Evelyn miraba a Alejandro despedirse de su público después de dos horas de concierto, estaba asombrada por la cantidad de gritos que se escuchaban en el recinto, todos aclamando a Alex Mena, porque acababa de robarse una vez más el corazón de sus fanáticos. Alex se encontraba parado en uno de los amplificadores mandando besos antes de abandonar el escenario ante una ovación que pedía más y más.
—¿Qué tal? —Cuestiona Luis Carlos a Evelyn, sin dejar de aplaudir.
—Estuvo bien, supongo.
—Cuando toca en auditorios más grandes la euforia es otra, seguro que te va a gustar.
Ella permaneció en silencio, mirando a Alex salir del escenario. Las luces se encendieron en el recinto y la gente comenzó a abandonar sus respectivos asientos, Evelyn se puso de pie cuando Luis y Paola lo hicieron, caminó con ellos rumbo a los camerinos esperando ver a Alex después del gran show.
—¿Cómo estuve?
—Fue asombroso... Yo ni siquiera hacía todo lo que tú haces y me siento cansada.
—No, no, no, tienes que reponerte. Tenemos un after-party después de esto.
Alejandro toma la toalla que una de sus asistentes le acerca y comienza a secar el sudor de su rostro, alborotando también su cabello.
—¡Nunca me decepcionas Alex!
Paola choca los cinco con él y después se recarga en el hombro de su esposo, escuchando a Alejandro hablar de lo bien que la ha pasado en el escenario y de lo nervioso que estaba por presentar las nuevas canciones.
Mientras tanto Evelyn se alejó un poco del grupo, caminó hacia el escenario del teatro, mirando como el staff ya se encargaba de recoger todo lo que ahora ya había perdido vida. Se paró en ese lugar y miró las butacas vacías, toda la adrenalina se ha ido ya y lo único que escuchaba era al personal desmontando el equipo.
—¿Te perdiste?
—No yo... Sólo quería ver la perspectiva desde aquí arriba.
—Eddy. —Se presenta, extendiendo la mano—. Soy el baterista de Alex.
—Ev... Anna, Anna sí.
Se dieron un ligero apretón de manos y posteriormente Eddy le dio otra perspectiva del escenario: desde su batería. Evelyn recordó entonces cuando tenía catorce años, su amigo Oscar intentó enseñarle a tocar la batería en su fiesta de cumpleaños y fue entonces que tomó las baquetas para demostrarle a Eddy que no aprendió absolutamente nada.
—Vaya, podría enseñarte después a tocar si quieres. —Comenta Eddy, ayudándola a pararse del banquillo.
—Si yo... No creo estar por aquí muy seguido después de esto.
—¿Vendrás al after-party?
—Supongo que lo haré. Yo... Iré con Alex al camerino, te veo al rato en la fiesta.
Evelyn entró al camerino de Alex sin permiso alguno, miró su torso desnudo mientras recogía su camisa blanca del sofá, intentó no hacer ruido al cerrar la puerta, le gustaba lo que estaba viendo, no quería que él se pusiera esa camisa. Algunas ideas comenzaban a surgir en su cabeza, como poner el cerrojo e írsele encima para culminar lo que dejaron pendiente cuando se besaron esa última vez en su departamento.
—Hey, ni siquiera noté cuando entraste.
Evelyn sacudió la cabeza en un intento por dejar todas esas ideas a un lado y esbozó una sonrisa sin separar los labios, después se acercó a él para arreglarle el cuello de la camisa.
—¿En dónde estabas?
—Con Eddy, me dejó tocar su batería.
—Linda, tú tienes muchas cualidades, pero definitivamente la música no se te da.
Evelyn hizo una mueca de molestia y Alejandro le pellizco la mejilla, mirándola a los ojos después.
—Ofreció darme clases privadas de batería. —Comenta Evelyn, con una sonrisa pícara.
—¿Ah sí?
—Sí, todavía lo tengo eh... El encanto, ya sabes.
—Siempre lo has tenido.
Ella asiente con la cabeza, arreglando su cabello con las manos y mordiendo sutilmente su labio inferior, de alguna forma coqueteando con él.
—Lo sé. ¿Qué es esto?