— sigo mi camino hacia el bullicio de mujeres y hombres, mi casa parecía un manicomio total.

 




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