Harper
Levantarme de la silla es difícil, mientras sigo restregando mis ojos y hago impulsos para no dormirme. Mi pelo cubría de una sombra mi rostro, mientras mantengo la cabeza agachada: parecía la mujer del aro si alguien llegara a verme en estas fachas.
Per…
¿Estas despierta?
El mensaje de Nick me desconectó de mis pensamientos. Era mi editor. El diablillo se había vuelto tan ruin últimamente para tener que escribirme a las cuatro de la madrugada.
¡Que tío para más pesado!
¡Qué grano en el culo!
Sigo despierta…
¿?
Necesito que me ayudes con el borrador del libro.
Pero sólo ha pasado una semana.
Me daba coraje tener que tratar con un tipo que no entiende o, mejor dicho, es demasiado estúpido para entender que un trabajo no está terminado.
Giré un poco para mirar la puerta de mi departamento. En dos años, sin pensarlo, ya había escrito cuatro libros y estaba en el quinto. Me había vuelto bastante productiva, ¿eso creía? Dejé el portátil a un lado y apoyé la mejilla en la mesa del comedor. El recuerdo de mi graduación es bastante fugaz y tengo la intención de averiguar qué ocurrió realmente. Ya que necesitaba dar el siguiente paso.
Los mensajes de Nick seguían llegando y también mis ganas de querer matarlo.
¡¡¡No, no tengo nada!!!
Y sabes que…
Tengo algo mucho más importante que hacer… ¡Este libro va a tener que esperar!
Pero, necesito ir revisarlo.
¿A caso no ves la hora?
Las cuatro de la mañana, Nick.
Y como autora de mi propio libro, dueña de mi propio tiempo, yo decidiré cuándo te lo doy.
Ni siquiera he terminado un capítulo.
Eso fue bastante drástico de tu parte.
Era cierto, no llevaba ni un capítulo. Apenas tenía las tres primeras líneas de lo que se suponía que era el principio de un libro, y últimamente me estaba agobiando con tantas cosas que mis ideas no fluían como yo quería. O en ese caso, supongo que más concretamente por la fecha de hoy.
Moví la cara como una muñeca poseída y miré el calendario. Todos querían que me fuera hoy a casa, pero yo no quería volver. Moví la cara como una muñeca poseída y miré el calendario. Todos querían que me fuera hoy a casa, pero yo no quería volver. No por el hecho de recordar, aunque ya lo estaba haciendo mientras estaba encerrada en el piso. Encima de lo atontada que estaba, esperaba oír la alarma para despertarme si me tiraba en la cama que me llamaba a gritos.
¡Qué problema con mi mera existencia!
—¡¡¡¡Ahhh!!!! —refunfuñé —¿QUÉ? —respondí a la llamada de mi móvil con un grito.
—¡Hey!
Al oír aquella vocecita, me aparté el móvil de la oreja y miré la pantalla. Mis ojos se abrieron como platos.
—Lo siento, mamá —susurré y me agarré el pelo para poder levantar la vista.
—He visto que estabas al teléfono. Te oigo que estás disgustada, ¿qué ha pasado?
—Ese idiota de Nick que no para de joder —me quejé con toda la voluntad del mundo. Antes habría puesto el grito en el cielo y me habría obligado a quitarme esa palabra de la boca.
Desde que me independicé, mi relación con mi madre había cambiado mucho. Aunque últimamente llevaba su vida relajada, si eso era lo que “quería demostrar”.
—¿Es por tu último libro?
—Sí —arqueé el cuello—, fue una estupidez por mi parte decir que iba a hacer otra obra. —Me eché hacia atrás en la silla, incorporándome—, ¿cómo he podido decir eso?
—Cálmate... Dile que no puedes presentárselo y ya está.
—Ya se lo he dicho, mamá, pero ese animal no lo entiende —me recosté sobre la mesa, localicé el móvil y me puse la mano bajo la barbilla —Bueno, después de todo, ¿por qué la llamada? ¿Qué haces levantada a estas horas?
Aunque ya sabía por qué.
—¿Vienes a casa?
—¡Eso! —respondí con desanimo.
Empecé a frotarme el cuello y me levanté del asiento para coger la copa y mi botella de vino y llevarlos al mostrador. Mi paso era casi incontrolable. Y mi ropa de dormir ya apestaba. Era natural lo que había hecho, directamente lo buscaba. Me había sedado un poco con el vino, para tener que enfrentarme a lo que me esperaba.