Maldita sea.
¿No podíamos tener ni un puto día normal, sin qué quisieran jodernos?
Pues no, siempre tenían que estar detrás de nosotros. Y lo peor de todo es que ni sabía quiénes eran esos dos, venían armados, espadas, arcos y flechas, y no parecían ser personas que frecuentaban el castillo, porque todos los brujos y las brujas se mostraban asustados mientras los miraban.
—No se queden ahí sin decir nada, pensé que les alegraría vernos. —comentó con un tono realmente natural, el hombre se miraba fresco, tan despreocupado, y la mujer a su lado solo me miraba fijamente, despectiva.
—Mierda. —dijo Amon en voz baja mirándolos— Pensé que tardarían más, pero veo que tienen ansias por obtener nuestras almas. ¿Qué no se han alimentado estos años?, hasta la baba se les cae. —se burló, y en voz alta para que pudieran escucharle.
Él hombre sonrió y caminó por el lugar, pasando cerca de una de las mesas, su mano la llevó hasta la misma y con sus dedos recorrió los tallados que tenía aquel mueble.
—Pero si aquí tenemos al hijo más querido de Satanás, ¿o debería decir el más odiado? —comentó la mujer con burla, mirando al demonio de pies a cabeza— Mírate, tan débil, tan indigno. El castigo te ha sentado bien, Amon.
Sus palabras las expulsó con asco, como si estuviera viendo a la peor escoria del mundo, pero Amon no se vio afectado por eso, es más, soltó una sonora carcajada cuando la mujer dijo eso.
—Semiramis, tú y tus comentarios. Deberías ponerle un bozal a tu mujer, su voz es realmente fastidiosa.
La mujer gruñó y avanzó un poco para ir hacia Amon, con notables ganas de querer matarlo ahí mismo, se estaba aproximando, pero el hombre la detuvo colocando su brazo extendido frente a ella.
—Tranquila, mi amor. Siempre hemos sido civilizados en estas situaciones, no veo el por qué alterarnos en esta ocasión.
—¿Qué carajos está sucediendo? —pregunté entre dientes, Belfegor me escuchó, era el que estaba más cerca de mí.
—Vienen por nosotros.
Me respondió solamente, y claro, su respuesta me dejó ya tranquila. Pues no, ¿venían por nosotros?, Ah que bien.
Amon avanzó, como siempre queriendo tener las de ganar, pero Asmodeo lo tomó del hombro con rudeza y lo obligó a retroceder un poco.
—No cometas una estupidez. No ahora. —le advirtió, Amon hizo caso, pero movió su hombro bruscamente y provocó que la mano de Asmodeo dejara de tomarlo.
—Es claro que no vendrán con nosotros por las buenas. —habló aquel hombre— Así que hemos traído unos cuantos acompañantes más para que nos divirtamos.
En tanto dijo eso unos crujidos extraños empezaron a escucharse, pero a lo lejos, aunque poco a poco se intensificaban, todos miramos hacia arriba, hacia ese techo tan elegante donde se plasmaba aquel suceso catastrófico de ángeles y demonios, pero no fue eso lo que captó mi atención, sino que fueron esos animales amorfos de color blanco y gris que tenían una apariencia similar a unas lagartijas con la mitad de cuerpos humanos, pero solo su torso era lo que tenían de humano, porque el rostro parecía un auténtico cocodrilo de ojos rojos. Jamás en mi vida había visto criaturas iguales, animales prácticamente mutantes, esto parecía de película sin duda.
Esos seres se acumularon en el techo, eran más de veinte, estaban listos para lanzarse hacia nosotros, pero se quedaron inmóviles, haciendo un sonido chillante que me hizo estremecer. El hombre de aspecto misterioso y malévolo volvió a hablar, provocando que de nuevo centráramos su vista en él.
—Aunque no recuerdo cuando fue la última vez que pude saborear un alma, han pasado muchos años, y ahora frente a mí yace un mangar, que... —dejó sus palabras a medias y se relamió los labios llevando dos dedos hacia los mismos para acariciarlos mientras cerraba sus ojos fugazmente— Deseo probar. —culminó.
—Nimrod, tener una pelea en este lugar no será buena idea, esto no los incluye a ellos. —dijo Miguel, intentando apaciguar la situación y dirigiéndose a los demás brujos y brujas que estaban ahí.
—¿Y no permitirme ver el sufrimiento de ellos por igual? —cuestionó con hostilidad para luego reír de manera divertida— Yo creo que no. Además, serían almas extras que podré obtener. Así que, ¿por qué demorar?, empecemos con esto de una vez.
Aquellas criaturas como si una orden les fue dada empezaron a caminar en dirección a los pilares de mármol del castillo, con rapidez, haciendo ese sonido molesto, aunque no poseyeran un rostro en si, en su cara se notaba la sed por la muerte, por matarnos. Nimrod desenvainó la espada que tenía y corrió hacia nosotros, aquellos animales lo seguían, iban directo a nosotros y no estábamos armados, el hombre estaba tan cerca que supe que nos mataría, o que heriría a Amon o a Asmodeo que eran los que estaban más cerca de él.
Pero una luz blanca destellante resplandeció en el lugar, que casi me deja ciega, era tan fuerte que ni siquiera pude ver lo que iba a ocurrir, ya veía la muerte venir, mi vida prácticamente pasó por mi mente, la vi con mis propios ojos.
—Salgan de aquí. ¡Ahora!
Nos ordenó Miguel, logré ver lo que estaba pasando y ahí estaba él, con su apariencia de ángel, con esas alas entre gris oscuro y un tono rojizo. Su cabello estaba tan diferente, y su vestimenta era algo digno de ser admirado, parecía un caballero, un guerrero angelical con esas vestiduras de plata y oro que lo cubrían, estaba frente a Nimrod sosteniendo su espada frente a él, ambas armas se impactaban entre si, Annie estaba más que aterrada y yo no sabía que carajos estaba pasando, pero una cosa era segura, ellos querían matarnos.