Aster

Un escape exitoso

Ceremonia de mayoría de edad. El día más importante para los jóvenes que, como dice el nombre, cumplen la suficiente edad como para considerarse adultos ante al mundo. Todos los jóvenes de la nobleza necesitan hacer este procedimiento, ya que no solo es un paso más hacia la adultez, si no que es su primera presentación frente a la sociedad, es decir, el día en el que debutan. Es el momento ideal para formal lazos, conocer personas, y para algunos afortunados, concretar un compromiso digno para casarse más adelante.

La ceremonia dura una semana, en donde los eventos están ordenados de la siguiente manera:

En el primer día, todos los jóvenes que serán partícipes de todo esto llegarán al palacio, lugar en donde se concretará la ceremonia. Ya que algunos tienen que viajar bastante para llegar, se destina en segundo día para descansar.

El tercer día hay un banquete, en el cual únicamente los debutantes asisten. El propósito del banquete es que los jóvenes se conozcan sin interrupciones de los padres, tutores, ni figuras más influyentes. Es el momento ideal para hacer amigos de la misma edad.

El cuarto día es el día en donde se presentan a todos los caballeros. Los más importantes, como los hijos de nobles de alto rango, y los que hayan hecho una gran aportación en las batallas, quienes son seleccionados por el comandante, serán presentados frente a todos. Dependiendo de la decisión del Emperador, serán puestos a pelear o no.

En el quinto día, los debutantes serán presentados formalmente como nuevos miembros de la nobleza, permitiéndoles por fin contraer matrimonio, poder estar presentes el la política, ir a bailes o banquetes, entre otras cosas. En ese mismo día, al momento de pasar frente al emperador, saludarlo, jurarle lealtad, y saludar a los demás nobles, las debutantes de las familias con más poder, como la señorita Evangelie Wellmon, hija del Duque Wellmon, la joven Eliza Catalm, adorada hija menor de el Conde Catalm, entre otras señoritas, elegirán uno de los caballeros, ya sea de su propia familia, o de los que se presentan, para convertirse en su caballero personal. Por supuesto, como la segunda princesa, y la única en debutar, usted será la primera en elegir...

―... ¿entiende hasta ahora, Milady?

―Si. Por favor, continua.

Elvira carraspeó, y continuó con la explicación.

―Dentro del sexto y séptimo día, un banquete es realizado, pero en este, cualquier noble tiene permitido ir, incluso si son de bajo rango. Para finalizar, en los dos últimos días, hay una celebración en el pueblo, en el cual se celebra la llegada de nuevos nobles a la sociedad.

Soltó el cabello azabache, y dejó el peine en la mesa a su lado.

Asteri se levantó y le agradeció, caminando hacia su cama.

―¿Tu crees que al pueblo le guste la idea de celebrar a los nobles?

Los labios de la mayor se abrieron y se cerraron, tratando de decidir si responder o no. Miró a su alrededor, procurando que nadie esté cerca para escucharlas.

La azabache la miró con una cara de confusión, pues nadie entraba a su habitación más que ella.

Finalmente, Elvira decidió responder con la verdad.

―En realidad, Milady, no lo disfrutan para nada, pero el Emperador los obliga ―susurró.

Sinceramente, si esperaba esa respuesta.

Asteri se recostó en la cama, y cerró los ojos, y gracias a su audición, se dio cuenta que Elvira dejó la habitación, para dejarla dormir.

Soltó un largo suspiro, y se quedó quieta en la misma posición por bastante tiempo.

Cuando por fin supuso que ya había pasado el tiempo suficiente, con cuidado de no hacer mucho ruido, empujó lentamente su cama, hasta que un tablón viejo y medio podrido apareció. Lo levantó, y dentro había una gran tela negra que envolvía algo.

―¿Será esto suficiente?― murmuró para sus adentros.

La tela, que en realidad era una capa vieja y desaliñada, envolvía una bolsa con par de joyas, bordados hechos a mano y un cuchillo lo suficientemente grande como para protegerse.

Aquella noche tenía planeado escaparse del palacio por unas horas. Necesitaba vender algunas cosas para tener dinero, y aquella era la única manera de hacerlo.

―Si al menos ese viejo me diera dinero en vez de dolores de cabeza, todo sería maravilloso ―murmuró otra vez, envolviendo la capa en su cuello. Su padre, debido a que se acercaba su mayoría de edad, y su llegada a la sociedad, le mandaba, al menos una vez a la semana, joyas, vestidos y zapatos. Es increíble mucho que le importa la imagen de Asteri. Es como si la quisiese presumir frente a todos, afirmando que era un buen padre que le daba todo lo que quería, cuando apenas daba para el pan del día a día. Era por eso que a ella no se le hacía pena alguna vender las joyas, y si fuera por ella, vendería todas, pero sería muy sospechoso que, de la noche a la mañana, todas desaparecieran, así que tenía que procurar calcular la cantidad que vendía.

Cuando ya estaba lista, dejó la habitación con sumo silencio, caminando de puntillas por los pasillos. Al poco tiempo se dio cuenta que era completamente inútil, al ver a los supuestos caballeros que deberían estarla cuidando, durmiendo en un sofá, en la sala de estar en donde ni siquiera tienen permitido entrar. Asteri no sabia si reír o llorar, pero debido a la situación, decidió tomar aquello como algo positivo. Al menos, así nadie la vería.




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