Asmodeo & Amon

Tomé mi decisión.

La sábana se deslizaba sobre mi cuerpo, y el frío me invadió por completo, estaba desnuda, pero no me importaba, estaba con él, ya no tenía nada de vergüenza, él podría ver todo de mí. Mis piernas estaban abiertas, dejando expuesto aquello recóndito, donde la luz del sol no da.

Mi vista se dirigió a uno de mis costados y noté la ventana de mi habitación abierta, las cortinas se movían sin control por el viento, y la luz de la luna entraba como un reflejo, siendo lo único que iluminaba la habitación. Él tomaba mis tobillos con sus manos mientras hundía su rostro en mi feminidad, su lengua se movía en mi interior, nunca había sentido algo igual, y es que había esperado esto por tanto tiempo, había esperado para que él viniera y me arrebatara lo más preciado que tenía, mi pureza. Mis manos aprisionaron con fuerza la tela del cobertor de mi cama, el éxtasis de lo que sentía era inaudito, jadeaba, y disfrutaba de lo que me hacía.

Los movimientos de su lengua se intensificaron, pero yo reprimía los gemidos, mi madre y Jasper estaban en las habitaciones de al lado, y no quería despertarlos con mis sonidos extraños, arriesgándome a que nos descubran. Él separó su rostro de mi intimidad, y sus manos dejaron de tomar mis tobillos, una de ellas subió para colocarse en mi cintura, mientras la otra recorrió mi pierna, hasta llegar a mi muslo. Su vista recayó en la mía, esos ojos claros color miel amarillentos que tanto me fascinaban, me miraban fijamente.

—Quiero que supliques Charlotte, hazlo.

Su voz ahora era grave, no era como antes, era intimidante y sensual, no podía negarme a lo que me ordenaba, y es que quería pedirle a gritos que entrara en mí de una vez, pero él parecía no querer hacerlo.

—Por favor. —pedí, mi voz salía entre jadeos, entrecortada, y es que no podía hablar bien, todo eso me tenía en otro lugar menos en mí misma, cuando estaba con él me sentía en el paraíso, en el mismo infierno— Por favor, hazlo, ya no resisto más.

Él obedeció mi petición, y su mano que estaba en mi muslo buscó mi vientre, mientras daba toqueteos lentos y delicados, justo en la zona donde me dolía, donde sentía que en cualquier momento explotaría, quería tenerlo dentro de mí, quería sentirlo ahí, profanando mi intimidad, pero él se quedó así, observándome.

—Por favor, ya no puedo más, hazlo.

Volví a pedir y él sonrió. Sentí dolor, placer, había introducido sus dedos en mí, no sé cuántos, tal vez tres, pero fueron los suficientes para llevarme al borde de la locura, empezó a entrar y salir de mí, sentí un líquido salir de mi intimidad, pero lo ignoré y a él no pareció molestarle. Era hábil con su lengua, pero con sus dedos, joder, era la mejor sensación del mundo. Gemí, no me importó que mi madre y mi hermano estuvieran cerca, gemí como una desquiciada, el placer era tanto que no podía seguir reprimiendo lo que sentía.

—Gime, di mi nombre entre gemidos.

Cuando dijo eso, volvió a entrar en mí, provocando que arqueara mi espalda, apreté con más fuerza el cobertor y llevé mi cabeza hacia atrás mientras cerraba mis ojos, él me estaba llevando a la perdición con lo que me hacía, me encantaba, y las palabras solo salieron, no sentí cuando las dije, pero hice lo que él me pidió.

—Amon. —mencioné su nombre, con mi voz ya agitada— Amon, no pares, sigue así, por favor.

Y así lo hizo, pero de pronto lo que hacía se volvió tortuoso, doloroso, insoportable, entraba y salía de mi feminidad de una manera ruda y brusca, ya no era placer lo que sentía, era dolor, uno insufrible. Y luego sentí lo peor, era como si una cuchilla hubiera entrado en mí, él tenía una de sus manos en mi cuello, lo presionaba con fuerza, sentía que no podía respirar, que me asfixiaba.

—Hunter, Amon. —dije sus nombres, el que había adoptado y el original— Basta, por favor detente, me lastimas. —pero él ignoró lo que dije.

La presión en mi cuello se intensificó, abrí mis ojos de golpe y lo vi, ya no tenía su cabello rubio, su piel pálida ni sus ojos miel amarillentos, ahora era un monstruo, una bestia, su piel era grisácea, sus ojos negros por completo, su cuerpo más robusto y grueso y sus alas se notaban. Pero mi vista empezaba a cerrarse, por más que intenté hacer que me soltara no lo conseguí. Él sacó los dedos que estaban en mi interior, ahora tenía esas garras afiladas cuales estaban bañadas en sangre, las llevó a sus labios y lamió sus dedos uno por uno, mientras bebía de mi sangre.

—No debiste caer ante mí. —espetó, con esa voz espectral y siniestra— Ahora debes recordar quién eres y qué haces aquí, debes recordar tu pasado.

Cuando dijo aquello, mi vista se esfumó, cerré mis ojos de golpe, y ya no vi más, pero el dolor cesó y me sentía en calma y serenidad, parecía como si estuviera flotando, en tranquilidad, hasta que abrí mis ojos, y noté lo que yacía a mis alrededores. Todo era pulcro y luminoso, cortinas de seda fina que eran inmensas, era un hermoso lugar. Mi vista se dirigió hacia abajo y noté que ahora vestía un vestido blanco, así seguí observándome, hasta que noté mi cabello, ya no era rubio, era de otro color, un color carmesí intenso.

Pero eso era nada comparado a lo que estaba frente a mí, eran decenas, cientos de hombres y mujeres, pero no eran comunes, vestían unas ropas doradas y blancas, todos sostenían una espada de oro, sus cabellos eran prolijos y sus rostros hermosos, estaban arrodillados ante mí, haciendo reverencia a mí. Hasta que unas brasas sucumbieron y empezaron a destruir todo, aquella pulcritud se desvaneció dejando a mi vista una escena horrorosa e inquietante, ahora todo era fuego y llamas, a lo lejos podía escuchar unos gritos despavoridos, implorando porque sean salvados.



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En el texto hay: misterio, profecia, paranormal

Editado: 16.10.2024

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