Seguía dando vueltas buscando las llaves de su motocicleta, la cual utilizaba para ayudar en el negocio familiar.
Sanha no había tenido un gran día, primero ocurrió el levantarse demasiado tarde para sus clases matutinas en la mañana, se había ganado un gran regaño por parte de su profesor y unas tareas extras. Mala suerte comenzar el día de aquella manera.
Pero aquello no era todo, también tuvo varios problemas con sus papeles estudiantiles y el camino de regreso había sido bastante abrumador. ¿Desde cuándo las calles andaban tan llenas como para que perdiera algunas de sus cosas y su billetera fuera robada?
— Saniboo, ¿ya encontraste las llaves? —habló su dulce madre desde la cocina.
— Ya casi... ¡las encontré! —finalmente las había encontrado en medio de unos de sus cuadernos. ¿Cómo llegó hasta allí?
— Bien, entrega este pedido a esta dirección —su padre le entregó una pequeña caja con la comida caliente que había preparado y una nota— Ten cuidado, debes llegar temprano sino la entrega será gratis y la comida también.
— Sí, sí. —su progenitor siempre le repetía lo mismo cada día, aun cuando ya se sabía las normas de entrega de memoria— ¡Ya me voy!
— ¡Y ten cui-...! —Sanha cerró la puerta dejando a su padre con las palabras en la boca.
Sus hermanos mayores ya se habían casado y formado su propia familia, por lo que hace unos años había asumido el papel del hijo mayor. Ahora, el dulce Sanha tenía muchas tareas en su casa.
El día estaba pasando rápidamente y aún le quedaban cosas que realizar. Desde que su madre enfermó las cosas comenzaron a complicarse. Su familia era humilde y de escasos recursos, pero amorosa.
Su padre era el dueño del restaurante coreano, muy sano y saludable. También estaba su adorada madre que lo consentía con sus abrazos y besos, y su pequeña hermana menor Hayoon, quien aún iba a la escuela primaria.
— ¿Donde será esto? —se cuestionó mirando el papel que su padre le había entregado.
Hacía unos años que ayudaba con las entregas del restaurante, era un buen estudiante y en las noches trabajaba dos horas seguidas como tutor. Una apretada agenda que seguía todos los días y las disfrutaba, pues no le gustaba estar sin desperdiciar el tiempo en cosas que no le serían de ayuda para su futuro.
Aun así, tomaba clases extras, que sus padres no sabían, para convertirse en lo que él quería. Ser un gran cocinero, un chef internacional. Pero si quería lograrlo lo mantenía en secreto ocultándolo con el sueño de sus padres. Las clases de Derecho que a veces lo llegaban a aburrir.
— ¡Oh! Creo que era la derecha —bajó sus pies para dar media vuelta a la moto— Sí. Por aquí es.
Y aceleró con velocidad para llegar a su destino. Cuando giró vio una luz blanca, tras un golpe salió tirado al suelo cayendo a su lado los restos de la caja abierta que llevaba la comida. Sin dinero, con comida seguro malograda y con un accidente del cual debía ser responsable, Sanha sólo pensó que hoy era su día de mala suerte.