—¿Por qué mierda tenemos que usar esta ropa tan ridícula? —escuché a Amon preguntar con rudeza mirando a Zarp, quién iba al frente dirigiendo nuestra caminata por uno de los pasillos del ala este del castillo.
—¿Quieres sufrir alguna herida aún antes de la batalla?, ¿no, verdad?, ¿o me equivoco? —Amon bufó y siguió caminando.
En tanto Zarp vio que Adán, el Serafín de ese bar que mencionan y los demás venían hacia nosotros ha estado muy atento a los pequeños detalles, nos dijo que teníamos que entrenar como unos guerreros, y bueno, era claro que la mayoría de los que estábamos aquí jamás en nuestra vida habíamos tocado una espada. Nos dio unos trajes ajustados, que tenían esa apariencia de trajes de superhéroes, ver a todos vestidos así solo me hizo acordarme de una serie que vi hace años de unos guerreros con arcos y flechas, la diferencia es que nosotros no teníamos un arco y flechas. Se nos unieron otros dos chicos, también iban al frente con Zarp, según nos dijo eran brujos experimentados que nos ayudarían a conocer todo sobre el arte de la guerra.
Al parecer eran gemelos, eran muy parecidos, excepto por el color de cabello y de ojos, aquellos colores eran exóticos, pues uno tenía el cabello rojo chillante y los ojos color ámbar, mientras que el otro tenía el cabello color ámbar y los ojos rojos, del mismo rojo que el cabello de su hermano, nunca había visto algo similar, pero este mundo estaba tan lleno de cosas singulares que debía ser algo normal a estas alturas.
Yo iba en medio de Annie y Sebastián, Asmodeo iba hablando con Agnes, y los miraba tan cómplices que aquello me hizo sospechar de ciertas cosas, Amon estaba junto a Miguel, y claro junto a Gabriel, estaban hablando sobre algo que por más que quise entender no pude, ojalá tuviera la agudización más desarrollada como un vampiro.
Annie y Sebastián hablaban, como si fueran amigos de años, aún no me cabía en la cabeza esa relación entre ambos, pues los dos en el pasado ni siquiera se saludaban, en fin, yo solo caminaba siguiéndolos a todos, pensando en la visión que me mostró el libro de las crónicas y que ahora teníamos en nuestro poder esa lanza tan codiciada. Zarp me explicó lo que debía hacer para recordar, buscar un momento de serenidad e intentar salir de mi cuerpo para poder proyectarme en el otro plano dimensional, por supuesto que ese lado está invadido por muchos demonios y ángeles, incluso almas de personas que aún vagan en el limbo, pero yo no sabía cómo diablos hacer eso, aunque él me dijo que luego del "entrenamiento" iba a ayudarme con eso.
Zarp detuvo su paso, y todos nos vimos forzados a hacer lo mismo, uno de los brujos (el de cabello rojo jodeme la vista) que iba a su lado se adelantó, frente a nosotros solo estaba una pared de concreto mezclada con rocas dando esa apariencia de castillo de la edad media.
—Increíble, nos has traído a un pasillo que no nos lleva a ninguna parte. No estoy para esta clase de tonterías.
Zarp miró a Amon, y negó con su cabeza, como si el demonio de la ira ya no tuviese remedio alguno, y bueno, en verdad no lo tenía.
—¿Qué se supone que haremos aquí? —cuestioné, y Zarp ya hastiado por nuestra impaciencia miró al chico brujo que se había adelantado.
—Hazlo. —ordenó, y el chico asintió.
Alzó su mano e hizo una especie de círculo frente a la pared, pero no solo fue su mano la que se movió, una especie de humo entre verde y morado surgió de su mano, posicionándose en aquel círculo que su mano había trazado, poco a poco ese humo se extendió por toda la pared hasta que de un momento a otro apareció una puerta extensa, muy parecida a la del santuario, pero esta tenía unos símbolos plasmados, algunos eran los jeroglíficos que estaban en los libros, otros eran unos símbolos muy parecidos a los que Agnes nos mostró en las tarjetas antes de entrar al castillo, también estaba ahí ese ojo que me causaba incomodidad, pero el tallado de la puerta que más me intrigó fue la punta de la lanza, era la misma que había dibujado el oráculo novato llamado Eider, estaba en el centro de la puerta.
Zarp extendió su mano hacia el otro chico brujo que estaba ahí.
—Dámela.
Y así, vi como de sus manos proyectó una tela roja muy refinada, parecía de esas donde los reyes colocaban sus coronas sofisticadas, una tela de seda que posiblemente en otra situación valdría una fortuna, pero no era solo la tela lo que tenía sobre sus manos, Zarp con mucho cuidado tomó los bordes de la tela y los movió colocándolos a los lados, y ahí estaba, la punta de lanza que Amon de una manera que solo se le puede llamar suerte le había robado a Adán.
El oráculo la tomó entre sus manos, con suma cautela mientras la llevaba al tallado de la misma que estaba en la puerta, al solo acercarla punta de lanza y tallado se unificaron, encajando como si fueran dos piezas de rompecabezas perfectamente colocadas, un destello blanquecino emergió de la punta de la lanza, y la envolvió por segundos, pero luego esa luz se disipó, la lanza se movió para un extremo emitiendo un sonoro "crack", al principio no supe que cosa estaba sucediendo, hasta que la puerta empezó a abrirse lentamente.
La punta de la lanza era una llave a aquel salón que estaba oculto en ese castillo.
—¿Y qué es esto?, ¿una habitación secreta? —preguntó Annie, mirando anonadada lo que sucedía frente a nosotros.
—Hace milenios, Miguel me encomendó crear esta sala oculta, se usaría en el momento en que la profecía estuviera llegando a su fin, pero para eso debíamos tener la punta de la lanza, solo esa arma mortífera podría darnos acceso a ella.