Alex ya había terminado con su café y ella no había llegado aún, miraba el reloj impaciente, turnándose entre el reloj que colgaba en la pared de la cafetería y el de su celular, como si hacer eso fuera a acelerar el tiempo. Seguramente que una vez más ha jugado con él, ha pasado media hora y él se quedó en el mismo lugar, mirando la puerta, viendo entrar y salir a algunas personas, pero ella no se dignó a venir.
Se terminó el último pedazo de cheesecake y se decidió a pagar la cuenta, no vendría, lo ha dejado plantado. Sin embargo, mientras sacaba la cartera, miró una última vez hacia la entrada, su corazón se detuvo por un par de segundos, se sentía como si algo malo fuera a pasar y por un momento pensó seriamente en salir huyendo de este lugar, ya había sobrevivido tantos años sin saber de ella, ¿por qué no hacerlo durante toda su vida?
—Hey, parece que has visto a un fantasma. ¡Qué pálido estás!
Canceló su misión de huida en cuanto la tuvo en frente, se acercó a ella para saludarla con un beso en la mejilla, Evelyn seguía usando el mismo perfume que usaba antes, aún recordaba su aroma tan bien.
—¿Le cobro, señor Mena?
—No, no... Ya llegó mi acompañante. ¿Puedes atenderla, Gladys?
—¿Así que pensabas irte?
—Bueno, no llegabas. Creí que ibas a dejarme plantado.
—Sabes que la puntualidad no es lo mío, Alex.
Los dos tomaron asiento en la mesa en la que previamente él esperó impaciente, frente a frente, así podrían mirarse a los ojos cuando comenzaran a conversar, sí, sólo era cuestión de que Gladys terminara de apuntar lo que Evelyn le ha pedido y se retirara para que pudieran hablar.
—¿Y cómo estás? ¿Cómo te trata la vida? Cuéntame —Cuestiona entusiasta Alejandro.
—¿Qué quieres saber?
—Todo.
Ella esboza una sonrisa, ¿cómo podría comenzar a contarle su vida? Quizás no ha sido del todo interesante como la de él.
—¿Qué es todo?
—¿Qué hiciste cuando te fuiste a Argentina? ¿Cumpliste tus sueños? ¿Te casaste? ¿Tienes hijos?
—¡Woah! Muchas preguntas a la vez, relájate.
Ella agradeció por un instante que Gladys llegara hasta la mesa, le ha traído su soda italiana y a Alex más café, retirándose después de haber cumplido con su trabajo.
—Vi el mundo de otra forma, eso hice cuando me fui a estudiar lejos, conocí gente que cambió mi vida. Vi tantas cosas en Buenos Aires... En verdad que mi estancia allá marcó un antes y un después en mi vida. —Hace una pausa para beber un poco de su bebida—. Estuve casada, dos años con un argentino pero no funcionó, él era unos años más grande que yo y quería formar una familia, yo no me sentía lista para tener hijos y nunca los tuve. Después de mi divorcio decidí regresar a mi bella y llena de smog CDMX.
Él escuchaba atento a todo lo que salía de su boca, le parecía increíble que no haya cambiado ni siquiera un poco, seguía siendo la misma mujer, amante de su libertad, era la misma chica de la que se enamoró.
—¿Y qué hay de ti? Cuéntame cómo es tu fabulosa vida de celebridad.
—¿Fabulosa? ¿Eso es lo que piensas?
—¡Por favor! No me digas que no es fabulosa. Vives cómodamente, tienes cualquier cosa que quieras y de tocar en el club Arabella pasaste a tocar en recintos grandes e internacionales. ¿Eso no es fabuloso? Recuerdo haber visto por ahí propaganda de tu concierto en Buenos Aires.
—Tal vez. —Responde Alex, mirando sus manos—. Pero a veces suele ser un poco... Vacío. Tengo lo que quiero pero también la gente siempre quiere algo de mí. Y eso no es... Bueno, he tenido que renunciar a mi privacidad por eso.
—Pero te gusta.
Él no contestó a lo que ella afirmaba porque sí, le gustaba su vida, no cambiaría esto por nada. Cantaba en grandes recintos, amaba escuchar a sus fanáticos coreando las canciones que escribía, le encantaba estar de gira y amaba esa gran colección de guitarras que cuando era más joven nunca imaginó que tendría.
—Sé que te gusta y por un momento yo casi te hago renunciar a la oportunidad. —Comenta ella, antes de que le dé una respuesta—. Yo estaba en contra de que firmaras ese contrato.
—Y después me dejaste. —Alex busca sus ojos azules, ahora que ya ha tocado el tema, no hay vuelta atrás—. ¿Qué nos pasó?
—Ya sabes que nos pasó.
—De hecho no. Teníamos una relación muy... Pasional. ¡Por favor! Pasábamos la mayoría del tiempo juntos, nos amábamos. Sé que teníamos veinte pero teníamos tantos planes, te juro que apenas tuviera para el primer depósito del departamento te iba a pedir que nos mudáramos juntos. Y luego te fuiste, agarraste tus maletas y sin más tomaste un avión directo a Buenos Aires. ¿Qué pasó? ¿Por qué dejaste de amarme?