Todo lo que sucedía en ese momento era tan irreal, tan increíble, tan extraño, no podía decir nada luego de sus palabras, las había dicho con tanta frialdad que me asustaron, realmente lo había liberado, ¿pero cómo?, quemamos la tabla y Jack nos dijo que nada ni nadie iba a salir de ahí luego de eso, pero creo que no tuvo razón, no cerramos ninguna puerta, porque el demonio estaba aquí mismo, tomándome de los brazos, sosteniéndome y muy cerca de mí. Por más que quería alejarme me era imposible y odiaba eso, no poder tener el absoluto control de mi cuerpo.
—¿No dirás nada? —preguntó y una sonrisa se formó en su rostro, fue tan sutil que solo sus labios se curvaron de lado, sus ojos me miraban fijamente y el roce de sus labios sobre los míos solo me provocaban escalofríos— ¿O es que acaso la impresión te dejó sin habla?
—Yo no...no puedo creer esto, tu no deberías estar aquí. —logré articular, pero mis palabras se quebraban, me era difícil hablar con cordura, ni siquiera sentía que estaba pisando el suelo y eso me aterraba, estaba frágil ante él y Asmodeo solo parecía disfrutarlo.
—¿No debería estar aquí, y por qué no debería Charlotte?
Preguntó en un tono suave, y me atrajo más hacia él, ahora sus manos rodeaban mi cintura, me sentía atrapada entre sus brazos y su aroma me invadió, ese aroma que jamás había olido en mi vida, uno embriagante y exquisito, ¿pero qué estaba pensando?, debía zafarme de él lo más pronto posible, era un maldito demonio, sus acciones eran impredecibles.
Acercó su rostro a mi oreja y luego bajó hasta llegar a mi cuello, el tacto de sus labios era cálido, solo rozaba mi piel y escuché como inhalaba por esa zona, a la vez quería separarme, pero otra parte de mí me decía que dejara que él hiciera lo que quisiera conmigo, pero no podía permitir eso, jamás.
—Esperé tanto para estar aquí, y ser libre. Luego vino una chica a salvarme del aburrimiento del infierno, ¿cómo debo pagarle por ello damisela?
—Por favor, suéltame. —le pedí, pero él ignoró por completo lo que dije.
Una de sus manos se dirigía hasta mi clavícula, tomó el borde del cuello de mi camisa y lo apartó, él pareció reír, y ahí me di cuenta que había visto el tatuaje que me hice hace cuatro años, me había escapado del pueblo junto a Sebastián, uno de mis amigos que dejó el pueblo hace años, el hijo adoptivo de los Wilson, la decepción de la pareja, ambos éramos iguales, la religión no era algo que nos caracterizaba y siempre fuimos el dúo de rebeldes que hacía lo que se les viniera en gana, por eso dejaron el pueblo, por Sebastián, y ese tatuaje fue lo único que me quedó como recuerdo de nuestra amistad.
La cruz invertida, como burla a nuestra religión, a nuestra iglesia.
Con su pulgar acarició mi piel, justo donde aquello estaba plasmado, sus caricias eran suaves y delicadas tanto que me hicieron estremecer, mierda, ¿qué me pasaba?
—Quién lo diría, parece que desde que te hiciste esto nos rindes honor, rubia.
—Solo es un símbolo de amistad. —espeté, empezaba a molestarme su manera de actuar, y por más que intentara separarme no podía. Maldita sea.
—¿De amistad? —y volvió a reír ya separándose un poco de mí, sin claro dejar de agarrarme con sus brazos— Eso es una clara entrada a nuestro mundo, al mundo de la perversión y la agonía. Ahora ya sé por qué me llamaste, quieres ser profanada, y por alguien con experiencia.
Como me fue posible coloqué mis manos sobre su pecho y con todas mis fuerzas lo empujé, él dio unos pasos hacia atrás los suficientes para dejarme huir, pero cuando di unos pasos para pasar de él su mano tomó mi muñeca y me detuvo de golpe, se acercó a mí, ahora sus ojos eran negros por completo, el temor llegó a mí con más intensidad que antes, sentía que el corazón se me saldría del pecho, en un abrir y cerrar y ojos me acorraló en la pared, mi rostro estaba muy cerca de su pecho y sus brazos estaban cada uno a los lados de mi rostro, no tenía escapatoria. No me iba a dejar ir.
—¿Qué quieres de mí?, ¡¿qué quieres de mí?! —la angustia se apoderó de mí, pensé que ese sería mi fin, que él me mataría, pero lo que llegó a continuación no lo esperé:
—Lo quiero todo, Charlotte. Quiero todo de ti. Quiero tu cuerpo, tu alma y tus más oscuros y retorcidos secretos. Tengo planeadas tantas cosas que podría hacerte que la lista sería infinita. Desde que llegué no he pensado en algo más que solo hacerte mía y quitarte de una buena vez esa maldita pureza.
—¿Y crees qué lograrás hacerlo?, ¿acaso crees qué estaré de manos amarradas y no haré nada para detenerte?, si crees eso estás muy equivocado.
Vaya que tenía ovarios, aún me ponía en ese plan ante un demonio, wow Charlotte, no sé si enorgullecerme por mi valentía o darme un buen golpe por la estupidez de desafiar a un demonio. Él solo sonrió, como quería quitarle esa puta sonrisa de un solo golpe, yo estaba al borde del colapso mental, físico, y de todo. Y él se mofaba de mí, le parecía una situación de lo más divertida, lo odiaba, en verdad que sí.
Aunque tenía miedo de él, no quise dejar aquello a la vista, sería exponer mi debilidad ante él y no debía hacerlo, simplemente no iba a dejar que Asmodeo se alimentara de mi miedo y mi temor.
—No, no espero eso, tu sola vendrás a mí, te denudarás ante mí y suplicarás porque te haga mía. Y ese día Charlotte, las cosas serán mejor para ti. Porque ahora has despertado el mismo infierno en este pueblo, ruega porque algunos se salven, después todo, ninguno aquí es puro o bueno en realidad, en el fondo lo sabes, ¿no es así?, por eso quisiste descubrir que había más allá.