Asignatura pendiente

Capítulo 10

La música estaba demasiado alta cuando Alejandro llegó a aquel edificio ubicado en la colonia Roma. Sostenía en la mano izquierda una botella de vino y con la otra tocó tres veces la puerta blanca del apartamento 13, Evelyn se encontraba adentro pintando, cantando fuertemente Teenage Fantasy de Jorja Smith mientras llenaba de tinturas verdes su lienzo.

Alex volvió a tocar la puerta y sólo corrió con suerte cuando la canción terminó. Evelyn dejó su pincel remojando y se limpió las manos en un pequeño trapo gris, caminando descalza hasta la puerta sólo para encontrarse con aquellos ojos que ha echado tanto de menos. 

 

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Escuchándote cantar.

—¡Vaya! ¿Debería ponerte una orden de restricción por eso? Creo que es algo creepy que lleves un tiempo parado afuera de mi casa.

—Sólo cinco minutos. No abrías. 

 

Ella dirigió su mirada hacia la botella que tenía agarrada con la mano izquierda y hacia el estuche de la guitarra que tenía sobre la espalda, él no podía de dejar de mirarla. Su cabello tomado en un chongo alto, el overol lleno de pintura que cubría un top de color rosado, color que Evelyn juraba odiar años atrás. 

 

—¿Puedo pasar?

—Alejandro, en serio ¿qué haces aquí?

—Te quería enseñar una canción, como en los viejos tiempos. Estaba cerca y... ¿Por qué no? ¿Te interrumpí?

 

Se hizo a un lado para dejarlo pasar, cerró la puerta y caminó hacia su reproductor para bajar el volumen de la música. Alejandro dejó la botella sobre la mesa y se acercó de inmediato al lienzo que Evelyn estaba pintando, un hermoso caballo blanco con algunas manchas de color café que adornaban su cuerpo.

 

—Es Bailey. —Le confirma Evelyn—. Es la adoración de mi mamá, pensaba regalárselo la próxima vez que vaya a verla al rancho.

—Te está quedando bastante bien.

—Gracias. Si quieres ve por copas a la cocina, en lo que yo recojo esto.

—No, no te interrumpo. —Comenta Alex, caminando hacia la cocina—. Sigue pintando, como si yo no estuviera aquí. 

 

Evelyn continuó en lo suyo, mientras tanto Alex sirvió vino en dos copas de cristal, dejando una de ellas en el esquinero de madera más cercano a ella, quien continuaba trabajando en su pintura ignorando por completo la presencia del hombre que ha decidido observarla desde el pequeño comedor.

Alejandro bebía mientras miraba cada movimiento de Evelyn, observaba cada detalle. Sus cabellos despeinados que lograban escapar de la liga, su rostro sin una gota de maquillaje, sus pecas que hoy parecían más pronunciadas que nunca, su nariz que tenía una mancha verde en la punta, lo mucho que disfrutaba pintar en su ambiente natural.

Genuina, no había otra forma para describir a esa mujer. 

 

Fue entonces que su celular sonó, un mensaje de Lorena preguntándole si tardaría mucho en volver a casa, era la sexta vez que preguntaba eso. Bloqueó el celular, últimamente su esposa ha estado algo insoportable, se sentía hostigado por  todos los textos que le envía cuando no están juntos y estando en casa sólo pensaba en cómo escapar de ese matrimonio.

 

—¿Adivina a quién me encontré la semana pasada? —Evelyn lo saca de sus pensamientos de inmediato.

—Ni idea, ¿a quién?

—A Elisa. La vi en Reforma 222, con su prometido. 

 

Alex realmente quedó sorprendido, ¿prometido? ¿Acaso no fue Elisa la misma que le dijo a Luis Carlos hace unos años que no quería casarse porque no creía en el matrimonio? 

 

—¿En verdad?

—Sí, me enseñó el anillo y todo. —Dijo ella, remojando el pincel—. Te juro que no me lo creía, no después de lo que tú me dijiste de esa propuesta de matrimonio que le hizo Luis.

—Las cosas pasan por algo, quizás Elisa y Luis no estaban hechos para estar juntos.

—Tal vez. —Evelyn lo mira, esbozando una sonrisa sin separar los labios—. Al menos Luis consiguió seguir adelante. Dices que ya se casó, ¿no?

—Sí, hace dos años. Incluso tiene un hijo, un bebé de ocho meses.  

 

Evelyn se limpió las manos y se acercó al esquinero de madera para tomar su copa. Dio un largo sorbo, después miró por última vez sus pinceles. Creo que sus planes han cambiado por completo, cambiaron desde que Alejandro atravesó su puerta. 

 

—La ventaja de vivir aquí es que los fines de semana casi no hay nadie en el edificio. —Menciona Evelyn, haciendo una pausa para volver a beber—. Por lo tanto el Roof garden casi siempre está vacío. ¿Quieres subir?

—Claro.

—Bien, iré a cambiarme. Prepara tu guitarra y esa botella, será interesante. 

 



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En el texto hay: musica, reencuentro, amor

Editado: 02.08.2019

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