Asier

Capítulo 12. No pedí estarlo

Will

 

—No puedo creer que lo haya guardado aquí.

—Lo hizo.

—Ese día sacaron las cosas de la fiesta demasiado rápido.

Seguir los pasos de Rachel y Harper, en medio de su conversación codificada, era confuso. Salimos al jardín por el despacho de Rachel. Era la única forma de que nos vieran, ya que era un lugar cerrado e inaccesible. Parecía como si no estuviera junto a ellas.

—¿Por qué estamos aquí? —intrigué.

— Hay mucho polvo —Rachel hizo una pausa y miró a Harper con mucha atención—, ¿estás segura de que sabes lo que haces?

Harper asintió con la cabeza muy despacio. Esta vez fue como si le hubieran puesto una cremallera en la boca. Estaba de pie frente a una gran manta y le temblaban las manos, como si estuviera llena de dudas.

—Dejémosla sola un momento.

—Rachel…

—Solo hazme caso, por favor. —Rachel me sacó del lugar y tiró con fuerza de mí cerca de los arbustos. —No deberías haberlo hecho —me reprochó—, pero por algo estáis los dos aquí. Aun así, que bueno que fueras tú quien la acompañara.

Tampoco esperaba que fuese yo. Simplemente estábamos juntos.

Si no hubiera tomado la decisión de salir de casa esta mañana, ni siquiera estaríamos en este lugar.

—¿Por qué tantos secretos?

Me contuve para no decir nada más estúpido.

—Asier —se cruzó de brazos y me dio la espalda—, esa es la respuesta.

—¿Qué tiene que ver Asier con todo esto?

—Te acuerdas, ¿verdad? La noche de la fiesta. La gran entrada que hizo.

—Sí que me acuerdo.

—Esa noche se fue.

Cuando oí a Rachel, me quedé helado. Eso explicaba su mirada triste. La razón por la que no quería ir a esa casa. Y tampoco me hubiera enterado que se conocían. La verdad es que había estado bastante despistado en aquella fiesta, y recordarlos después de años. ¿Qué esperaba de mí? No era importante fijarme en quién era ella en ese momento, una pareja más, y mis ojos se centraron en una persona con la que ahora no tenía nada que ver. Retroalimentar mi cabeza con todo ello… Aunque no entendiera por qué estábamos donde estábamos.

—Me dijo algo sobre su libro. Ahora me siento como un imbécil por presentarme con ese libro el día de la firma. —Y la gilipollez que también cometí al tener que hacer esa pregunta previa en la cafetería. 

Rachel se volvió de nuevo hacía mí, con mirada de incomprensión.

—¿Qué hiciste qué?




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