Whitleshill, un pueblo pequeño, donde el clima frío y la lluvia constante reina, un pueblo donde sus habitantes pueden contarse con los dedos, éramos pocos, y es que, ¿a quién le gustaría vivir en un pueblo donde el ambiente húmedo y helado existe siempre a la orden del día?, creo que solamente a los que estamos aquí.
Siendo pocos habitantes, nuestros rostros entre si son muy conocidos. Si eras una chica que obraba bien desde pequeña y al crecer haces algo que no está bien visto por los demás, te toman como mal ejemplo ante todos, ¿lindo pueblo, no?, los chismes, rumores y noticias se propagaban rápidamente, y más si aquello era para perjudicar a alguien más.
¿Pero así era solamente Whitleshill?, por supuesto que no, todos aquí veneran la religión, es como su más preciada regla, seguir el camino de Dios, ser pulcros, benevolentes, obedecer a tu prójimo, a tus padres, no cometer pecado alguno, y no caer en la tentación.
Éramos criados como seres que van por el camino del bien, aquellos que no deben creer en el mal, donde el magnífico arte de la disciplina y el orden insano sucumbe. Todos en el pueblo dicen ser seres de luz, que al morir irán al cielo, quieren ignorar el hecho de que cometen pecado todo el tiempo. Y por eso tratan la manera de hacer todo lo correcto para morir en paz cuando eso suceda.
Pero yo no hacía eso. Yo no era pulcra, yo no era tan creyente de eso, siempre se nos dijo que no debíamos jugar con fuego, que no debíamos jugar con lo desconocido, con lo que teníamos que temer.
Pero nosotros no obedecimos. Queríamos saber más, descubrir si aquello de lo que hablaban era cierto o no, ¿qué había más allá?, ¿existía un cielo y un infierno?
Una reunión entre amigos bastó. Donde se suponía que íbamos a permanecer bebiendo, charlando, jugando, pasándola bien, se volvió en un momento sombrío y macabro.
Fuimos cuatro, sentados en la sala con la tabla de letras, números, palabras hola y adiós, si y no, y el puntero en el centro, los cuatros teníamos nuestros dedos índices sobre aquel objeto triangular, sin saber las consecuencias.
Pero como dicen. La curiosidad mató al gato.
*
«—Vamos Annie. No tengas miedo, solo tienes que decir esas palabras y así podremos hablar con quién sea que esté del otro lado, ¿es lo qué querías no? —cuestionó Jack con el ceño fruncido, molesto y desesperado, odiaba la indecisión y carecía de paciencia.
—Vale, está bien. —dijo por fin, suspirando para tomar valor— Amigos reunidos para invocar, espíritus prestos a escuchar. —mientras dijo estas palabras hicimos todos un movimiento circular con el puntero.
Miramos si ocurría algo, pero no pasaba absolutamente nada, un silencio se instaló, y nuestras miradas aún seguían fijas en aquel trozo de madera.
—Yo sabía que esto era una mierda, ¿dónde lo compraste Annie?, no ocurre un carajo, mejor me largo a mi habitación, jueguen ustedes solos. —rugió ahora Hunter, mi novio y quitó el dedo del puntero mientras intentaba levantarse, Jack lo impidió.
—¡No deshagas el círculo imbécil!, solo así estamos a salvo de lo que sea que quiera contactarnos, lo intentaré yo. —aclaró su voz y dijo— Si hay espíritus aquí, pido se hagan presentes.
Y todos volvimos nuestra vista a la tabla.
Nada, de nuevo.
—Hay que esperar, nunca se comunican al primer llamado.
—Ninci si ciminicin il primir llimidi. —me remedó con una voz fastidiosa y chillante, que infantil que era, luego aclaró su voz, por segunda vez— Si hay alguien aquí, que se presente ante nosotros.
Jack volvió a hablar y nada. Hablé yo ahora, quien preguntaría si había algo o alguien ahí.
—Si hay algún espíritu aquí ahora, pido se haga presente, dinos tu nombre, al menos. —pedí.
Miradas fijas a la tabla y...un movimiento. El puntero se había movido, todos nos vimos entre si, si alguien lo hacía era una broma de mal gusto. Todos quitamos nuestros dedos del objeto, se seguía moviendo de un lado hacia otro, sin control.
—¿Qué sucede? —preguntó Annie, asustada.
Pero la ignoramos, pues ahora el puntero señalaba algunas letras, que mencioné en voz alta a la velocidad que lo hacía.
—A, S, M, O, D, E, O. —grité con miedo, cada letra, una por una, todos estaban estupefactos mirando la tabla, y después de pronunciar esas letras el puntero dejó de moverse, y el ambiente se puso tenso, y extraño.
Jack y Hunter veían el puntero de la tabla con una cara que no pude describir, me causó gracia y a la vez pena ajena, dos chicos que se creen los muy muy estaban aterrados. Incluso Jack parecía querer llorar, increíble.
—Asmodeo. —dijo Annie, en un hilo de voz, mirándonos— Un demonio acaba de contactarnos, esto no es bueno...»
Y desde ese momento, todo fue de mal, en peor.