Alejandro abrió los ojos, los rayos de sol penetraban en la habitación a través del cristal del ventanal y avanzaban lentamente por el suelo. Se incorporó en la cama y entonces miró a su alrededor, Evelyn no se encontraba a su lado en la cama.
Se puso de pie, tallándose los ojos, caminando por la habitación mirando la ropa de la noche anterior, esparcida por todas partes. Además, una de las copas en dónde anoche Alex bebió champagne yacía hecha añicos en el piso, «víctima de la gran noche» pensó, con muda ironía y una sonrisa burlona.
Alex se sentía realmente agotado, se sentó en uno de los dos sofás cafés esperando verla salir del baño, miró el reloj que tenía en la muñeca izquierda, 10:00 a.m., ni siquiera recuerda a qué hora se durmió, ¡pero vaya que ha valido la pena quedarse casi toda la noche despierto!
Se llevó ambas manos a la cara y después fijó la mirada en el baño una vez más, el silencio ahora parecía incómodo. Se puso de pie una vez más y se acercó a la puerta, sin embargo, al abrirla encontró aquel cuarto vacío, ¿en dónde se encontraba Evelyn? Sabía que lo que sucedió anoche no había sido un sueño, las marcas que quedaron en su piel era un recordatorio de lo bien que la pasaron.
—¿Evelyn?
Comenzó a llamarla por su nombre, pero parecía que no había ningún rastro de la chica que lo hizo perder la razón. Finalmente, después de esa fallida búsqueda, se sentó en la cama y fijo la vista en la mesa de noche, ahí se encontraba su anillo, el mismo que le había obsequiado anoche. Se negó con la cabeza, esbozando una sonrisa ligera sin separar los labios, fue bastante ingenuo al creer que lo iba a aceptar después de saber que fue un regalo de su padre.
Sin embargo, algo más llamó su atención. Junto a ese anillo que ahora ya había colocado de nuevo en su dedo, se encontraba una hoja de papel doblada en cuatro, con su nombre escrito.
Era una carta, una carta que Evelyn le dejó antes de irse.
Evelyn mantenía los ojos cerrados, con la cazadora de Alejandro puesta, escuchando Something in the way mientras intentaba conciliar el sueño. No podía dejar de pensar en lo que había sucedido anoche, en lo difícil que fue sentarse a escribir una despedida mientras lo miraba dormir en la cama después de haber vivido lo que vivieron.
Quizás fue demasiado cobarde al irse de esa manera, probablemente él terminaría odiándola por dejarlo una vez más pero esta vez le ha dado una explicación en casi trescientas palabras. Era lo mejor, lo sabía. Él tenía que regresar a su vida y ella necesitaba alejarse un poco, Montreal sería suficiente por ahora, sería ahí en dónde empezaría a olvidarse de él de una vez por todas.
Por un momento, Alex se molestó con Laura por haber tocado su puerta. Lo ha interrumpido cuando intentaba averiguar el contenido de la carta. La chica lo notó de inmediato en su semblante, creía que había sido un mal momento para venir pero su representante le dio luz verde para traerle sus cosas. Nunca imaginó que lo encontraría de pésimo humor.
—Lo siento, señor Mena, no era mi intención molestar. Roberto me dijo que podía traerle su maleta con la ropa del concierto de anoche.
—Sí, sí, está bien. Anoche casi no dormí, espero que entiendas mi mal humor, lo siento.
Él intentó esbozar una sonrisa para la chica, no sabía si se sentía molesto por su presencia o porque Evelyn decidió dejarlo otra vez.
—Por cierto, ayer en su camerino encontramos esto.
Laura le entrega la camiseta negra de Cheap Trick que Evelyn estaba usando anoche, antes de que él hiciera que la intercambiara por la camiseta que le obsequió. La tomó y le agradeció a Laura por haberla traído, cerrando la puerta detrás de ella una vez que le pidió que lo dejara solo.
Ahora tenía algo más que hacer, leer esa carta que ella dejó, cerró los ojos y se preparó para que le rompiera el corazón de nuevo.