Aster

Un almuerzo "tranquilo"

Lavender estaba furiosa.

¿Cómo es posible que el hombre al que ella iba a elegir como su caballero personal perdiese contra un simple plebeyo?

Era una completa ofensa.

—Lavender, tu expresión... —susurró su hermano a su lado.

Ella abrió su abanico y lo movió de manera vigorosa frente a su cara, ocultado la expresión que tenía.

Laurence simplemente suspiró, y desvió su atención nuevamente hacia las peleas.

Después del encuentro entre Sir Andrew contra Sir Thaddeo, varios caballeros más se enfrentaron los unos a los otros, aunque la molestia de todos no disminuía al ver como un don nadie venció a un noble.

¡Era una humillación!

En el momento en el que el último enfrentamiento se presentó, el Emperador ordenó que hubiera un descanso, antes de pasar a la semifinal, para después llegar a la final.

Era la hora del almuerzo, por lo que todos los debutantes se encontraban en un salón separado, con sus respectivos sirvientes.

—Adela, tráeme un trozo de carne, por favor —pidió Asteri, mientras los demás en la mesa hacían lo mismo.

La joven sirvienta asintió, y caminó hacia la cocina, en donde se encontraban docenas de sirvientes más, ordenándoles la comida que sus amos habían pedido.

Agarró un plato y empezó a seleccionar los mejores trozos de carne, y, cuando finalmente encontró uno, alguien chocó con ella, haciendo que, de manera accidental, suelte el trozo y este caiga al suelo.

—¡Oh, lo siento tanto!

Adela, un poco apenada, iba a decir que todo estaba bien, pero unas risillas detrás de la sirvienta frente a ella la detuvieron.

—Supongo que esa carne era para la princesa —Adela frunció el ceño, pero su nerviosismo era más grande. Por suerte, evitó su mala costumbre de dar unos pasos atrás en ese tipo de situaciones —. No te preocupes. Ten, dale este a cambio —dijo la sirvienta, con una sonrisa, extendiendo un plato con un trozo de carne algo extraño.

La sirvienta de la princesa no lo recibió. 

Algo estaba mal con esa carne, y ella lo sabía, pero... ¿Qué era?

Un fuerte olor llegó a sus fosas nasales, generando que ella ahogue una arcada.

¡Estaba podrido!

El sonido del plato rompiéndose en el suelo llamó la atención del resto de sirvientes, y cocineros, que no se encontraban observando la escena.

—¿¡Cómo te atreves!? —exclamó Adela, fulminando a la sorprendida sirvienta, sin poder controlar el impulso —Este es el almuerzo que Su Alteza la princesa pidió. ¡Esta es una gran ofensa hacia ella!

Las cejas de la sirvienta se fruncieron, a su vez que los demás sirvientes murmuraban en burla.

Furiosa, la mujer agarró a la joven del cuello de su vestido, acercándola a ella.

—¿Quién te crees que eres? Una simple sirvienta de la princesa maldita no debería tener el permiso de hablarnos así —El ambiente había cambiado, pero, aunque ella se encontraba asustada, nunca dejó de fulminarla con la mirada —. De hecho, ni siquiera deberían estar aquí... ¿Qué pasa si esa tipa termina maldiciendo a mi señorita?

Dos sirvientes agarraron a la mayor, alejándola de Adela, aunque ella se resistía.

—Bella, detente —susurró una, mirando a su alrededor con nerviosismo.

—Recuerda que estamos en territorio Imperial, si te oyen diciendo algo así —susurró el otro, tratando de alejarla lo más posible de la menor —todos podríamos terminar en la horca...

Bella, de reojo, pudo ver como los demás empleados de cada noble se retiraban de la cocina a toda velocidad, llevando sus respectivos platos, con tal de no ser incluidos en esa pelea.

Miró a Adela.

—Tienes suerte, mocosa —Y con eso, tomó el plato para su señorita y dejó el lugar.

Los dos sirvientes que habían detenido a Bella también la miraron, pero en ellos solo había nerviosismo, y quizás, un poco de pena.

Pero... ¿De qué?

¿Del trato que acaba de recibir?

O...

De que su señorita se nadie más que la rumoreada princesa maldita, que asesinó a su madre...

Negó con la cabeza, tratando de sacar esos pensamientos de su mente, mientras intentaba calmar su miedo.

Asteri sonrió cuando visualizó a la joven chica acercarse hacia ella con el plato que ella pidió.

Se lo entregó, aún con las manos levemente temblorosas, mas Asteri aparentó no darse cuenta de ese detalle, a la vez que recibía el plato.

—Muchas gracias, Adela — dijo con un tono de voz suave y calmado.

Adela asintió, un poco sorprendida de que su princesa no haya comentado nada sobre el tiempo que se demoró en preparar la comida, y, justo cuando iba a retirarse, algo llamó su atención.

Esa criada... Bella, había escuchado ser llamada, a un lado de la joven y amable señorita Phlower...




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