Evelyn eligió la segunda opción, quería creer que era el efecto del alcohol lo que la había hecho tomar esa decisión, sabía tan bien que apenas entraran a la habitación algo iba a suceder, algo que ambos han deseado desde que se volvieron a ver. Le costaba aceptar en voz alta que deseaba estar a solas con él, jamás iba a aceptar frente a él que toda la noche ha tenido esos «sex flashbacks» y que desde que estaban en el camerino quería írsele encima.
Así que sólo se quedó quieta, mirando los botones del elevador, mirando bajar a algunas personas en sus pisos correspondientes sin tan siquiera mirarlo a él, que estaba con el corazón a punto de salirse de su pecho. La sensación fue mucho más fuerte para ambos cuando el ascensor se detuvo en su piso, Alex le cedió el paso y entonces caminaron hasta esa suite que los esperaba con ansias.
Alex abrió la puerta de la habitación y le cedió el paso a Evelyn, quien comenzó a inspeccionar la suite con detenimiento.
—¡Vaya! ¿Quién lo diría? Cuando tus padres te desterraron de su casa por abandonar la universidad para dedicarte a esto, dormiste durante una época en el sofá de Luis Carlos, ahora duermes en una suite con una vista increíble.
—No es cosa mía, los promotores se encargan de los hoteles. Sabes que nunca me ha gustado ser... Así.
Alejandro dejó la llave sobre la cómoda y después de haber tomado la carta se acercó hasta Evelyn, enseñándole las bebidas.
—Bien, pediremos lo más caro de aquí para continuar bebiendo. ¿Estás bien con esto?
—Genial, no soy tan fan del Dom Pérignon pero eso suena mucho más interesante que lo que estábamos haciendo allá abajo.
Él se dirigió hacia el teléfono para llamar al room service, mientras tanto, Evelyn se acercó de nuevo al ventanal para mirar el panorama, era una de las mejores vistas que tenía el hotel.
—Estuve con mi mamá en el rancho unos días. Le llevé el cuadro de Bailey y tenía tantas ganas de montar. Me hizo bien dejar la ciudad por un rato.
—¿Cómo está tu mamá?
—Bastante bien. —Responde, sin dejar de mirar el ventanal—. Dice que se siente tranquila ahorita que mi papá está en Torreón trabajando pero no le creo, seguro que lo extraña bastante.
—¿Sabes? Tengo muchas ganas de volver a ese lugar. Prométeme que vas a llevarme un día de estos.
Ella no respondió, sólo se negó con la cabeza sutilmente.
—¿Por qué no me habías dicho que tienes comunicación con ella?
—Porque pensé que ya lo sabías. Hablamos una vez cada dos o tres meses, le mando mis discos, sé que es fan mía. Ha ido a varios shows que he dado y ¿por qué no? Tu familia siempre me ha agradado.
El sonido de la puerta llamó la atención de ambos, la conversación tuvo que parar por un momento, Alex fue hasta allá para abrir y recibir la botella que bebería con su musa en lo que restaba de la noche.
Los dos se sentaron en los sofás personales de color café y él sirvió el champagne en dos copas. Brindaron por el concierto de hoy, por los últimos meses, por Alejandro y Evelyn de hace diez años y por un momento, el cansancio que él sentía por el concierto que dio hoy quedó a un lado, simplemente quería que este momento fuera eterno, quería quedarse más tiempo con Evelyn disfrutando del vino espumoso y de la noche misma.
—¿Entonces me llevarás al rancho?
—No lo sé. Me sorprende que no hayas ido, con eso de que eres tan amigo de mi mamá.
—No podría ir sin ti. —Confiesa Alex, recargándose en el sofá—. Además los caballos siempre me han dado miedo, contigo agarro valentía para montar.
Evelyn esbozó una sonrisa y adoptó la misma postura que Alex, se recargó en el sofá, mirando hacia el techo sosteniendo aún su copa.
—Bueno, ya viví casi toda la experiencia de convivir con el gran Alex Mena del que hablan en revistas. Ha sido interesante.
—¿Casi toda la experiencia? —Cuestiona él, incorporándose para mirarla mejor.
—Sí, primera fila en el concierto, conseguí esta playera gratis que se supone era para el club de fans nada más, asistí a tu aburrida after-party, estoy tu suite y ya hemos bebido lo más caro de la carta...
—Sólo falta algo para que la vivas completa.
Evelyn se mordió el labio inferior después de haberse encontrado con la mirada de Alejandro, los dos sabían que era lo que querían desde que entraron a la habitación y aun así ninguno de los dos se había atrevido a dar el primer paso estos últimos cuarenta minutos.