Will
Me mordí los labios y continué con una sonrisa estúpida en la cara. No pensé que íbamos a estar metido en su piso con una botella de vino en aquella mesita y algún que otro juego de mesa para pasar el rato. La cita más tonta, pero placentera de mi vida, y parecía que también de la suya.
—Tendré que irme dentro de un rato —dije.
—No le has escrito a tu padre en todo el día.
—Quizá esté al tanto del escándalo de hoy —soné despreocupado—. Papá debe de suponer que ahora estoy con Rachel, o quizá ella ya le ha dicho que estoy contigo.
—¿Tu padre sabe de mí?
—Solo mi penoso secreto.
—No están penoso que digamos —bebió un poco —¿Ya le has hablado de Alva? Ahora puedo preguntarte más abiertamente sobre ello.
—No, aún no se lo he dicho —estire la mano y coloque la última pieza de rompecabezas—, ya es bastante con su ruptura como para que sepa la mía.
—¿Cómo fue que te enteraste de lo Asier?
—Fue después de mi graduación. Fue entonces cuando recibí la biblioteca y también a partir de ahí quise saber más de él. Vivíamos en la misma casa, creía haberlo conocido lo suficiente.
—¿Qué sigues buscando específicamente?
—Aún no lo sé. Como leíste sus cartas en el libro, esas son solo una parte. Hoy Gael me entregó otros sobre.
—¿No sospechas nada?
—Hay más de él ahí dentro… pero no sé si podre abrirlo.
Bajo la copa y se levantó despacio hasta llegar a ese pequeño rincón de la puerta. Cogió la caja y la trajo consigo a la mesa. Rodo todas las piezas del rompecabezas hacía un lado y empezó a rasgar la cinta con la uña.
—¿Me ayudas?
—Sí —dije con nervios y le ayudé a abrir la caja —¿Estás segura?
—Estás aquí, así que, sí. ¡Estoy segura!
Soltó un pequeño suspiro.
Asier era un chico lleno de muchos secretos.
—Gael dijo que había mucho más de lo que él y mi madre podían contarme.
Le veía sacar lentamente materiales de trabajo: papeles, lápices, gomas… hasta que se detuvo en aquel sobre. Su mirada se perdió y sus ojos se volvieron llorosos. Parecía ahogarse con su propia respiración. Su mano sostenía una foto y detrás tenía marcada una fecha.
11 de mayo de 2023.
Me has vuelto a robar un tarro de helado.
En la foto ella estaba sentada en medio de tantos libros disfrutando de su helado, y al parecer él la había pillado en su fechoría. Per seguía sacando fotos tras fotos de dicho sobre. Todas aquellas fechas eran los momentos que había atesorado de ella.
15 de agosto de 2023.
Me has hecho el hombre más feliz.
Las lágrimas de Per rodaron por sus mejillas; acabando con su mano posada sobre la mesa, dejando caer una hoja de papel, que parecía ser una carta, y se tapó los ojos para seguir llorando.
Querida Per,
Eres y siempre serás quien le dio sentido a mi vida durante todos estos años… Por quién al final fui arquitecto y diseñador de tus sueños, y sé qué ahora los estas cumpliendo y estoy orgullo de ti.
No dejes de vivir lo que amas…
No dejes de creer en el amor.
Siempre serás mi eterno amor, Per.
En esta vida y en la otra.
En eso, pasé la mano por una de las fotografías y encontré algo peculiar, —mis ojos empezaron a crisparse—, demasiadas coincidencias; y demasiados porqués en mi cabeza.
No salí de su piso hasta que Per se hubo calmado. Cogí mi abrigo, que estaba sobre el respaldo de la silla, y miré a mi alrededor, escudriñando todo el lugar. Era una chica muy solitaria, con un orden peculiar de las cosas. Un piso con sombras bajas, luces ligeras. Bastante cálido, sí. Pero... Me corrió un poco de saliva por la garganta, me tembló un poco la mano y apreté los dientes mientras cogía aquellas cosas. Per me pidió que guardara la caja en algún lugar donde no pudiera verla.
Le había escrito Rachel que me llevaría su coche por un parde días fuera de la ciudad. Esperaba llegar rápido a la cabaña y confirmar algo.
—¿Hijo?
—Hablaremos más tarde, papá —le aparté inmediatamente de la puerta y me dirigí directo a su habitación.
—¿Qué estas buscando?
—¿Has limpiado la habitación?
—Estaba limpia desde que llegamos.