Cuando desperté noté que la luz que atravesaba las ventanas era tenue, ¿cuánto habré dormido?, tallé mis ojos para poder ver con más claridad, esperé ver a Annie ahí, pero no estaba, bueno, se había levantado antes que yo. Después de estirarme me dirigí a la orilla de la cama y me puse de pie, recorrí la habitación con mi vista, y habían ciertos detalles que no había notado ayer, como por ejemplo el gran espejo que se situaba en uno de los costados, y los muebles que parecían hechos de oro, ahí recordé que el lugar donde estaba no era mi habitación, no había dormido en mi casa y mi familia no estaba viva.
Por un momento pensé que todo eso había sido una horrible pesadilla, y que despertaría viendo esa cursi decoración que estaba en mi techo. Pero no fue así, todo lo que pasó fue real, yo estaba en ese castillo, mi familia y mis amigos habían muerto, Adán nos perseguía y aún no se sabía si Amon viviría o no. Solo suspiré al recordar todo eso, sentía una enorme rabia dentro de mí al solo recordar esa escena, la sangre, los gritos, a mis padres y Jasper siendo decapitados, cerré mis ojos con fuerza e intenté dejar de pensar en eso.
Cuando abrí mis ojos vi sobre uno de los muebles una prenda de vestir de color roja, tenía encima un papel algo arrugado y viejo, parecía una nota, cuando me acerqué la tomé entre mis dedos y pude leer lo que decía:
« Póntelo, Zarp lo manda para ti. »
Cuando lo leí solo bufé, dejé la nota de un lado y extendí aquella prenda mientras la tomaba con ambas manos, en tanto la tela se desplegó se dejó ver un vestido largo rojo de manga larga, ¿en serio debo ponerme esto?, ¿que tenía de malo lo que llevaba puesto ahora?
Pero mientras más veía aquella prenda, más atraída a ella me sentía, fue como si existiera una extraña conexión con ese vestido, por eso y solo por eso y no por mandato de Zarp opté por ponérmelo, me quité la ropa que tenía y con rapidez me puse ese vestido, que extrañamente quedó a mi medida, mi cintura se tallaba y también las mangas a mis brazos, me coloqué frente al espejo y por un momento si no hubiera tenido mi cabello rubio hubiera jurado ver a la misma mujer que se me apareció en el baño aquella vez, Lilith. Una sonrisa de lado se formó en mi rostro, sabía que poco a poco estaba volviéndome ella, aunque no tenía su alma, pero su manera de pensar empezaba a aflorar en mí.
Pensé que todos estaban abajo, así que decidir bajar hasta la primera planta, cuando llegué al inicio de las escaleras otra vez se dejó ver a todos aquellos que practicaban con su magia, a algunos leyendo y escribiendo en grandes pergaminos. Noté que ahora no me miraban tanto como ayer, quizá se estaban acostumbrando a mi presencia, me preguntaba si sabían quién era yo, pues Zarp y Agnes si parecían saberlo. Caminé pasando por esas personas y pude notar como una de ellas estaba retratando algo en un pergamino, usaba una pluma para hacer trazos, y cuando logré caminar un poco más para quedar detrás suyo vi que dibujaba una especie de daga de color dorado, pero lo más extraño era que aquel hombre lo estaba haciendo a ojos cerrados, vaya, tenía mucho talento, pintar con ojos cerrados, jamás se me hubiera imaginado que alguien podría hacer algo así.
Seguí caminando, pasando de ese lugar para adentrarme a uno de los pasillos, a diferencia de aquella sala todo ahí estaba en un silencio sepulcral, no había nadie, solo esas pinturas en las paredes me acompañaban, la oficina de Zarp estaba cerrada pero la habitación anexa no lo estaba, la puerta estaba semi abierta y se dejaba ver una luz blanca resplandecer por la abertura, me acerqué con cautela y cuando me asomé por la abertura de la puerta vi unos grandes estantes llenos de libros, parecía una biblioteca, y una muy elegante, los estantes eran dorados, de oro posiblemente, las paredes eran rojas al igual que la alfombra, y en el techo estaban de nuevo esas pinturas de ángeles y demonios plasmadas junto a unos enormes candelabros.
Mi curiosidad estaba como siempre un paso adelante de mí, porque ni siquiera supe cuando había entrado ya a aquel lugar, empecé a caminar entre los estantes mirando los libros que yacían apilados de una forma muy prolija, inclusive ese olor a libro viejo se podía oler en el ambiente. Mi vista se centró en el lomo de los libros, los títulos estaban en varios idiomas, inglés, latín, ruso y otros más que no logré saber de qué eran, era una suerte que Garrett fuese bilingüe, gracias a él supe algunas cosas, así que leer el título de uno de los libros que estaban en inglés no me fue difícil, « El yugo de los ángeles y demonios », ese libro se miraba realmente interesante, estaba a punto de extender mi mano para tomarlo cuando escuché a los lejos unos murmullos, ¿había alguien más ahí?, era claro, la puerta estaba abierta, obviamente había alguien más conmigo ahí dentro. Yo y mi obviedad.
Tomar el libro ya no era mi prioridad, ahora era ver quién más estaba ahí, así que caminé con cuidado, intentando no hacer ruido para poder averiguar quién más estaba ahí, me había puesto en modo Sherlock Holmes, solo me faltaba Watson. Mientras más me acercaba a los murmullos más podía identificar de quién era la voz, o mejor dicho las voces, había más de una persona ahí. Finalmente me acerqué tanto que los estantes llegaron a su fin, pude ver una especie de mesas/escritorios en el medio junto a unas sillas, me recordó mucho al salón de clases, claro que este si era un salón donde apetecía estar, los estantes rodeaban todo eso, más parecía un laberinto que una biblioteca. Rápidamente pude identificar las voces, eran Zarp, Annie y Agnes, al dejar de asomarme y acercarme a ellos los tres me vieron fijamente y los murmullos cesaron, y yo odiaba sentirme tan observada.