Evelyn miraba la tarjeta que Alex le dio mientras tomaba una taza de café por la mañana, no sabía qué debía hacer con ella. Tan sólo hace cinco minutos, pensó en tirarla a la basura, total, él vivía en un mundo completamente diferente al de ella, ¿qué podría pasar si no lo llamaba? Seguramente que su agenda ha de estar demasiado ocupada y seguro que su teléfono no deja de sonar por todas esas citas pendientes que ha de tener.
Por supuesto que todo era diferente, no podía dejar de pensar en que ahora él es uno de los cantantes más reconocidos de México y en que ella era una simple mortal que tiene un empleo que odia en un corporativo. Ya no había nada que los uniera y por eso dudaba si era una buena idea tomar el teléfono y marcar los números de la tarjeta.
Se puso de pie y caminó un poco por la cocina, seguía indecisa, ¿debería llamarlo o no?
No lo ha visto desde hace años pero le ha seguido la pista gracias a toda la información que la prensa publicaba desde que Alex tocó la fama. Incluso sabía que ella estaba en boca de algunos fanáticos, la conocían como la mujer que rompió su corazón al irse, ella era un fantasma para Alejandro que se presentaba en forma de canciones, algunas tan famosas como Dijiste adiós que todavía escuchaba frecuentemente en la radio.
Además, ni siquiera tenía mucho interés en saber de él, porque lo sabía todo. Lo había visto crecer a través de los años, con historias en redes sociales y fotografías de la prensa. Regresando el tiempo al 2016, Evelyn se enteró de su repentino matrimonio por medio de una revista de sociales, los medios de espectáculos mexicanos hablaban de la relación a distancia que tuvo con la periodista Lorena Escudero y pensaban que era romántico que se haya casado de la noche a la mañana.
—Es un hombre casado. —Dijo, hablando para sí misma en voz baja—. ¿Para qué querrá hablar conmigo?
No encontraba una razón para que él quisiera tener contacto con ella, después de todo, rompió su corazón, debería odiarla por dejarlo de esa manera.
—¿Hola?
Después de meditarlo por un par de minutos más, Evelyn decidió llamar al número que estaba escrito en la tarjeta, ¿por qué no? Trataría de ser amigable, quizás para recompensar lo mal que se portó cuando decidió dejarlo hace diez años. Además, ha pasado una semana entera desde que lo vio cantar en el club Arabella, lo ha hecho esperar, ahora que lo ha llamado no se ve desesperada. ¿Cierto?
—Sí, ¿hola?
Mierda, era una voz femenina la que ha respondido.
—Hey, ¿podría hablar con Alex Mena?
—¿Quién habla?
Evelyn no sabía que decir ahora, estaba segura que Lorena conocía su identidad, tenía que. Finalmente, su esposo sigue escribiendo canciones sobre ella, seguro que sabe la historia completa de ese tórrido romance que Evelyn tuvo con Alejandro antes de que se casara con él.
—Miembro del staff. —Le dijo lo primero que se le vino a la mente, esperando que esa mentira funcionara. ¡En qué lío la ha metido Alex!—. De la disquera...
—De acuerdo... Un momento.
El silencio a través de la línea le parecía demasiado incómodo, tal vez no había sido buena idea llamarlo, sí, lo mejor que podría hacer es terminar la llamada. Quizás Lorena ni siquiera se ha creído su mentira, es en lo único en lo que pensaba mientras esperaba.
—¿Hola?
Escuchar su voz a través de la línea provocó que abortara la misión de terminar la llamada, se sentó en un banco junto a la barra en la cocina y dio un último sorbo a su café antes de responder al saludo.
—¿Cómo estás?
—¿Evelyn? Creí que nunca me llamarías.
—Bueno, me diste tu tarjeta. Supongo que estabas deseando que lo hiciera, ¿no es así?
Sí, Alex ha pasado los últimos siete días esperando escuchar su voz de nuevo, aunque fuera a través del teléfono.
—¿Sigues en la ciudad?
—Así es. —Responde ella, curiosa decide preguntar—. ¿Por qué?
—Quiero verte. Vamos a vernos, conozco un lugar muy lindo que...
—¿Así por qué si? —Interrumpe Evelyn—. ¿Ni siquiera vas a preguntarme si estoy libre hoy? ¿Qué tal si tengo una cita importante?
—¿Tienes algo que hacer hoy?
Miró el reloj que colgaba en la pared de la cocina, era medio día y ella continuaba en pijama. No, en realidad no tenía nada importante que hacer, sin embargo, siempre le había gustado jugar con la paciencia de Alejandro, quien seguramente esperaba ansioso una respuesta de la chica de cobrizos cabellos que sólo hacía este silencio más incómodo.