Solo me lancé hacia él para abrazarlo mientras tenía una gran sonrisa plasmada en mi rostro, escuché como él reía por lo bajo y correspondía al abrazo de oso que le di, para luego separarnos, ni siquiera me había dado cuenta que estaba en puntillas, ¿en qué momento se volvió tan alto?
Lo observé con atención, su cabello rojizo, sus ojos azules, su piel pálida y sus pecas, ahora era más apuesto que antes, y muy fornido, de seguro ahora las chicas caen rendidas a sus pies.
—¿Qué haces aquí?, ¿cómo es que has venido?, Sebastián ha pasado mucho tiempo.
—Bueno he vuelto a mí antiguo hogar, ya te extrañaba ratoncito.
—Ja ja, aún no olvidas ese mote que me pusiste. —y le miré con el ceño fruncido, reprimiendo una risilla.
—Venga, que ha sido el mejor que te he puesto, aún recuerdo ese día, tú disfrazada de ratón y yo de príncipe en la fiesta de disfraces.
Y él río a carcajadas, mientras que la risa que contenía había desaparecido y ahora lo miraba como si lo quisiera matar, le dejé ir un puño a su pecho, pero aquello pareció más piedra que músculo, estaba fuerte.
—¿Cuándo te volviste en un hombre de acero? —cuestioné con un tonillo picarón y él sólo rio.
—No iba a seguir siendo el mismo chico de cincos años atrás. Así como tú. —su vista me inspeccionó de pies a cabeza— ¿Qué fue de la chica sin tetas?
—Algún día tenía que desarrollar. —reí un poco y él me imitó— ¿Y tus padres han venido contigo?
—No por suerte, se quedaron en la ciudad, vine solo unos días a quedarme con mi tía.
—¿Con tu tía Rose?, ¿es una broma no?
—Aunque lo parezca, pero ahora ya no me odia tanto, además no estoy aquí solo por estar, ella ya está más vieja y necesitaba a un ayudante.
—Y claro, tú te ofreciste como tributo, ujum. ¿Qué hiciste con el Sebastián que conocía?, ¿acaso te poseyó alguien más?
Y ahí su rostro se tornó tenso, no supe por qué había cambiado, pero logró disimular su expresión con un gesto similar a una sonrisa. Llevó su mano a su cabellera para peinarla y noté en él cierta incomodidad.
—Por supuesto que no, solo quería volver al pueblo donde crecí y vi la oportunidad de hacerlo.
—Ya. ¿Y no has visto al señor Aarón?
—Por ahora no, y no quisiera hacerlo, sabes bien que las cosas entre él y mi familia no quedaron para nada bien, seguro no soy bien recibido en el pueblo.
Iba a decir algo más, pero me vi interrumpida por la voz de mi padre y mi hermano que parecían acercarse a la sala. Y bueno, no suelen hablar tan bajo, sus voces se escucharon hasta afuera.
—Jasper, espero lo entiendas. Pero es la verdad. —dijo mi padre y se escuchó un portazo.
—Por ahora no quiero saber nada, ya me dijiste mucho, ya no sé en quién confiar.
Noté como mi hermano había atravesado la puerta de entrada, pasó a mí lado, pero se detuvo al reparar en la presencia mía y de Sebastián, mi hermano iba ajustando su chaqueta y cuando lo vio su expresión de molestia aumentó aún más, no dijo nada y solo pasó de largo.
—Jasper. —le llamé, pero no me respondió y siguió su camino.
—Creo que aún no olvida nuestras diferencias. —dijo Sebastián soltando un suspiro.
—Ya sabes como es.
Pero me dejó pensativa lo que dijo mi hermano antes de salir, ¿qué cosa le había dicho mi padre?, ¿y por qué siempre me mantenían lejos de eso?, no me incluían en esas pláticas, primero fue mi madre la que me dijo que no me entrometiera y ahora mi padre solo desea hablar con mi hermano, cuando es algo que puede afectarnos a ambos.
—Hija, ¿quién llamó a la puerta?
Fue mi padre quien atravesaba la puerta, se colocó a mi lado y al ver a Sebastián una sonrisa se formó en su rostro.
—Señor Cumberbatch, que gusto volver a verle.
—Sebastián, mírate ya eres todo un hombre, que agradable tenerte de visita. —extendió su mano para que se la estrechara y el pelirrojo así hizo. Mi padre me miró con algo de seriedad— ¿No lo invitarás a pasar?
—Claro, claro. —reaccioné dándome cuenta que habíamos hablado todo ese tiempo en el pórtico, así que los tres nos dirigimos adentro, hacia la sala.
Cuando entramos Sebastián y yo nos sentamos en un sofá mientras mi padre se sentaba en otro.
—Y cuéntanos, ¿qué ha sido de tu vida estos años?
—Pues, me gradué del instituto hace tres años, y entré a la universidad.
—Quién lo diría, Sebastián Wilson el niño rebelde del pueblo todo un universitario. ¿Y qué estudias muchacho?
—Demonología.
—¿El estudio de los demonios?, tus padres no debieron estar contentos con eso, son demasiado religiosos.
—No lo están, creen que eso me llevará a la perdición.
—Y va en contra de nuestro buen juicio, pero siempre fuiste un chico alejado de la religión, te diría que eres mala influencia para Charlotte si no te conociera tan bien.