Asier

Capítulo 14. La razón de querer apaciguar

Will

 

—Es la escritora de la que te hablé aquella vez.

Rachel seguía intrigada por lo primero que le dije, hasta que bajé un poco la guardia. Me sentí incómodo, y eso era lo último que quería. Ese día, como estabas perdida en quién sabe qué, no me prestó atención.

Y así discutimos un rato, hasta que sésamos nuestras diferencias del momento sobre lo que yo había hecho mal y todo ese tipo de cosas.

—P-perd…

—No lo sabías. No te culpo… —sobo mi hombro con su mano hasta que se apartó —Ya viene.

No quería nuevas complejidades, y mucho menos complicaciones en mi vida, pero estaba ocurriendo. Unas horas más tarde, Harper y yo nos encontrábamos sentados en el coche de Rachel, en un silencio bastante incómodo. —Yo y mi boca—. No quería oír nada tan profundo de ella como eso. Mis curiosidades acabaron poniéndome en ese escenario, y la locura de lo que había hecho dentro del museo la puso a ella en otro.

Quería golpearme la cabeza contra el volante.

No tenías malas intenciones.

—Conseguí arruinarlo todo en este día.

—Estaba destinado a suceder —susurró con la mirada perdida, y bajó la vista a sus manos, luego levantó la cabeza y la apoyó en el respaldo del asiento—. Será mejor que nos vayamos. Rachel tuvo la amabilidad de prestarnos su coche.

—Lo siento.

— Deja de disculparte. No has hecho nada malo.

—E-es solo… Ese día. Si sólo hubiera leído la cláusula que pusiste para la firma.

—Ese día era su cumpleaños —la miré dubitativo—. Ese día podía pasar cualquier cosa. Esperaban que fuera a casa para la reunión familiar, pero no. No fui. Y te agradezco que fueras lo más raro que me pasó aquel día.

—Incluso me confundiste con él.

Y seguí dándole más vueltas al asunto. En lugar de querer ponerle fin, seguí dándole carilla. Pero ella tampoco parecía querer parar.

—Tienes un ligero parecido… Pero sé que no eres él. Y el día de la firma me detuviste sin pensarlo.

—Justificaría mi acción diciendo que aquel día fui todo lo torpe que podía ser y que mentí sobre el trabajo —apoyé también la cabeza en el respaldo y miré hacia el techo del coche.—. Quería decir algo gracioso, en vez de decir que había salido corriendo de casa de mi primo y que antes de ir a mi casa, esperaba al menos pillar tu firma… ya que, a la primera que hiciste, no pude llegar.

—¿Por qué no lo lograste?

—Mis padres estaban firmando los papeles del divorcio.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Pregunta lo que quieras, con tal de redimir lo tonto que he sido.

Me volví para mirarla.

—¿Puedo llevarme ese premio?

Dejo escapar una sonrisa tonta ante esa pregunta…

—Sí, si eso es todo. Sí que puedes. Ya has descubierto mi identidad —le susurré.

—Entonces acércate.

Me acercó a su lado y procedió a hacer la foto. Parecíamos felices. Pero… internamente cada uno de nosotros conocía la lucha de aquel día. Yo conocía la suya más que ella la mía.

—Te la pasaré a tu Instagram antes de subirla, vale.

Parecía más tranquila, pero su frágil mirada seguía acorralándome. Quería abrazarla. No solo por ella, la autora de los últimos libros que había leído. La que era capaz de quitarme el sueño y hacerme pasar días enteros inmerso en sus escritos. La falta de vida en sus ojos, esa era la razón para querer apaciguar su destino más profundo e inacabado con esa persona.

—De acuerdo —acepté.

Me sentía de la patada, pero me alegré de que al menos fuera ella la que se llevara el premio. Y entonces me hice una pregunta bastante crucial mientras miraba la pantalla de mi móvil:

«¿Cuál es la posibilidad de…




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