Seguimos a Belfegor hasta la habitación donde estaban Gabriel y Amon, por cómo nos había dicho aquello parecía estar preocupado, y eso era extraño, pues Belfegor tenía una peculiar relación con el demonio de la ira, pero quién se miraba intranquilo era Asmodeo, que incluso pasó de Belfegor con rapidez. Yo ya me había puesto el traje como debía, cubriendo mi parte superior, y aunque estaba molesta porque nos jodieron el acto, el bienestar de Amon me preocupaba mucho más.
Ya estábamos frente a la puerta de la habitación, Asmodeo tomó la perilla y la giró con impaciencia, cuando abrió la puerta se lograron escuchar unos gemidos, y no eran precisamente de placer, eran de dolor, y eran roncos, así que supuse que eran de Amon. Cuando atravesé la puerta lo vi, estaba postrado en la cama, pero luego empezó a moverse de un lugar a otro, sudaba exageradamente y gemía, algo le sucedía y no era algo bueno, parecía sufrir. Miguel y Sebastián lo tomaban de los hombros intentado que no se moviera demasiado, pero hacer aquello se estaba volviendo una tarea difícil, Amon tenía mucha fuerza.
Annie estaba parada en una esquina viendo aquello, horrorizada, y no entendía el por qué, hasta que noté la mano de Amon, aquella quemada que la lanza le había provocado se había extendido por casi todo su brazo, ya no tenía su piel pálida, era una piel gris, áspera con un aspecto putrefacto que despedía humo, era como si su carne se estuviese consumiendo por una llama invisible. Asmodeo al ver eso miró a los ángeles que intentaban controlar a Amon, pero luego su entrecejo se frunció, alguien faltaba ahí con nosotros.
—¿Dónde está Gabriel? —preguntó, y nadie supo que responder, excepto Miguel.
—Se fue. —respondió con esfuerzo, pues estar haciendo fuerza para detener al demonio y hablar a la vez se le dificultó.
—¿Se fue?, ¿a dónde? —exigió Asmodeo— Se supone que siempre está detrás del culo de Amon, y tendría que estar aquí.
—En verdad no lo sé, si lo supiera yo mismo la buscaría, pero no sé. Cuando llegué a la habitación para hablar con Amon ella no estaba. Pero por el momento no importa, ayúdanos a controlar a Amon. —espetó.
Asmodeo se acercó a ellos, y les pidió que dejaran de tomar de hombros a Amon, pues él se encargaría de hacerlo, cuando los ángeles se apartaron sus manos tomaron con fuerza sus hombros y lo presionó contra el colchón de la cama, pero Amon estaba inquieto, se movía con rudeza de un lado a otro, parecía como si estaba poseyendo el cuerpo, una escena salida de El exorcista.
—Deja de moverte tanto maldita sea, no entiendo como pudiste ser tan imbécil como para tocar la lanza.
El amarillo de los ojos de Amon se intensificó y miró con fijeza a Asmodeo, por un momento se quedó quieto, totalmente estático y sonrió, una sonrisa que dejó a la vista unos colmillos amarillentos y filosos.
—Vete a la mierda. —rugió y lanzó una mordida al aire, fue un sonido grave que salió de su garganta con fuerza, gutural y horroroso que sería capaz de asustar a cualquier mortal.
Y luego de decir aquello sus movimientos fueron más bruscos, Asmodeo no tuvo otra alternativa que ponerse encima suyo a horcajadas para detenerlo, y al menos logró hacer que no se moviera tanto, pero ahora esos gemidos de dolor se habían vuelto gruñidos estruendosos que seguramente se escucharían por todo el motel. Verlo así me hacía pensar que en cualquier momento se transformaría en ese demonio grotesco que me acosó en sueños.
—¿Qué haremos?, es muy difícil controlarlo. —dijo Annie angustiada, Sebastián estaba a su lado, mirando aquella escena tan espantosa.
—¿Los brujos y brujas no pueden hacer algo?, tu Annie, con tu magia, ¿no puedes controlarlo? —pregunté yo.
—No, ella apenas descubrió su poder, no sabe nada sobre como detener a un demonio, los únicos eran los gemelos, pero ya no están aquí. —me respondió Asmodeo, haciendo fuerza nuevamente para detener los bruscos movimientos de Amon, pero aquello no parecía hacer efecto.
Nadie sabía que hacer, todos estábamos preocupados, no teníamos ni la más remota idea de qué hacer con un demonio en plena transformación, aunque no sabía con certeza si se transformaría ahí mismo. Por unos segundos pareció calmarse, pero de un momento a otro, sin previo aviso el cuerpo de Amon se torció, su cabeza se hundió en el colchón y su tórax se elevó dejando sus pies caer sobre el colchón, parecía levitar, y acompañado de eso un sonido fuerte emanó de él, como un grito grueso parecido a un rugido. Asmodeo hizo lo que pudo, pero la fuerza de Amon lo superó, se vio obligado a quitarse de él, jamás había visto a Asmodeo tan impotente, sin saber qué hacer.
Las luces de la habitación se encendían y se apagaban, era como si ahora estuviera en una película de terror donde yo era la protagonista, y es que en verdad ver todo eso era algo aterrador, Amon empezó a convulsionar de la nada, sus manos empezaron a tomar una forma horripilante, sus dedos se alargaron poco a poco, formando unas enormes garras, los ángeles y Asmodeo al ver eso corrieron hacia él e intentaron detenerlo, pero de Amon salió una llamarada fuerte y destellante que provocó que Sebastián, Miguel y Asmodeo salieran disparados por la habitación, el impulso llegó hasta Annie, Belfegor y yo, y nos hizo caer al suelo, había sido tan fuerte que incluso los vidrios de las ventanas se quebraron, fue algo parecido a una pequeña explosión. Solo podía escuchar un pitido fuerte, llevé mis manos a mis orejas intentando recobrar la audición, pero era difícil, con cuidado comencé a levantarme, y cuando mi vista recayó en la cama donde estaba Amon lo vi sobre esta misma, con sus brazos extendidos, mostrando esas garras largas, sus ojos eran completamente amarillos y toda su piel era gris y áspera, esos colmillos se podían ver a simple vista, igual que esa aura flamante de color amarillenta que lo rodeaba. Poco a poco bajó, y sus pies se colocaron en el suelo, pude ver como suspiraba y sonreía. Amon jamás me causó temor, pero ahora verlo así sí que lo hacía, y es que estaba tan fuera de sus cabales, como si su verdadera naturaleza se hubiera apoderado de él, me levanté del suelo, y él quedó frente a mí, los demás aún estaban algo consternados por lo que pasaba e intentaban levantarse, pero Amon me miró fijamente y comenzó a caminar directo a mí, cuando lo hizo sus pies dejaron un rastro de fuego en cada paso que daba, y su sonrisa parecía siniestra, incluso más de la que tuvo en mis sueños y que solía tener, era como si verme le causara risa, porque sabía que en ese instante tenía más poder que yo. Estaba segura que se acercaría tanto a mí como para hacerme daño, pero yo ya no era la Charlotte de hace unas semanas, yo era una parte de Lilith, de esa mujer demonio que podía acabar con cualquier cosa, y no dudaría en acabar con Amon si intentara hacerme daño, aun sabiendo que él era nuestra salvación.