Harper
—Lo siento... Estaba pensando en el libro. -dije de la forma más tonta posible, queriendo cocerme la boca.
Me dedicó una pequeña sonrisa y apartó la mirada, sin dejar de mirar las otras estanterías a mi izquierda.
—No pasa nada. Es tu primer libro y sé que no estaba en la lista para la firma de hoy. Solo que… es el primer libro que compré.
Sus ojos se veían llenos de emoción que fue difícil separarme de ellos.
Por un momento desconecté de mí misma, hasta que sacudí la cabeza.
No podía…
Suspire.
Sonaba tan decidido, pero al mismo tiempo, lo que dijo a continuación me llamó la atención.
—Asier… el nombre perfecto para un tipo bastante arriesgado.
—¿Por qué dices eso?
—No lo sé —levantó los hombros y seguí al chico alto y de piel clara, con un estilo ligeramente campestre, vaqueros ajustados, una camiseta clara que combinaba a la perfección con la camisa abierta que llevaba encima y sus botines negros, con un sombrero que le hacía sombra, pero que no dejaba desapercibidos sus ojos azules.
Continúo…
—Quizá porque asumió el riesgo de amar a una sola persona, aun sabiendo que el tiempo no estaba a su favor. Pero lo hizo, aun con el temor de perderlo todo. No todo el mundo se arriesga así al desamor.
Sus palabras me mostraron un plano diferente a como yo veía la historia de Asier en mi cabeza y en esas páginas.
—No lo había visto así—. Hice una pausa y terminé de firmar su libro. —Aquí tienes —dije, mientras cerraba el libro y lo empujaba unos centímetros hacia delante.
Se volvió hacia la mesa y se metió la mano en el bolsillo.
Su figura y su presencia habían distraído mi mente en un juego bastante peculiar de palabras.
—Por favor, cárgalos. —su voz bajo de tono.
—Es la primera vez que una persona compra tantos libros en un día.
Dije con cierto asombro, levantándome de mi asiento para recoger los libros y llevarlos al mostrador. Él se limitó a sonreír, me entregó su tarjeta y procedí. En eso, sutilmente escuche un pequeño resoplido de su boca:
—Se siente bien saber que hoy no he malgastado mi dinero —hablaba para sí mismo. Parecía reírse.
¿Algo esquizofrénico?
Lo dudaba.
Parecía más un desamor.
Mira la lista de libros:
¡Basta, ya no le sigas!
Todos tenemos ese desamor de nuestras vidas y no podemos huir de él.
—Gracias por su compra —dije pensativa, al entregarle la bolsa de libros hizo que nos miráramos fijamente.
Y por alguna extraña razón mi corazón latía.