« Cumpleaños en Exulum. »
Esta noche era especial para la banda disfuncional de ángeles y demonios, habían obtenido la lanza gracias a Amon de una manera muy extraña y hoy era el cumpleaños de aquella chica demonio por la que los siete se habían intentado llevar bien todos esos días. Así que debían celebrar esa ocasión, no sabían si podrían celebrar el próximo cumpleaños de Charlotte debido a las circunstancias, había un cincuenta por ciento de perder y un cincuenta por ciento de ganar, relativamente, a pesar de tener la lanza corrían el riesgo de perder, y sí, de morir.
Pero no estamos aquí para relatar sus pesares, sino más bien, para relatar la noche en que el grupo de ocho la pasaron bien por primera vez desde que se juntaron.
No pretendían celebrar semejante día en el castillo, era algo aburrido, y muy cansino para Amon, así que decidieron ir a Exulum, aun sabiendo que el querido príncipe del infierno podía ser descubierto una vez y esté dentro de ese bar discoteca, el Serafín ya sabía quién era, y no dudaría en matarlo, aun así, prefirió mil veces estar en ese lugar que en el maldito castillo, como diría él.
Iban todos dentro de la camioneta, Asmodeo conduciendo, Charlotte en el asiento del copiloto, Sebastián tenía a Annie sobre su regazo, así como Amon a Gabriel, Miguel estaba sentado en medio de ambas parejas, incluso se le veía incómodo, y Belfegor como era de esperarse estaba en el compartimiento de atrás, enjaulado como animal.
Estaban a unos cuantos metros de llegar a la localidad, pero en ese pequeño trayecto de llegada, Belfegor tenía que hablar, como siempre.
—Me sorprende la nueva moda que has adoptado, príncipe. —se burló, Amon no acostumbraba a usar bufandas, gorros, y mucho menos lentes de sol, pero justamente esta noche decidió ponerse tales accesorios que no eran propios de él— El hípster del año.
—Tengo que admitir que pareces uno, ¿por qué te vestiste así? —cuestionó Charlotte.
—No les importa un carajo. —espetó el rubio y Asmodeo rio levemente.
—Lo hizo para pasar desapercibido en el bar, el serafín le anda pisando los talones, a mí también, pero a quien más quiere matar es a Amon. Pero tranquilo gafitas, él no está ahí, Batraal me dijo que tenía asuntos pendientes que atender.
—Entonces me puse estas pendejadas por nada. ¿Por qué nunca puedes decirme las cosas antes, no qué a último momento idiota?
—Me gustó ver hasta qué extremo llegaste para intentar no ser reconocido. —le respondió Asmodeo.
El rubio resopló y comenzó a quitarse esas gafas, y el gorro para dejarlas en el piso del auto, la bufanda se la dejó, debía admitir que se le miraba de puta madre. Asmodeo detuvo el auto pues ya habían llegado a uno de los parqueos, y el bar no quedaba lejos, estaba a unos escasos metros, por suerte no aparcó donde aquellas chicas estaban, el demonio de la lujuria sería capaz de distraerse con eso, y Charlotte no estaría contenta con tal cosa, así que por esa misma razón decidió tomar un camino diferente. Todos salieron y comenzaron a caminar en dirección al lugar, pasaron la vereda hasta llegar a donde estaban algunos locales que eran moteles y bares, pero justo al frente tenían aquel local que poco a poco cambiaba su apariencia de ser un lugar viejo a ser uno completamente elegante, pero a la vez de aspecto sombrío. Charlotte quedó fascinada al ver eso, más por los detalles tan extravagantes y peculiares que tenía la enorme puerta principal. Pero no le dio mucho tiempo para admirar, debían entrar rápidamente antes de que algún mortal los viera.
Amon abrió la puerta y entró seguido de todos, ese resplandor rojizo chillante se apreció por todo el ambiente al igual que unas manchas rojas que daban la impresión de ser sangre seca y a la vez fresca. Bajaron las escaleras que los conducirían a la verdadera entrada del bar, pero no estaba el hombre de antes al frente del separador de cuerda roja, era uno más joven, sus ojos irradiaron un destello dorado, era un ángel. Amon se apresuró a hablar, ya que sabía la clave.
—Impiorum fortes. —musitó, y aquel muchacho enseguida tomó la cuerda entre su mano; la elevó para quitarla y darles paso.
Amón encabezaba al grupo así que él fue quien al llegar al frente de la fina cortina roja la apartó dejando ver todo el caos que pasaba dentro de esa discoteca, la música a este punto se escuchaba con intensidad, una mezcla de electrónica con rock, Annie estaba sorprendida de ver aquello, pues nunca había ido a un lugar así en su vida. Sin más, todos caminaron hacia el interior, había muchos bailando en la pista, ángeles y demonios corrompiéndose mutuamente, brujos y brujas, oráculos, un absoluto descontrol en aquella zona de la discoteca, pero ellos no querían bailar, al menos no aún, Asmodeo se había encargado de reservar una mesa solo para ellos en la zona vip, donde nadie pudiera molestarlos, ¿y qué se podría esperar del demonio qué tenía más dinero qué todos ellos juntos?, Mammón debía estar celoso de él.
Una chica de cabellos verdes con una mezcla de amarillo se acercó a ellos llevando una bandeja en mano, mientras más se acercaba más se podía ver lo perfecta que era, llevaba muy poca ropa, de hecho solo llevaba unas pegatinas en los pezones, y una especie de braga muy delgada, prácticamente estaba desnuda, Annie no pudo evitar abrir sus ojos de par en par al verla, pero fue la única que reaccionó así, los demás parecieron estar acostumbrados a ver mujeres semi desnudas, inclusive Charlotte no se sorprendió. La mujer tenía unos ojos verdes iguales al tono de su cabello y estos mismos tomaron un color negro con un destello naranja en el fondo, era una mujer, pero demonio.
—Asmodeo. —pronunció con una voz suave, pero a la vez sensual que podía hipnotizar a cualquier hombre— La mesa está lista.
—¿En el lugar qué me gusta, verdad? —le preguntó el demonio sonriendo con picardía mientras su vista estaba fija en sus pechos grandes.